Sobre la hechicera de la (nueva) tribu

POR JOSÉ FRANCISCO PUELLO-SOCARRÁS*

Nota del Editor: entre los anuncios que ha hecho el presidente electo de Colombia, Gustavo Petro Urrego, se destaca uno en el sentido de que este país aún se encuentra en la premodernidad y por lo tanto se hace imprescindible desarrollar el capitalismo, lo cual será uno de sus empeños durante el cuatrienio que inicia el 7 de agosto de 2022. Para ello, expresó que es de su interés invitar como asesora de su gobierno a la economista ítalo-estadounidense Mariana Mazzucato, a quien en esta plataforma web se le han publicado varias notas periodísticas de su autoría, así como se han divulgado diversas opiniones sobre el alcance de su trabajo académico que gira fundamentalmente en torno del  Estado emprendedor. Por considerarlo de interés y para contribuir al debate, reproducimos el siguiente análisis del politólogo colombiano y docente universitario José Francisco Puello-Socarrás, publicado en la edición No. 81 de la Revista Izquierda de Bogotá de diciembre de 2019, en el que controvierte la tesis de Mazzucato, pues en su opinión no es más que “una brujería neoliberal” que afianza la perspectiva de este inicuo modelo económico.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Del emprendedor de sí mismo al Estado emprendedor

El ímpetu en la introducción y la puesta en práctica del referencial del emprendimiento al interior de las estructuras del Estado –no solamente en perspectiva de los individuos– es una de las innovaciones paradigmáticas en el neoliberalismo del siglo XXI.

Como lo han notado Nicoli, M. y Paltrinieri (2019: 38), en Italia, por ejemplo, el exprimer ministro, Matteo Renzi, convenció al manager estrella de Amazon, Diego Piacentini, de retornar a su país como servidor público (en el cargo de Comisario extraordinario para la agenda digital) y “construir una especie de start-up en el seno de una maquinaria antigua como es la administración estatal”. En Francia, E. Macron ha insistido en “convertir” a su país en una start-up nation una reminiscencia de F. Hollande quien ya había hablado de Francia como una Start-up République (Nicoli, M. y Paltrinieri, 2019: 40).

La construcción política y la constitución socioeconómica del Estado neoliberal actual –y en las cuales el emprendedor no sólo es el principio antropológico sino simultáneamente político– debe entenderse, al menos, en torno a tres premisas básicas, a saber:

  1. lógicas y contradicciones del nuevo taylorismo (Casilli) o el fordismo individualizado (Demichelis), plano verosímil que permite registrar, más allá que rupturas “post-fordistas”, fuertes continuidades en los procesos del capitalismo en su fase neoliberal, especialmente, al nivel del individualismo extremo y las implicaciones que de ello se derivan para las dinámicas de explotación económica y, especialmente, alienación ideológica.

El individuo en tanto Emprendedor, “empresario de sí mismo” como protagonista social es una vía para la destrucción (destitución y desinstitucionalización) de procesos de socialización colectiva no capitalistas. Especialmente aquellos de naturaleza comunal que, si bien se encuentran hoy integrados y subordinados a la lógica del Capital, aún permanecen al margen de varios mecanismos de mercantilización y todavía no son completamente “funcionalizados” por la acumulación capitalista. Se trata de formas sociales que políticamente existen como resistencias de distinto orden y organización, actual y potencial.

No resulta menor entonces validar si en medio de la transición hacia el Estado neoliberal, como lo recuerda Demichelis (2016):

¿De verdad que hemos salido felizmente (¡y finalmente!) del fordismo asfixiante y pesado del siglo XX para llegar al post-fordismo ligero, flexible y virtuoso, a la producción ágil, a la economía del conocimiento y a la era del acceso, a la “new economy” de los años 90, y ahora a la “sharing economy” [Nota: “economía colaborativa”] y a los “smart jobs” [Nota: “empleos inteligentes”], y hay quien (Paul Mason) imagina incluso un fabuloso post-capitalismo? ¿O estamos simplemente (y dramáticamente) en una nueva fase del Gran Relato técnico y capitalista?

