No es un hobby, es una carrera académica

POR LILIANA ESTUPIÑÁN-ACHURY*

Cuestionamiento a las condiciones de como se está dando la docencia en la educación superior colombiana, advirtiendo que para que una universidad cuente con un verdadero y “exclusivo” equipo profesoral que marque áreas de conocimiento, se requiere de la existencia de verdaderas carreras académicas, bien remuneradas, apoyadas institucionalmente, con contratos de trabajo.

Algunos/as profesores/as, especialmente los del mundo del Derecho, equiparan la docencia por algunas horas como un interesante hobby que, incluso, harían de forma gratuita. Magistrados/as, jueces/zas, abogados/as, litigantes, consultores/as y más, no todos/as expertos/as en formación, pero con grandes conocimientos técnicos o experticia en la práctica profesional, van y vienen de los salones de clases. Una modalidad valiosa que en Colombia se identifica con la categoría de catedráticos/as. Sin duda esta clase de docentes es muy importante para el mundo profesional, pero no es sobre ellos/as en donde recae la gran tarea de construcción de la academia, el conocimiento científico y el de universidad.

De hecho, una cosa es el hobby o unas cuantas horas para el ejercicio de la formación y, otra, la dedicación exclusiva al mundo académico. Es decir, gozar de una carrera académica, cuyo ingreso complejo, hoy está vinculado, entre otros requisitos, a la exhibición de un título de doctor/a o magíster, segunda lengua, experticia profesional pero también formación en pedagogía, producción académica y más. Una puerta de ingreso que va desde jóvenes investigadores/as, profesores/as asistentes, auxiliares, asociados/as, titulares y hasta eméritos/as (diversas categorías se observan). En principio, una carrera lenta que se forja con máxima disciplina, años y concentración.

Es precisamente, en clave de carrera académica en donde las instituciones educativas, especialmente las facultades de Derecho cifran parte de su gran labor de construcción de comunidad científica. ¿Qué hace un profesor/a? Prepara y planea clases, orienta, evalúa, presenta proyectos, lidera proyectos académicos y de cooperación, construye artículos, libros y diversos materiales sometidos a evaluación nacional e internacional, funge como evaluador/a de producción académica, diligencia formatos, formatos y formatos, participa en diversas convocatorias, entre otras la del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MinCiencias) para lograr categorizaciones que hoy son y que mañana se pierden, revisa su índice H y todos aquellos necesarios para medir citación e inserción en el mundo científico, lidera grupos y líneas de investigación, trabaja en redes de conocimiento y de impacto social, apoya en la construcción de políticas públicas, presenta conceptos, apoya en la creación de registros calificados, programas de evaluación y autoevaluación de programas o de las propias instituciones, lee, lee, lee, lee, lee, lee y escribe y escribe, presenta ponencias, estancias académicas conferencias nacionales e internacionales, direcciona revistas científicas, lidera procesos de extensión, programas asignados, acompaña a los/as semilleros/as, direcciona tesis de investigación y hasta doctorales y, con el tiempo, logra algún tipo de prestigio (a veces ni eso). Si a estas tareas se le aplica la perspectiva de género, suelen ser ellas las de las grandes tareas muchas veces invisibilizadas y no reconocidas, ante la lógica patriarcal o los manels (paneles masculinos) que cunden en la mayoría de las instituciones. Las mujeres llevan parte extenuante de las tareas administrativas, ellos dirigen y presentan ponencias (cuando tienen el nivel para ello). Si aplicamos interseccionalidad, la cosa se agrava, ni hablar de la provincia, de las universidades populares (no de élite), sin duda el territorio y el origen hacen de las suyas en esto de la academia.

Nota. Es importante señalar que no todos/as hacen las mismas funciones, algunos/as son más docentes, otros/as más investigadores/as y/o administrativos/as.

Por supuesto, que el último perfil en comento, el de carrera académica, dista de la caracterización del catedrático/a (profesor/a por horas) que apenas entra y sale de los salones. Insisto, muy importante, pero no es en ellos/as en donde se cifra la construcción de universidad de alto nivel, de perspectiva crítica e intelectual de las instituciones. Toda una construcción de estados del arte, marcos teóricos y epistemológicos solamente posibles en redes e investigación de alto nivel.

Para que una universidad cuente con un verdadero y “exclusivo” equipo profesoral que marque áreas de conocimiento, se requiere de la existencia de verdaderas carreras académicas, bien remuneradas, apoyadas institucionalmente, con contratos de trabajo (revisar la situación laboral o de contratación de cientos y de miles de docentes que se exhiben en los documentos de solicitud de registros académicos, muchas mañas para soportar el mercado), y estos como mínimo a término indefinido, incentivos, buen trato, reconocimientos por los esfuerzos y más. Hacer una carrera académica no es un hobby; es todo un proyecto de vida.

Siento que las universidades, no todas, ante las lógicas del mercado y la crisis propia de la fase de pospandemia, han agravado de manera hasta inhumana la situación de cientos y miles de profesores/as en Colombia, una tendencia que puede ser mundial. Al final, son ellos/as las que cargan el proceso de reconstrucción, ¿por qué tan duros/as con los/as que hacen la gran tarea de la formación? Muchas instituciones están quebradas o en severa crisis, se durmieron y ahora la competencia abruma, otras no tienen direcciones expertas en el mundo académico (aquí también pervive la puerta giratoria de los tribunales a la academia) y, así las cosas, todo tiende a perecer, otras, sencillamente se olvidaron de que esto de la carrera, además de no ser un hobby, es fundamental para la máxima calidad y la formación.

Desalentador panorama veo en Colombia, nadie hace nada, nadie opina nada, todos/as tienen miedo de perder los puestos (aplica para las privadas -no todas-, supongo que las públicas presentan otro diagnóstico). La educación superior tampoco es un hobby, pero es parte de la solución que esperan millones de jóvenes de un país que hace poco vivió tremendo estallido social. Pues sin profesores/as de alto nivel difícilmente podremos hacer del mundo académico algo serio y digno para ellos/as, más allá de generar cartones. Preocupados/as por los ranking a los que poco accedemos ante la pauperización, uno que otro scopus (base de datos de referencias bibliográficas) no dará la entrada a nada.

El negocio está en crisis en varias de las universidades y, en tal caso, poco de derechos y garantías para la construcción de la academia, por lo menos de esa que nos sacará del bajo nivel de reconocimiento en que nos tienen todavía a nivel internacional.

¿Y los/as estudiantes? Mejor intento responder esa pregunta en otra columna de catarsis.

*Doctora en Sociología Jurídica e Instituciones Políticas y abogada constitucionalista. Fundadora y coordinadora de la Red de Constitucionalismo Crítico de América Latina (REDCCAL) e integrante de Defendamos la Paz Colombia. Académica y consultora.

@LiliEstupinanAc

https://www.universidad.edu.co/