
POR GILBERTO LOPES /
Casi 26 millones de personas infectadas en todo el mundo; más de seis millones solo en Estados Unidos, acercándose a los cuatro millones en Brasil y casi otros cuatro en la India: los tres países que llevan una amplia delantera en esta trágica cuenta, que se encamina ya hacia los 900 mil muertos.
Alrededor de mil muertos diarios en cada uno de los tres países. 1143 en Estados Unidos el jueves 27 de agosto, cuando el presidente Donald Trump lanzó las campanas al viento, en un largo discurso en los jardines de la Casa Blanca, aceptando su candidatura a la reelección el 3 de noviembre próximo.
“La mentira más escandalosa es la de que ‘actuó rápidamente’ para proteger su país del coronavirus, en vez de abandonarlo realmente a su triste destino: 181 mil muertos a la fecha”, dijo el diario británico The Guardian en su editorial del viernes, un día después del discurso de Trump. Cifra que superará, antes de las elecciones, de forma holgada, los 200 mil, que alguna vez Trump estableció como un límite dentro el cual su desempeño en esta materia podría considerarse bueno. Si mueren entre 100 y 200 mil lo habremos hecho bien, había evaluado la perspectiva de la pandemia, cuando estaba en sus inicios, hace ya varios meses.
Ahora esa pandemia recobra fuerza en todo el mundo. Un breve repaso ilustra bien lo que está aconteciendo. Francia bate nuevos records con 7.379 casos el viernes de la semana pasada. Italia considera evacuar a miles de turistas de Cerdeña. Hungría anuncia su intención de cerrar fronteras a partir de 1 de septiembre y someter a cuarentena los húngaros que regresen al país.
En la India, con más de 77 mil casos en un solo día, también se bate records, con los muertos superando los 62 mil. Indonesia confirmó más de tres mil casos por primera vez en un solo día; Turquía supera los 1.500, con 36 muertos el viernes pasado.
El primer ministro de Japón, Shinzo Abe renuncia acosado por una vieja dolencia, pero criticado por el manejo de la pandemia en su país. “Se acusa a su gobierno de haber actuado tarde y sin la suficiente contundencia, lo que hace que Tokio y otras grandes ciudades no hayan podido recuperar la normalidad y que la economía se resienta”, afirma el corresponsal de La Vanguardia.
En España, el economista Juan Torres advierte que el país “no va bien”. “Nuestra economía está sufriendo el shock y la caída de actividad más fuerte de los últimos 80 años. Nos encontramos en medio de una pandemia que se creía dominada pero que se recrudece por momentos, no sólo en nuestro país sino en todo el mundo, y que va a provocar un segundo frenazo económico que puede ser una puntilla letal para miles de las empresas que hasta ahora han podido superar la situación”.
Un escenario incierto
Un escenario incierto que se extiende por todo el mundo. Una semana que cerró el jueves 27, con el discurso con el que Donald Trump lanzó su campaña de reelección para los comicios del próximo 3 de noviembre. Una semana antes lo había hecho su rival demócrata, Joe Biden, con un esquema parecido: sesiones cortas virtuales durante cuatro días de discursos, con un cierre en el que el candidato confirmó sus aspiraciones a instalarse (o seguir instalado) en la Casa Blanca.
“Noche de adulaciones a Trump”, en opinión de David Brooks, corresponsal del diario mexicano La Jornada en Estados Unidos.
La convención se celebraba mientras se extendían por el país las protestas contra la brutalidad policial, que se cebó con otro negro, Jacob Blake Jr., al que le dispararon siete tiros por la espalda delante de sus hijos, en la ciudad de Kenosha, Wisconsin, el domingo 23. Herido de gravedad, Blake estaba paralítico de la cintura para abajo, pero no en riesgo vital. Permanecía esposado en la cama de un hospital, mientras su padre reclamaba por el trato cruel e innecesario contra alguien que no está en condiciones de huir.
Sus padres no fueron invitados al discurso de clausura de la campaña republicana. Ni la situación de su hijo mencionada. Por el contrario, Trump acusó a Biden de pretender desfinanciar la policía y a gobernadores y alcaldes demócratas de ser responsables por el caos, la violencia y la anarquía en sus ciudades, sobre todo en las que crecen las protestas por la violencia policial contra ciudadanos negros.
En Kenosha, dos días después de los disparos contra Blake, se desataron manifestaciones contra la brutalidad policial cantando “Black lives matters”. Protestas enfrentadas por la policía pero también por grupos civiles armados que atacaron a tiros a quienes protestaban.
Un adolescente, armado y a la vista de la policía, mató a dos manifestantes y dejó herido a un tercero en Kenosha, mientras una enorme manifestación conmemoraba en Washington, el viernes 28 de agosto, una marcha contra el racismo y la brutalidad policial, recordando el famoso discurso “Tengo un sueño” pronunciado el 28 de agosto de 1963 (hace 57 años) por Martin Luther King.
