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Luego de que a comienzos de octubre el presidente argentino Alberto Fernández decepcionó a los sectores progresistas de América Latina al doblegarse ante las presiones de Washington, votando una resolución de Naciones Unidas que condena la situación de los derechos humanos en Venezuela, en sintonía con un controvertido informe elaborado por la alta comisionada Michelle Bachelet y coincidiendo con el impresentable Grupo de Lima, ahora tras las elecciones presidenciales celebradas en Bolivia, rectificó en su actitud al censurar a la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo secretario general, Luis Almagro, quedó en evidencia respecto de su descarada participación en el golpe de Estado contra Evo Morales en noviembre de 2019.
Según reseña el diario Página/12 de Buenos Aires, luego del arrollador triunfo del MAS en Bolivia, el presidente Alberto Fernández expresó su deseo no solo de resucitar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que definió como “el proyecto correcto” para la región al lado de iniciativas de los mandatarios de ultraderecha como la del Grupo de Lima, “que sólo se preocupa por Venezuela”, sino que además criticó el papel funesto que viene cumpliendo la OEA.
De hecho, el pasado 21 de octubre, en una votación en la OEA que condenó la convocatoria a las elecciones en Venezuela en diciembre, Argentina se abstuvo.
Fernández retomó de esta manera la iniciativa de criticar el rol obsecuente de los países de la región gobernados por ultraconservadores que siguen a pie juntillas los dictados de Washington. Es así que un día después de los comicios presidenciales en Bolivia, invitó a cenar al expresidente y líder del MAS, Evo Morales para analizar el momento político y proyectar acciones en conjunto una vez asuma el presidente electo Luis Arce Catacora.
Acordó con Morales realizar juntos un acto público en la frontera en La Quiaca, antes de que el expresidente, víctima del golpe de Estado orquestado por Washington y su operador, la OEA, haga su reingreso triunfal a Bolivia a través del paso de Villazón.
“Gracias a Dios, cuando los bolivianos pudieron expresarse se expresaron como lo hicieron y la verdad es que a mí me pone muy contento”, comentó Fernández el resultado del domingo 18 de octubre, más amplio de lo que indicaban los sondeos previos. Se mostró entusiasmado por la posibilidad de que el triunfo del MAS marque una nueva etapa en la región, donde se retomen iniciativas dejadas de lado en los últimos tiempos como la Unasur. “Tenemos que impulsarla porque es lo que más le conviene a América Latina: que nos unamos y enfrentemos los problemas que tenemos. Sería muy bueno que volvamos a trabajar en eso”, manifestó Fernández.
“El Grupo de Lima tiene una cuestión ideológica que en la Unasur no existía. En Unasur podíamos convivir con (Sebastián) Piñera, (Álvaro) Uribe o (Juan Manuel) Santos y no había ningún problema. Era entender que el trabajo regional nos podía hacer más fuertes en la globalización”, afirmó el presidente argentino sobre las diferencias de ambos agrupamientos.
La Unasur surgió a partir de la conjunción de gobiernos progresistas en la región y se convirtió en una instancia que sirvió para resolver cuestiones de tipo político. Pero, luego, los gobiernos de derecha se encargaron de enterrarla, básicamente en desacuerdo por la participación de Venezuela. En su reemplazo presentaron el Prosur, que no tuvo ninguna continuidad, y en 2017 el Grupo de Lima, orquestado por el Departamento de Estado y orientado específicamente a impulsar la salida de Nicolás Maduro.
“Argentina nunca participó del Grupo de Lima. Nunca participamos de sus reuniones ni suscribimos un documento. Desde que llegamos lo único que hicimos fue tomar distancia de este grupo”, indicó ayer Fernández en declaraciones radiales. Aunque Argentina continúa siendo miembro de ese cuestionado Grupo, desde que llegó Fernández a la Casa Rosada no vota ninguna de sus declaraciones.
El pasado 21 de octubre se vio una nueva muestra de esta diferencia en la votación planteada en la Asamblea General de la OEA por los países que integran el Grupo de Lima y Estados Unidos, en la que se condenó la convocatoria a elecciones legislativas en Venezuela el 6 de diciembre debido, según a los gobiernos de ultraderecha de la región, a la “falta de condiciones democráticas mínimas”. Hubo 21 votos a favor de esta declaración, 4 en contra y 9 abstenciones, entre ellas, las de Argentina y México.
En su mensaje ante la Asamblea, el canciller argentino Felipe Solá criticó la dirección que le dio al organismo el secretario general Luis Almagro, caracterizado por seguir al pie de la letra los deseos de la Casa Blanca. Solá habló de la “división” que se busca promover entre los países por su posición respecto a Venezuela y resaltó que bloqueos y sanciones como se mantienen contra el gobierno de Nicolás Maduro o contra Cuba sólo sirven para mayores sufrimientos en los sectores más postergados.
Esta reunión de la OEA sirvió para que se recordará en medios de prensa y en las redes sociales la bochornosa incidencia que tuvo el uruguayo Almagro el año pasado en el cuestionamiento a las elecciones bolivianas en las que se impuso Evo Morales y luego al avalar el gobierno de facto que surgió del golpe de Estado.
El exmandatario boliviano dijo que, si tuviera dignidad, Almagro debería renunciar.
Por su parte y en desarrollo de la Asamblea General de la OEA, el representante del gobierno de México ante este organismo, Maximiliano Reyes Zúñiga, destrozó a Almagro por el golpe en Bolivia y pidió su dimisión.
El Grupo de Puebla, del que participa Alberto Fernández, emitió una declaración en el mismo sentido. “El papel que jugó en la desestabilización democrática de Bolivia y las relaciones excluyentes que mantiene con otros países del área lo inhabilitan para seguir ejerciendo el papel de mediación y facilitación democráticas que debería desempeñar al frente de tan importante cargo”, sostuvo en un comunicado que firmaron expresidentes como Dilma Rousseff, Rafael Correa, Fernando Lugo, Ernesto Samper y el español José Luis Rodríguez Zapatero.
Las elecciones de febrero de 2021 en Ecuador y el desenlace de la crisis brasileña que tendrá lugar en 2022, serán los próximos pasos en el camino de redefinir la orientación política de Suramérica, hoy influenciada por el rol funesto de los gobiernos conservadores de tinte fascista como los que representan Jair Bolsonaro en la nación carioca; Iván Duque en Colombia; Lenín Moreno en Ecuador; Luis Lacalle en Uruguay; Mario Abdo Benítez en Paraguay; Martín Vizcarra en Perú; y Sebastián Piñera en Chile.