Posesión de Petro: un acto de mucha simbología para la Patria Grande, la lucha de los pueblos y un grito contra el neocolonialismo, la discriminación y el neoliberalismo

Gustavo Petro empuñando la espada de Bolívar para significar la nueva etapa de lucha del pueblo colombiano por conquistar la justicia social.

CRONICÓN.NET /

Más allá de la visión de un estadista que vislumbra a su país, Colombia, y a América Latina por senderos de estabilidad socioeconómica y complementación regional, el acto de asunción de Gustavo Petro Urrego como mandatario de esta nación suramericana el pasado 7 de agosto, constituyó una oportunidad con mucha simbología que envía una serie de mensajes que se pueden traducir en el cambio cultural y la madurez política que paulatinamente han ido adquiriendo las capas sociales populares y medias de la región.

Petro y Francia Márquez Mina, la vicepresidenta, son el rostro más visible de la esperanza de millones de ciudadanos para construir una nueva página en la historia de Colombia, tradicionalmente gobernada por una élite criminal de talante oligárquico que solo ha visto el Estado como botín. Por ello el nuevo mandatario afirmó en un aparte de su discurso de posesión: «Hoy empieza la historia de Colombia».

De ahí el hecho de que millares de personas salieran a las calles de buena parte de las ciudades colombianas a celebrar el advenimiento de un gobierno progresista, de tesitura democrática y de profundo sentido social. Los colombianos convirtieron la calle en una fiesta el pasado domingo 7 de agosto.

Por primera vez en la historia de Colombia, la transmisión de mando presidencial fue abierta al pueblo. La fiesta fue a cielo abierto y en el caso de Bogotá se hizo en el centro de la ciudad con una enorme representatividad de las culturas y las diversidades de todo el pueblo colombiano que desplegaron su creatividad artística para relievar este hito, que en gran parte se debe al esfuerzo de los movimientos sociales que gracias a su lucha han sido los protagonistas del cambio sociopolítico.

La espada de Bolívar

Indudablemente el hecho que caracterizó el acto de posesión de Petro es que una vez se juramentó ante el presidente del Congreso de la República, Roy Barreras, solicitó a la Casa Militar del Palacio presidencial llevar la espada de Simón Bolívar, que un día antes en su mezquindad y arrogancia el impresentable mandatario saliente, Iván Duque, había dado la orden de prohibir, no obstante la póliza de seguridad que se había hecho allegar, que este elemento simbólico de libertad, soberanía y de lucha de los pueblos hiciera parte de la decoración principal de la ceremonia de asunción.

“Hay que ignorar con sevicia la historia de Colombia –al menos negar esta guerra de guerras– para ser ciego e inmune a la belleza de la posesión presidencial de este domingo. Hay que desconocer el hambre, la desigualdad grotesca que tendría que haber sido nuestra gran vergüenza desde el puro principio y la violencia que ha traído el empeño de montar una nación, a sangre y fuego, a pesar de la diversidad y a pesar de los hechos, para sentirse ajeno a ese país de tantas razas y de tantos corajes que se ha tomado el cambio de gobierno como un cambio de suerte. Hay que ser de lata para no estremecerse mientras la senadora María José Pizarro, la hija de aquel revolucionario asesinado luego de haber hecho la paz, le cuelga la banda tricolor al presidente Petro entre la alegría y el duelo. Hay que haber llegado tarde al drama colombiano, como el mandatario corto e improcedente que se está yendo, para entorpecerle al gobierno nuevo el deseo de tener la espada de Bolívar sobre el escenario”, expresó en el español periódico El País, el escritor Ricardo Silva Romero.

En el caso de la trayectoria política de Petro, la espada del Libertador tiene un valor simbólico superlativo, pues fue el Movimiento 19 de Abril (M-19), del que en su juventud hizo parte, creado como consecuencia del fraude electoral que perpetró el corrupto bipartidismo liberal-conservador en esa fecha de 1970 para no dejarse arrebatar el poder e imponer a un personaje gris y venal como Misael Pastrana Borrero, el último presidente del antidemocrático pacto denominado Frente Nacional, que sustrajo el sable en enero de 1974 de la Quinta de Bolívar en Bogotá.

La espada que estaba arrinconada y olvidada como un objeto de museo, cobró un gran valor simbólico en la lucha de este movimiento insurgente que traspasó fronteras en cuanto a su alegoría de rebeldía y unidad latinoamericana, la cual fue devuelta por el M-19 a la Quinta de Bolívar tras la expedición de la Carta Política de 1991 que fue expedida por una Asamblea Nacional Constituyente y de la que esa agrupación política que había dejado las armas, fue uno de sus principales actores.

A lo largo de su ya dilatada vida pública, Petro siempre ha reivindicado la lucha y el legado del Libertador y por ello la presencia de la espada en su ceremonia de asunción presidencial revestía un alto sentido alegórico y emocional habida cuenta que es la primera vez en la historia de Colombia que lograr llegar al poder Ejecutivo una opción alternativa al decadente establishment que ha gobernado el país desde la gesta independentista.