Entonces resonaron nuevamente los gritos de “Quítame la rodilla de encima”, la petición desesperada de George Floyd, asesinado por la policía el 25 de mayo pasado en Minneapolis.
Discurso “lleno de falsedades”
Un discurso lleno de falsedades. Hay mentiras y hay mentiras malditas, dijo Joan E. Greve en un artículo en The Guardian, refiriéndose al de la aceptación de la candidatura de Trump.
Después de hablar más de una hora, Trump concluyó su oscuro discurso con una nota más optimista: ¡Juntos somos imparables, juntos somos imbatibles!, afirmó, mientras se extendían por el país las protestas por la brutalidad policial contra los negros
La convención nacional republicana de esta semana, diría, el día siguiente, The Guardian en su editorial sobre el discurso de Trump. “Una jornada de cuatro días de descaradas falsedades del presidente y de sus partidarios”.
Entre las que destacaban el optimista panorama sobre la economía, cuando la tasa de desempleo –que después de llegar a mínimos durante los primeros años de la administración ahora supera los dos dígitos– o la sorprendente afirmación –dicha con modestia– de que había hecho más por la población negra de los Estados Unidos que cualquier otro presidente, desde Abraham Lincoln.
La convención republicana estuvo llena no solo de los habituales elogios al candidato, sino también de “absurdas mentiras”, dijo Philip H. Gordon, senior fellow del Council on Foreign Relations y coordinador de la política hacia Medio Oriente de la administración Obama, en artículo publicado en Foreign Policy. Las distorsiones sobre la política exterior de Trump llegaron a un nivel absurdo, afirmó.
Sobre su rival, Joe Biden, llovieron acusaciones diversas. Si Biden gana, “nadie estará seguro en América”. “Demolerán los suburbios, confiscarán tus armas, y nombrarán jueces que… borraran libertades constitucionales”, dijo Trump, para terminar acusándolo de ser “un caballo de Troya para el socialismo” que permitirá a China adueñarse de los Estados Unidos.
Una afirmación que contradice del todo la posición de la administración anterior con respecto a China y que Biden explicó y defendió en un importante discurso pronunciado en el Paddington Town Hall, de la Universidad de Sydney, el 20 de julio del 2016, solo meses antes de las elecciones de ese año, que ganaría Trump.
Al final, el discurso tuvo evaluaciones diversas, pero no deja de llamar la atención una cierta opinión expresada por presentadores de la conservadora Fox News, “decepcionados” por el discurso, “sorprendentemente sin brillo y sin la garra que suelen tener”, en opinión de la presentadora Chris Wallace.
Mientras tanto –afirmó el corresponsal de La Jornada–, “continuó el río de defecciones de su partido, con más de 300 exfuncionarios del último presidente republicano, George W. Bush –cuya ausencia fue la más notable en la convención nacional de su partido, junto con decenas de figuras prominentes republicanas– que anunciaron que apoyarán al demócrata Biden”.
Mucha de la retórica oficial en los tres primeros días de la convención –agregó–“proyecta la idea de una amenaza existencial al país por parte de la izquierda radical, anarquistas y socialistas, y se reitera la sugerencia de que hay que prepararse, incluso con armas, para enfrentar no sólo a las hordas de izquierda en las calles, sino también a los ‘extranjeros ilegales’ que desean invadir al país”.
Las encuestas
Concluidas las dos convenciones, las encuestas siguen dando una leve ventaja al candidato demócrata, sin que nada parezca aun definido. Quedan dos meses para las elecciones, incluyendo el mes de octubre en el que –no sería la primera vez– un presidente en ejercicio puede adoptar medidas o acciones espectaculares orientadas a consolidar una ventaja electoral.
El pasado 26 de agosto, en un cable fechado en Nueva York, la agencia Reuters destacaba que Biden no había repuntado en la intención de voto luego de la convención partidaria, como es habitual.
Biden mantuvo la ventaja sobre Trump, en un sondeo nacional realizado por Reuters/Ipsos entre el 19 y el 25 de agosto, con un 47% de preferencia entre votantes registrados, frente a un 40% que respalda al mandatario republicano.
Otras elecciones
Si en Estados Unidos la campaña entra en su recta final, también en América Latina se agita el ambiente electoral. Un plebiscito que tiene su origen en las protestas iniciadas en octubre pasado, que sorprendieron al mundo. Reprimidas con inusual crueldad y violencia, la acción policial dejó a decenas de jóvenes ciegos, como consecuencia de disparos de Carabineros.
En efecto, la semana pasada se reinició la campaña para el plebiscito con el que los chilenos decidirán si quieren o no poner fin a la Constitución de 1981, heredada de la dictadura del general Augusto Pinochet, con sus reformas posteriores.
Iniciada en febrero pasado, la campaña había sido suspendida por el estallido de la pandemia del coronavirus. Con más de 400 mil casos y de once mil muertos, Chile, con 582, solo está detrás de Perú (862) en número de muertos por millón de habitantes en América Latina, por encima de Brasil, que tiene 562, o de México, con 489.
