#SiVosQuerés: ¿puede una canción ganar unas elecciones?

POR ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

Toda batalla política es una batalla cultural. La música es un idioma universal que conecta desde las emociones.

Análisis del impacto que viene teniendo el flashmob (multitud relámpago) que hace furor en Buenos Aires. En plena Avenida Corrientes centenares de argentinos comenzaron a bailar espontáneamente en la noche del viernes 30 de agosto al ritmo de una pegajosa cumbia con un mensaje contra el gobierno de Mauricio Macri.

«Algún día la política será una canción«, escribió el poeta León Felipe. Sólo los poetas son capaces de condensar un mundo en un verso.

Así lo entendió también Barack Obama que intuyó que la música sería decisiva en la movilización del electorado urbano en el 2008. Y el impacto político del famoso Yes We Can así lo demostró. Obama comprendió que toda batalla política y electoral es una batalla cultural. Nunca sabremos con exactitud cuánto contribuyó esa versión de Will.i.am, líder del grupo afroamericano Black Eye Peas, a la victoria electoral de Obama, pero nadie duda de ello. El cantante decidió aportar su talento cuando escuchó emocionado a un Obama que, en lugar de atacar a su rival (Hillary Clinton) tras perder en las primeras primarias de New Hampshire, lanzaba un discurso cargado de esperanza: «Sabemos que el camino será largo, pero recuerda que por muchos obstáculos que haya en el camino, nada puede frenar el poder de millones de voces que claman por el cambio. Sí, se puede».

Hay frases que marcan época. Yes, We Can, es una de ellas.

«La música es revolucionaria: alinea las filas del pueblo, lo despierta y lo guía hacia delante», decía el compositor y pianista ruso, Dimitri Shostakóvich. La música es un idioma universal que conecta desde las emociones, provoca determinadas reacciones físicas y, junto con la política, guardan una íntima y eficaz relación. La música es puente para que la política comunique. Y esa comunicación tienen tres características vencedoras: las multitudes, las redes, las calles. Si la música es universal, bailar también lo es. Implica relacionarse, ser cómplice de otros, formar parte de un colectivo.

Hace muy pocos días, se viralizó una campaña en donde cientos de personas, bajo la consigna «Macri ya fue, Vidal ya fue, si vos querés, Larreta también», se congregaron, a metros del Obelisco, para bailar al ritmo de la cumbia en rechazo a la reelección del actual jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Se trató de un formato flashmob, que implica la acción coordinada y repentina de una multitud en el espacio público para luego dispersarse rápidamente. La propuesta es innovadora e intenta construir un movimiento desde abajo, desde la calle, desde el baile, desde la alegría del encuentro.

El fenómeno #SiVosQuerés está generando interés, incluso fuera de las fronteras argentinas. Estas podrían ser las claves:

La cumbia

En Argentina, nada mejor que la cumbia para bailar. La cumbia argentina cuenta con influencias del chamamé y del tango. Una versión de este subgénero que se popularizó en las últimas décadas es la cumbia villera, caracterizada por sus letras que relatan los pesares cotidianos de la marginalidad.

La cumbia en Argentina ha logrado colarse en todos los estratos sociales. Tiene esa capacidad de identificar crudas realidades y, al mismo tiempo, ser un elemento de diversión y distracción. El uso de la cumbia en campañas electorales es habitual. Por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires, los principales rivales para la gobernación, María Eugenia Vidal y Axel Kicillof, tienen sus propias cumbias.Pero la cumbia de Matías Lammens, el candidato a la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires, es magnética y contagiosa. No es banda sonora: es acción política. Esa es la diferencia.

El baile

Bailar, cantar, moverse, es disfrutar, es placer. Y juntarse para bailar en la calle es una manera de tomar la calle, de apropiarse del espacio público. Frente a las frías e inertes vallas publicitarias con sus modelos previsibles y estereotipados, la comunicación de cuerpos en movimiento con su diversidad etaria y cultural es de una enorme vitalidad y credibilidad. Es libertad, emancipación, colectividad. El movimiento que acompaña esta cumbia es sencillo, divertido y permite una gran expresividad corporal. Este baile ocupa la calle con alegría y confianza, desafiando, con el baile, a la rigidez y dureza del adversario a batir.

De las calles a las redes

La gente baila en el atardecer amparada por la complicidad de la multitud comprometida, las linternas de los celulares, las fotos, las selfies, los vídeos y los streamings. El baile se convierte en una fiesta democrática a la que invitamos a nuestros amigos y amigas a través de las redes. Diversas presencias: virtuales y físicas. Todo ello es la nueva realidad. Además, los promotores han entendido que no era publicidad (no lo mueven desde las redes oficiales), que no debían encuadrar esta acción en una acción tradicional. Se trataba de crear una atmósfera ciudadana, de liberar la campaña de asesores, publicistas y dirigentes… y devolverla a la gente donde siempre tiene que estar.

El momentum

Después de varias concentraciones y con varios formatos, empezamos a intuir la fortaleza del momentum de esta iniciativa. ¿Dónde tiene su límite? ¿Es posible hacer de la concentración final una gran fiesta de emancipación, esperanza, alegría y confianza políticas? Creo, sinceramente, que su potencia va a ir en aumento. El candidato se ha convertido en movimiento, música y complicidad. La sonrisa de Lammens corona esta energía movilizadora que puede desbordar la rigidez y el techo histórico del peronismo y del kirchnerismo en la Ciudada Autónoma de Buenos Aires (CABA).

El concepto

#SiVosQuerés apela a lo posible, combate el determinismo y el derrotismo. Es desafiante y estimulante. Trabaja las emociones que no se rinden, que creen que es posible el desafío y el reto por el solo hecho de que es posible democráticamente. Esta apelación indirecta al voto me parece de una gran efectividad. No es dirigismo, no exige ni conmina a los electores, les deja en libertad. Les habla desde la autonomía, el respeto y el sueño compartido. Es muy útil para atraer votantes indecisos y permite el cambio sin complejos, ni culpa. Ahí está clave.

 La cumbia de Lammens es magnética y contagiosa. No es banda sonora: es acción política

La alegría 

Nietzsche decía que «el sentimiento de placer que surge de las relaciones humanas vuelve en general al hombre mejor; la alegría compartida, el placer disfrutado en común son mayores y le dan seguridad al individuo, lo hacen más bueno, disuelven la desconfianza y la envidia: porque uno se siente bien y percibe que el otro se siente bien igualmente». Elecciones, música, baile, hoy son parte del proceso de recuperación del ánimo democrático, del reencuentro socializador y las energías liberadoras.

¿Puede una canción ganar unas elecciones? No lo sabemos… pero no lo descarten. Yes We Can #SiVosQuerés.

@antonigr

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