Y, en consonancia con el “nuevo Taylorismo” propuesto por Casilli:

La mutación que –errando– hemos llamado post-fordismo y ahora “sharing economy” y fábrica 4.0 ha tenido lugar, entonces, no en las formas y en las normas de organización (subdivisión y totalización: del trabajo de producción, del trabajo de consumo, en la fruición de los productos de la industria cultural) sino en la calidad y en la cantidad de esta individualización. Si ayer en el fordismo era necesario concentrar miles de trabajadores en el interior de lugares cerrados como eran precisamente las grandes fábricas, porque el medio de conexión/totalización de las partes subdivididas del trabajo era necesariamente físico y presuponía un espacio concentrado y concentrador (esto permitía la eficiencia productiva de entonces), hoy el medio de conexión, o sea, la Red, permite descomponer e individualizar n veces más la forma y la norma de organización y hacerla explotar en trabajos (y en trabajadores) disconectados [sic] de un lugar físico (la fábrica), pero conectados en un lugar virtual, como es precisamente la Red. Del fordismo concentrado de ayer hemos pasado, así pues, no al post-fordismo sino a un fordismo individualizado (Demichelis, 2016).

  1. El proceso de reconversión y (contra) reforma estatales, a nivel gubernamental (dirección y dominación política) y organizacional (aparatos).

En primer lugar, el paso hacia diferentes modalidades de governance y los ejes de la “co-ordinación” y “co-operación” público-privadas, en detrimento de las preocupaciones consideradas desde los Informes de la Comisión Trilateral: “anacrónicas” de la gobernabilidad (estado-céntrica); y, desde luego, como una forma de clausurar la vía de las alternativas colectivas basadas en la cooperación y la cooperación bajo un substrato ontológica- mente distinto a las primeras.

Mariana Mazzucato

En segundo lugar, el trance desde las burocracias estatales hacia estructuras funcionalmente post-burocráticas (1): tempranamente bajo la premisa de la “desregulación” estatal (Reinvención del gobierno); luego, en torno al para- digma post-burocrático del “Estado modesto” regulador (v. gr. Crozier), el cual encuentra en el cenit de la Nueva Gestión Pública y el dominio público-y-privado su máxima expresión. Las trayectorias que aparentemente permiten nuevas “disyuntivas”, como la “Post- nueva” Gestión pública o el Valor Público son únicamente el reflejo, por un lado, del agotamiento funcional del new public management como fórmula organizacional en la producción de medidas públicas; y, por el otro, de la (pretendida) renovación del neoliberalismo organizacional con solución de continuidad. El emprendedor público se ha elevado entonces como “el” gestor de la dinámica política (específicamente: las crecientes contra- dicciones que genera el sistema), en el marco del Valor Público orientada a Misiones (ya no “por resultados”, como sucede en la NGP del “pasado”) (ver Mazzucato y Penna, 2016).

  1. Con el “Estado emprendedor”, finalmente, el (nuevo) neoliberalismo se proyecta, incorporando la necesidad de robustecer la faceta reguladora que viene consolidando como consenso político y orientación en las políticas, al menos, durante el siglo XXI.

Se trata ahora de impulsar un tipo de acción estatal renovada tanto más compleja como pro-activa, por supuesto, en función de los mercados. Mazzucato (2014: 9) lo denomina: un “eco-sistema de innovación público-privado simbiótico (más mutualista)” no solamente para “corregir” las fallas de los mercados y/o “complementarlos” sino fundamentalmente porque (2):

(…) el Estado debe liderar -no simplemente corregir las fallas de mercado sino activamente crear y moldear (nuevos) mercados mientras regula los ya existentes (–) Desde el Internet hasta la tecnología del fracking (Mazzucato, 2014: 6 y 8).

(…) hay que empezar por admitir que el Estado hace bastante más que remediar los fallos del mercado, que es el modo en que los economistas habitualmente justifican los gastos públicos. La verdad es que el Estado ha formado y creado mercados asumiendo grandes riesgos (Mazzucato, 2013).

El eje del emprendimiento sufre entonces un desplazamiento crucial: desde el individuo (singularmente localizado) hacia la dimensión relacional, es decir, la relación social capitalista básica: capital-trabajo y en la cual el Estado (y sus aparatos) está(n) colectiva y socialmente considerado(s) y dispuestos para respaldar la relación emprendedora que supone el neoliberalismo capitalista, en términos no sólo de explotación (económica) sino también –lo hemos dicho– dominación (política) y opresión (social), procesos que se dinamizan a partir del componente de alienación ideológica emprendedora.

No resulta entonces una casualidad que, en esta versión emergente de régimen estatal, se eleve una (aparente) crítica al emprendedor “individual” –y, sin sustituírselo– se promueva simultáneamente la idea de un “emprendedor colectivo”, el Estado:

Toda la tecnología que hace del iPhone un teléfono inteligente es deudora de la visión y el apoyo del Estado: el internet, GPS, la pantalla táctil e incluso la voz asistente Siri del Smartphone recibieron dinero del Estado. (…) La “economía real” (de bienes y servicios) ha experimentado un cambio similar al de la “economía financiera”: cada vez más el riesgo se mueve hacia el sector público y el sector privado recibe los beneficios–

Olvídense de los “emprendedores” y los “innovadores” de Silicon Valley. El Estado es quien debería recibir el crédito por financiar la tecnología creadora de riqueza. [Énfasis propio] (Mazzucato, 2013).