El irrespeto del decadente Borbón Felipe VI y su mentalidad colonialista

Dentro de la profunda simbología que revistió la posesión presidencial de Petro es de destacarse la actitud del impresentable y decadente Borbón Felipe VI que prefirió permanecer sentado cuando soldados de la Guardia Presidencial transportaban la espada del Libertado hacia la Plaza de Bolívar de Bogotá, donde se llevaba a efecto la ceremonia, mientras en contraste, el resto de jefes de Estado y de Gobierno que estaban a su lado, se pusieron de pie en muestra de respeto, solemnidad y homenaje a la soberanía de los pueblos latinoamericanos y del Caribe.

El cofundador de la formación política española Podemos y politólogo Juan Carlos Monedero, quien se encontraba presente en Bogotá en el acto de transmisión de mando, escribió en su cuenta de Twitter:

“Los generales valientes, aún cuando son derrotados, rinden homenaje a los que les han vencido en buena lid. Que el Rey Felipe VI se quede sentado cuando todo el pueblo decente de Colombia vibra de pie cuando llega la espada de Bolívar es triste. Respeto”.

Desde la cuenta oficial de Podemos se tuiteó:

Por su parte, el exvicepresidente del Gobierno y cofundador de este partido de izquierda español, Pablo Iglesias, reaccionó así en su red social de Twitter:

Rechiflado el neoliberal mandatario ecuatoriano Guillermo Lasso

Quien pasó un mal momento cuando mencionaron su nombre fue el impresentable y cuestionado mandatario neoliberal del Ecuador, Guillermo Lasso Mendoza, que recibió un fuerte abucheo del público.

El semblante del cuestionado banquero Guillermo Lasso ante la rechifla de que fue objeto en la Plaza de Bolívar de Bogotá.

El banquero guayaquileño debió soportar no solamente la rechifla del público sino además que un millar de asistentes a la Plaza de Bolívar gritara: “Correa, Correa, Correa”, en respaldo al histórico líder de la Revolución Ciudadana, quien es perseguido político por el régimen ultraconservador de Lasso Mendoza, cuyos índices de impopularidad y desaprobación alcanzan el 80% de rechazo ante el total fracaso que constituye su gestión de gobierno.

Ola de apoyo en Bogotá a Pedro Castillo

La ausencia del presidente peruano Pedro Castillo a la posesión del nuevo mandatario de Colombia, Gustavo Petro, siguió generando críticas por la no autorización de su viaje a Bogotá para tal efecto.

Países como Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y México, lamentaron o criticaron la decisión del Congreso del Perú de negarle el permiso de desplazamiento al mandatario por cuestiones de política interna.

“Si querían aislarlo internacionalmente, lo único que han conseguido es una ola de apoyo internacional. De nuevo, el tiro por la culata”, señaló el analista Óscar Vidarte.

La emblemática Plaza de Bolívar de Bogotá totalmente colmada de gente presenciando el acto de asunción presidencial de Gustavo Petro, el 7 de agosto de 2022.

“El cambio no es un eslogan”

El nuevo Gobierno de Colombia, según afirmó Gustavo Petro en su discurso de asunción, se proyecta como un cuatrienio de reformas políticas y socioeconómicas. Se mostró optimista y afirmó que “lo posible es lo que permite avanzar, lo que permite transformar de verdad”. Exhortó a no ceder a las imposiciones de la doctrina neoliberal: “evitemos asumir que el cambio es solo un eslogan”, enfatizó.

El discurso del nuevo Presidente colombiano estuvo cargado de contenidos: interpeló a los organismos internacionales para que se pongan a hacer lo que dicen que quieren hacer. Planteó la necesidad de un canje de deuda externa por políticas públicas que permitan mitigar la crisis climática; priorizó una inserción latinoamericanista en el mundo, con un guiño a África y Asia, sin alusión a Europa ni Estados Unidos; exigió una gran transformación de la política contra las drogas sicotrópicas para evitar que existan tantas muertes, injusticias e ineficacia, en medio de tanta hipocresía. Demostró autoridad y liderazgo desde el mismo momento de su juramentación, exigiendo que sacaran la espada de Bolívar de la Casa de Nariño para compartirla con el pueblo.

Gustavo Petro, presidente de Colombia 2022-2026.

Hizo énfasis en su reforma tributaria como pilar fundamental de la nueva política económica; ubicó el momento histórico que vive Colombia como la “Segunda Oportunidad”, en alusión al final de ese clásico libro de García Márquez que es Cien años de soledad.

Petro le habló a la gente común, y lo demostró con la invitación al acto de posesión a esas personas que trabajan, que son invisibles. Determinó que se pusiera a disposición de organizaciones campesinas tierras que ahora tiene el Estado, y que están ociosas.

El eje feminista fue central. No más discriminación de género, señaló como condición esencial para que se avance hacia niveles de igualdad. Planteó un nuevo rol para las Fuerzas Armadas, más acorde con miradas nacionalistas de hace décadas, en las que el Ejercito se dedicaba a temas de producción, de salud, de ayuda a la gente, abandonando el tema de la guerra. No dejó dudas respecto de su voluntad por lograr consolidar la paz que ha sido tan esquiva en Colombia. Anunció que hablará con todos. Sin excepciones. Y lo hará sin renunciar al proyecto político por el que fue respaldado electoralmente.

En uno de los momentos más emotivos de su discurso puntualizó: «Desde hoy empezamos a trabajar para que más imposibles sean posibles en Colombia. Si pudimos, podremos. Que la paz sea posible. Tenemos que terminar, de una vez y para siempre, con seis décadas de violencia y conflicto armado. Se puede».