Medicina curativa: el necronegocio de las empresas privadas de salud

POR OCTAVIO QUINTERO

La pandemia revolucionó el negocio de la salud, y alienta la ola de gobiernos autocráticos. La democracia está tan infectada de coronavirus como la misma población.

Si algo evidencia, palmariamente, el fracaso mundial del modelo neoliberal, es la Covid-19 que dejó al descubierto un sistema sanitario centrado más en el negocio que en la salud humana: “se gasta más en hospitales (atención curativa) que en medicina preventiva”, dice la OCDE en su informe, Panorama de salud/nov. 2021.

Al día de hoy, las estadísticas globales de la pandemia nos informan de 260 millones de personas infectadas, y de 5,2 millones de muertos (el 2%), al cabo de dos años. Los datos científicos reunidos hasta la fecha, nos indican que el 80% de las infecciones son leves o asintomáticas; un 15% se vuelve clínico y un 5% letal: es cuando el coronavirus se asocia con otras enfermedades generando comorbilidades que, finalmente, terminan con la vida del paciente. ¿Cuántas personas han muerto con Covid-19, pero no de Covid-19? Nos deben esa estadística…

Parece burdo el ejemplo, pero no se puede negar que es gráfico: si el cuerpo humano es una máquina orgánica, debiera existir en los sistemas de salud pública una especie de revisión tecnorgánica (homeostática) periódica, como la tecnomecánica en los aviones y automóviles.

Más allá de la vacunación masiva, puesta en evidencia por algunos profesionales de la medicina y, últimamente, desaconsejada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y rechazada por algunos libertarios como carnet o pasaporte sanitario para ir de turismo o disfrutar de espectáculos públicos por contravenir el libre albedrío, la prueba PCR debiera masificarse como política pública de medicina preventiva para detectar pacientes antes de que el caso se vuelva clínico. Agréguese al procedimiento los elementos de bioseguridad y buena higiene…

Pero el mundo neoliberal gira en torno del mercado, y un sistema curativo es mejor negocio que uno preventivo… a leguas.

Como herramienta política de gobiernos autócratas, y todos lo son en alguna medida, la pandemia les ha caído como del cielo: en todo el mundo, la gente está aceptando voluntariamente menos libertad a cambio de confianza sanitaria; la verdad es que la pandemia se ha convertido en la mejor aliada de una creciente ola de autocracia global. La democracia está tan infectada de coronavirus como la misma población. Esto último no parece conmovernos, y resulta que esta variante política, cuya inmunidad de rebaño es la resignación, es una infección mental (alienación), más difícil de superar que la misma infección de coronavirus: así de dramático.

Dos ejemplos, uno político y otro económico, nos ilustran mejor:

  1. Acaba de pasar la primera vuelta presidencial en Chile, el país precursor de las explosiones sociales en Latinoamérica en 2019, vísperas de la pandemia. Pues, ¡oh sorpresa!: los electores votaron a un romántico pinochetista de ultraderecha. Es decir, resignaron su explosión progresista al imperio de “la ley y el orden” de José Antonio Kast. Crucen los dedos porque, si la tendencia se refrenda en el balotaje, sería el “apague y vámonos”

  2. En Colombia, la institución más confiable, según encuesta, es el Banco de la República. Pues, esa institución fue la misma que, aprovechando la pandemia y sus requerimientos de cuantiosos gastos en salud, entregó gratis a la banca privada, 37 billones de pesos que, convertidos en deuda pública, endeudó al Estado y dejó a cuentagotas los recursos destinados a salvar la vida de la gente junto con su empleo, vivienda, alimentación y dignidad; más la mediana y pequeña empresa.

No sobra subrayar que la “autonomía” de la banca central es al neoliberalismo como el oxígeno a la sangre. Si los colombianos creen que esa institución es lo más confiable; y, de vuelta, si el orden preestablecido en el Chile de Pinochet lo encuentran los chilenos más tolerable socialmente que el progresismo manifestado en las calles, ¿cómo y cuándo habrá consenso para cambiar el modelo económico?

Se dirá que Chile ya aprobó una constituyente que cambiará el modelo neoliberal impuesto por Pinochet. Otra vez, Colombia, es el ejemplo de una Constitución que preceptúa un Estado social de derecho que deviene en una cruda realidad neoliberal de 30 años. En este mundo, gobernado por oligarquías corruptas y autocráticas, rigen constituciones angelicales.

Fin de folio.- Su tesis online es un negocio informático al alcance de universitarios de élite, tolerado por las mismas universidades, mientras no se les demuestra el plagio.

@oquinteroefe