Leonardo Boff: ochenta y tres años en camino

POR JUAN JOSÉ TAMAYO

Texto de la carta que con motivo del cumpleaños número 83 del connotado activista y filósofo brasileño Leonardo Boff, le dirigió su colega el teólogo español de la liberación, Juan José Tamayo.

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Querido Leonardo:

No quiero faltar a tu fiesta del 83 cumpleaños el día 14 de diciembre. Lo recuerdo cada año y este he decidido escribirte una carta en la que quiero expresarte mi amistad y mi reconocimiento en este largo caminar ya octogenario. Antes de la pandemia nos encontramos varias veces en Ciudad de México, Puebla de los Ángeles y Monterrey. Llevamos todo este tiempo de la Covid-19 sin vernos. Hoy quiero compensar la distancia física en tan significativo efemérides con este mensaje solidario en plena sintonía contigo haciendo un ejercicio de “razón anamnética” de tu vida y pensamiento.

Durante los ochenta y tres años de vida has hecho un fecundo itinerario que se bifurca en múltiples sendas: la experiencia religiosa, la teología, la ecología, la política, la academia, el púlpito, la cátedra, la foresta, la ciudad, los foros sociales, los foros mundiales de teología y liberación, los congresos de Amerindia, el acompañamiento a las comunidades eclesiales de base, al MST, etc. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, decía Antonio Machado. Tú has hecho camino al andar dejando huella por donde has pasado y sigues pasando. Y siempre desde el pensamiento crítico y heterodoxo, desde la experiencia de la ternura, del corazón, desde el amor a la Pacha Mama y desde el seguimiento de Jesús de Nazaret, el Cristo Liberador, sobre el que escribiste la primera cristología latinoamericana históricamente significativa en 1972. Luego vendrían otras de colegas y amigos, entre ellas las de Juan Luis Segundo y Jon Sobrino.

Leonardo Boff

“Lo mejor de la religión -escribía Bloch en el frontispicio de su libro El ateísmo en el cristianismoes que crea herejes”. Creo que tú eres un excelente ejemplo de este aforismo, cambiando quizá “hereje” por “heterodoxo”. Ahí radica tu creatividad en todos los campos de tu ser, del saber y del quehacer humano en los que has trabajado y sigues trabajando sin descanso. Tu vida y tu pensamiento demuestran que eres un intelectual que rompe esquemas (y algunos cráneos endurecidos de colegas, obispos y algún inquisidor, otrora mecenas tuyo), abres nuevos horizontes y propones alternativas donde parece que no hay salida o se cree que la salida es una sola. Te reconozco como uno de los teólogos más innovadores de la teología latinoamericana, que propones una ética centrada en las “virtudes para otro mundo posible”, en la construcción de una fraternidad sororal eco-humana y de una teología del cautiverio y de la liberación.

En tu quehacer teológico has sabido compaginar ejemplarmente, durante cinco décadas, el rigor metodológico y la denuncia profética, otra manera de hacer teología y el compromiso político con los pobres de la tierra y con la naturaleza oprimida, cuyos gritos has sabido escuchar y a los que has querido responder desde la razón cordial. El rigor metodológico lo demuestras con el recurso a la doble mediación de la teología de la liberación: socio-analítica y hermenéutica, que se aprecia en todas las páginas de tus libros y en los artículos con los que nos sorprendes a menudo por ser reflexiones a pie de página llenas de profundidad y de sabiduría vital.

Utilizas la mediación de las ciencias humanas y sociales para un mejor conocimiento de la realidad, para descubrir los mecanismos de opresión que atentan contra la vida de los pobres y de la naturaleza y para liberar a la teología de su -quizá falsa-, neutralidad social, de su -supuesta- neutralidad política y de su -sólo aparente- indiferencia ética.

Recurres a la hermenéutica, necesaria para el estudio y la interpretación de los textos fundantes del cristianismo y para no caer en el fundamentalismo, una de las manifestaciones más perversas de las religiones que, siguiendo el refrán latino corruptio optimi pessima, convierten el vino espumoso de los orígenes en vinagre imbebible. A través de la hermenéutica analizas el pre-texto y el con-texto de dichos textos, descubres su sentido primigenio emancipador y preguntas por su significación y sentido hoy a la luz de los nuevos desafíos y de las nuevas preguntas que nos plantea la dura realidad. Una realidad que hemos construido nosotros y nosotras, en la que no podemos instalarnos cómoda y acríticamente, sino que estamos llamados a de-construirla para re-construirla de manera creativa e inclusiva. Un mundo en el que quepan todos los mundos. Desmentimos el viejo adagio conformista del pensamiento conservador: “las cosas son como son y no pueden ser de otra manera” y compartimos la afirmación del filósofo de la esperanza y de la utopía, Ernst Bloch, que inspiró buena parte de nuestra teología: “Si los hechos no coinciden con el pensamiento, peor para los hechos”.