Redactada en 1981 y reformada en múltiples ocasiones –recordó la periodista Natalia Plazas, de France 24– “la actual Constitución de corte neoliberal es concebida por gran parte de los chilenos como el origen de las desigualdades, a su vez el principal motivo de descontento de las protestas iniciadas el año pasado que dejaron cerca de 30 de fallecidos y miles de heridos”.
Casi 15 millones de chilenos están inscritos para votar en una consulta que ha despertado enorme interés. Un 87% de los ciudadanos ha manifestado su intención de votar, según una encuesta de fines de agosto.
Los electores deberán, primero, responder a la pregunta de si aprueban o rechazan la elaboración de una nueva constitución. Si responden “apruebo” a la primera pregunta deberán contestar una segunda, sobre la integración de la Constituyente. Las opciones son dos: una asamblea integrada solo por constituyentes electos para ese fin, o si se deberá conformar una asamblea mixta, integrada también por diputados.
Si la opción “apruebo” resulta ganadora la elección de los constituyentes se hará en abril próximo y tendrán luego un año para redactar la nueva Constitución.
En una encuesta divulgada el 5 de agosto un 75% de los encuestados se manifestaban favorable a la Constituyente, mientras un 17% la rechazaba, cifra similar a otra encuesta divulgada a fin de mes.
Para Ernesto Águila, analista político y académico de la Universidad de Chile, ante esta perspectiva la derecha tratará de disimular la derrota y de que esta tenga el menor impacto posible, argumentando –si es posible– un nivel de abstención más alto de lo esperado o una menor diferencia entre las dos opciones.
Águila habla de “la gran derrota histórica que significa el fin de la Constitución del 80”. Si se aprueba la reforma, el contenido de una nueva constitución podría el fin de un sistema impuesto por la dictadura, cuya estructura política ha sido reformada desde entonces, sin que el modelo económico haya acompañado esas reformas.
Para los partidarios de la reforma, si ganan el desafío será definir con mayor precisión los contenidos de la nueva constitución, que reemplacen la concepción privatizadora y neoliberal de la Constitución vigente.
Una feroz persecución
Otra campaña es la que se libra en Ecuador, donde se deberá elegir nuevo gobierno en febrero próximo. Por ahora la campaña se libra en los tribunales, transformados en “grandes electores” en países como Brasil, Bolivia o Ecuador, prohibiendo partidos y vetando candidatos.
Existe una voluntad de excluir al expresidente Rafael Correa de la papeleta electoral y excluir a toda nuestra fuerza política, dijo Andrés Arauz, un economista de 35 años, candidato presidencial del frente Unión por la Esperanza (UNES), en entrevista al periodista Juan Manuel Boccacci, del diario argentino Página/12.
Correa es el candidato a vicepresidente, pero virtualmente exiliado en Bélgica, no puede volver al país, donde probablemente terminaría preso, gracias a los mismos mecanismos usados para eliminar, entre otros, al expresidente Lula de las pasadas elecciones presidenciales en Brasil, en las que era amplio favorito.
“Nuestras candidaturas irrumpieron en el escenario electoral y generaron una especie de desesperación por parte de las fuerzas de la derecha”, dijo Arauz. “Tendremos que inscribirnos ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) y esperar a que decidan si validan o no la inscripción de Correa. Vamos a luchar hasta la última instancia para que pueda ser candidato”. Mientras tanto, Correa espera en Bélgica la decisión para volver al país y participar de la campaña.

No endeudarse con el FMI
Director general del Banco Central de Ecuador durante la presidencia de Correa Arauz afirmó que su país no necesita endeudar más con el FMI. El gobierno de Moreno firmó el mes pasado un nuevo acuerdo con esa institución. “Estaban en juego 17.375 millones de dólares de deuda, que quedaron reducidos a 15.835 millones”, en una renegociación concluida el mes pasado.
Para el gobierno fue una negociación muy ventajosa. Para Arauz, ¡no!
En Ecuador –afirmó– la crisis se profundizó con la pandemia, por la contracción del PBI, la falta de recursos fiscales, etc. Esto generó en marzo el desplome del precio de los bonos, cuyo valor cayó casi a 20 centavos por dólar. Pero el gobierno pagó 91 centavos en la negociación con los acreedores.
“Fue una propuesta en exceso generosa”, aseguró. Eso explica por qué el fondo de inversiones BlackRock –que fue extremadamente duro en la negociación con la Argentina– pactó tan rápidamente con Ecuador.
El acuerdo con el FMI “implicará un nuevo paso hacia el neoliberalismo”, agregó Arauz. “Los contenidos del acuerdo son perversos. Incluye la desregulación del sistema financiero; la liberación de la tasa de interés; y favorece la salida de capitales. Además quieren cambiar la ley para que el Banco Central tenga funcionarios designados por este presidente y que no pueda cambiarlos el próximo”, concluyó.