El Estado emprendedor reorganiza sus aparatos y acciones (generalmente, tímidas medidas políticas las cuales estarían lejos de constituirse en “políticas públicas”, en el sentido clásico del término) bajo las dinámicas emprendedoras – ocultando sus contradicciones– para respaldar y actualizar la relación capitalista.

Esta estructura sociopolítica para mantenerse vigente le resulta imprescindible, por un lado, “gestionar” tácticamente (en el corto plazo) el escenario de la inseguridad social intensiva y extendida, acentuada por el propio neoliberalismo (3); y, por el otro, continuar orientando –avanzando– en la edificación estratégica (en el largo plazo) de Sociedades de Mercado.

Notas

  1. Como lo proponen Bolstanski y Chiapello (2002: 108), la crítica al burocratismo desde mediados de 1960 -determinante en las siguientes décadas para la emergencia de la orientación post-burocra- cia- lejos de agotarse en las burocracias estatales apuntaría stricto sensu al criterio organizacional social, es decir, la sociedad como totalidad. Estos señalamientos apuntaron tanto al Gran Gobierno como a la Gran empresa capitalista. Buscaban reivindicar el “pequeño mundo empresarial” y como sucedió con la introducción a nivel empresarial de la dirección por objetivos: “Ningún dirigente trabaja probablemente con tanto empeño y de manera tan eficaz como aquel que dirige su propio negocio– El problema para la gran empresa consiste, por lo tanto, en crear las condiciones de trabajo en las cuales el cuadro sea, en la medida de lo posible, su propio patrón” [énfasis propio].

 

  1. Desde luego, el nuevo énfasis re-regulador del Estado neoliberal en el siglo X X I no significa abandonar sus expresiones desreguladoras (típicas del siglo XX), aunque sí las subordina, evitando el intervencionismo estatal e imposibilitando cualquier oportunidad hacia la “des- viación” que supone la planificación centralizada ya sea como decisión organizativa o como orientación política probable. Hay que notar que no por casualidad los llamados al Estado emprendedor pretenden que el Estado, en tanto objetivación colectiva y social, es quien asumiría en adelante los riesgos y también las inversiones de la acumulación de capital. Precisamente, dos de las variables cruciales, pero también críticas dentro de la actual crisis del sistema (“de rentabilidad” y “de inversión”) (Roberts, 2016).

 

  1. El correlato del Estado emprendedor (el cual se oculta sistemáticamente por parte de sus promotores intelectuales bajo el eufemismo de la “innovación”) tendencialmente se realiza por dos vías: (i) el consenso de la fuerza: represión y criminalización estatales crecientes; ii) la fuerza del consenso: “bienestar” relativo y focalizado en los márgenes extremos de las desigualdades, exclusiones, opresiones, etc.).

Referencias

Boltanski L. y Chiapello, E. 2002. El nuevo espíritu del capitalismo. Akal: Madrid.

Casilli, A. 2018. Los trabajadores son el corazón del algoritmo: El nuevo capitalismo digital (Entrevista). SinPermiso (20/1/2018). URL https://bit.ly/2E9W7Ch

Demichelis. 2016. El nuevo fordismo individualizado. SinPermiso (3/5/2016).

URL http://www.sinpermiso.info/textos/el-nuevo-fordismo-individualizado

Mazzucato, M. 2014. El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al sector privado. Barcelona.

_. 2013. El mito puramente ideológico de los “emprendedores” privados tecnológicamente innovadores. SinPermiso (6/1o/2013). URL https://www.sinpermiso.info/textos/el-mito-puramente-ideolgico-de-los-emprendedores-privados-tecnolgicamente-innovadores

Mazzucato, M. y Penna, C. 2015. The Brazilian Innovation System. A misión-oriented policy proposal. Avaliação de Programas em CTyI. Apoio ao Programa Nacional de Ciência (Plataformas de conhecimento).

Brasília, DF: Centro de Gestão e Estudos Estratégicos.

Nicoli, M. y Paltrinieri, L. 2019. El tránsito del empresario de sí mismo a la start-up existencial en el marco de las transformaciones de la racionalidad neoliberal. RECERCA. Revista de Pensament I Anàlisi. No. 24 (1).

*Doctor en Ciencias Políticas, profesor de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) de Colombia.

https://puello-socarras.webnode.com.ar/

Revista Izquierda, Bogotá.