Eres considerado, y con razón, uno de los principales cultivadores de la teología de la liberación (TL). A ella accediste a partir del impacto que te produjo el gran basurero que formaban las favelas de Petrópolis, donde llevaste a cabo un intenso trabajo socio-pastoral desde comienzos de la década de los setenta del siglo pasado. Tu reflexión teológica en clave liberadora nació, asimismo, de la necesidad de dar respuesta a las preguntas que te planteó un grupo de sacerdotes comprometidos con el mundo indígena de la selva amazónica hace ahora cinco décadas:

-¿Cómo anunciar la muerte y la resurrección de Jesús a indígenas que están siendo exterminados y muriendo por las enfermedades de los blancos?

 

– ¿Cómo anunciar la buena noticia de la salvación a las poblaciones explotadas?

 

– ¿Cómo hablar de Dios inteligiblemente, y no de manera cínica, a personas indígenas que viven la experiencia de lo sagrado en contacto con la naturaleza?

Las experiencias vividas en el mundo de la pobreza extrema y de la marginación cultural, por una parte, y la necesidad de responder a las preguntas que surgían de ahí, por otra, te llevaron a dedicarte por entero, profesional y vitalmente, a fundamentar la nueva metodología de la teología de la liberación, que comenzaste haciendo en tiempos del cautiverio, vivido durante la dictadura brasileña y los regímenes militares del continente latinoamericano.

La teología apenas ha mostrado interés por la ecología, desde Francisco de Asís hasta nuestros días. Tú ha llenado ese vacío llevando a cabo una reflexión teológica en perspectiva ecológica, que cuestiona la supuesta – ¡y falsa!- fuerza emancipadora del paradigma científico-técnico de la modernidad. Un paradigma selectivo, centrado en el ser humano, que ni es universalizable ni integral, ¡ni siquiera humano!

Como alternativa propones un nuevo paradigma en el que el ser humano no compita con la naturaleza, sino que esté en diálogo y comunicación simétricos con ella, con relaciones de sujeto a sujeto, y no de sujeto a objeto. El ser humano y la naturaleza conforman un entramado de relaciones multidireccionales caracterizadas por la interdependencia y no por la autosuficiencia, por la fragilidad del mundo y la vulnerabilidad humana, y no por la omnipotencia, la insolencia y la arrogancia. Se establece, entonces, un pacto entre todos los seres del cosmos regido por la solidaridad cósmica, la fraternidad-sororidad sin fronteras, ni gremialismos o tribalismos y el cuidado, virtud de la ética eco-humana. Es “la opción Tierra”, título de uno de sus libros más bellos.

Muchos somos los discípulos que seguimos tus lecciones de ecología integral, entre ellos el papa Francisco en su encíclica Laudato Si. Sobre el cuidado de la casa común, de 2015, que se inspira en tus textos y en tu testimonio de amor a la tierra y se inicia con el Cántico de las criaturas: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba… Esta hermana llama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”. Encíclica que se hace eco de tus críticas al antropocentrismo, incluido el antropocentrismo cristiano.

“La razón no puede florecer sin esperanza. La esperanza no puede hablar sin razón” escribe Ernst Bloch en su magna obra El principio esperanza, que leíste en alemán durante tus estudios en Munich y citas con frecuencia. Razón y esperanza o, mejor, optimismo militante, docta spes, es lo que mejor define tu vida, tu personalidad, tu obra. A tus 83 años sigues practicando la “esperanza contra toda (des)esperanza”.

Termino ya. No quiero alargar más esta epístola, que solo quiere una expresión de amistad y una manifestación de agradecimiento. A veces has sido acusado de utópico, acusación que comparto contigo. No se dan cuenta nuestros acusadores de que esa acusación, más que un insulto, es un elogio. Como en el poema de Eduardo Galeano, la utopía te sirve para caminar, que no es poco teniendo las piernas tan quebradas, razón por la cual, como dije en tu presentación en el Congreso de Amerindia de 2017 en la Ciudad de México, no puedes ni quieres arrodillarte ante el poder, cualquiera fuera este, incluido el del Vaticano. ¡Todo un milagro! El milagro de la esperanza y la utopía. Ad multos annos, Leonardo.

Tu amigo en la tribulación y la esperanza,

Juan José Tamayo, teólogo español de la liberación.