“La deuda impaga medioambiental y la injusticia ecológica de los países ricos con los de la periferia es característica estructural del capitalismo”

Max Ajl

EDICIÓN CRONICÓN.NET /

Entrevista a Max Ajl, especializado en sociología rural y profesor de la Universidad de Cornell.

“Los Estados ricos del norte han usado al Sur Global como cloaca para sus desechos de emisiones de CO2. Como estos territorios no se pueden restaurar en el corto plazo, a los pueblos y a los Estados del sur se les debe una urgente reparación económica. La deuda climática con los pueblos del sur corresponde cada año, nada menos, que al seis por ciento del PIB de las naciones del norte desarrollado”, sostiene este investigador social

En su opinión, “la COP26 que por estos días se reúne en Glasgow no logrará absolutamente nada, incluso desde la perspectiva más estrecha y horrible de preservar la ecología mundial con cero atención a la redistribución y la justicia”.

Ajl acaba de publicar su nuevo libro titulado Un nuevo acuerdo verde para los pueblos del mundo en el que ofrece una descripción general de los diversos Green New Deals, esbozando críticamente con sus proponentes, sus fundamentos ideológicos y sus limitaciones.

La investigación bibliográfica diagnostica que las raíces de la actual crisis socioecológica emergen de un sistema mundial dominado por las lógicas del capitalismo y el imperialismo. Para resolver esta crisis, argumenta, se requiere nada menos que de una transformación de la infraestructura y la agricultura en el Norte Global, y la convergencia industrial entre el Norte y el Sur. A partir de este contexto aporta una perspectiva distintiva al debate planteando la desmercantilización, el apoderamiento de la clase trabajadora, la lucha antiimperialista y la agroecología.

Capitalismo verde contra los pueblos del sur global

En relación con la COP 26 usted argumenta que la llamada “economía verde” lo que promueve es mantener la lógica de dominación existente ¿puede explicarnos su tesis?

La gran mayoría de las propuestas «progresistas» no apuntan ni al capitalismo ni al imperialismo. De hecho, son ciegas y sordas si se trata de indicar la responsabilidad de los países centrales del sistema. Si queremos cambiar el sistema-mundo, necesitamos tener una idea de lo que es. En términos generales debemos decir que el sistema capitalista es un sistema de acumulación polarizada: produce montañas de riqueza, por un lado, y mares de pobreza, por el otro. Esta es una de sus características y no un error del sistema: la riqueza acumulada en el núcleo del sistema se roba de los países de la periferia.

Para cambiar ese tipo de sistema-mundo, primero es necesario atacar los mecanismos de transferencia de valor de la periferia al centro. Entre ellos se incluyen el intercambio desigual con un núcleo receptor de bienes que concentran todos los recursos. Otro elemento es la acumulación primitiva, este factor geopolítico incluye la destrucción de la soberanía de las naciones de la periferia. Como ejemplo reciente podemos mencionar a Yemen (entre otros países de la región) donde la guerra es parte de los mecanismos para salvaguardar el petrodólar.

El Acuerdo Popular de Cochabamba de 2010 avanzó en estos sentidos.  No sólo restituyó las ideas de la Conferencia de Bandung –para el combate por la descolonización y la liberación económica – también agregó un elemento político nuevo: la lucha por la descolonización ecológica.

Lo explico en pocas palabras. Los Estados ricos del norte han usado al Sur Global como cloaca para sus desechos de emisiones de CO2. Como estos territorios no se pueden restaurar en el corto plazo, a los pueblos y a los Estados del sur se les debe una urgente reparación económica. La deuda climática con los pueblos del sur corresponde cada año, nada menos, que al seis por ciento del PIB de las naciones del norte desarrollado.

Esta deuda impaga y la injusticia ecológica es una característica estructural de capitalismo. A menos que se las identifique y denuncie los países centrales no pagaran su deuda con los pueblos del sur global.

Si no se toman en cuenta estas estructuras injustas las propuestas de una “economía verde”, lo único que harán es reproducir un sistema mundo altamente polarizado. No es creíble una política basada en eslóganes como «transición justa», «desarrollo sostenible» o «New Green Deal», a menos que se termine con los mecanismos de desarrollo desigual y se responda a las demandas de reparación de las naciones en desarrollo.

Con esta idea en mente, ¿qué tipo de reorganización se necesita para que la gente del Sur Global no termine pagando las consecuencias de la crisis climática?

Hay cinco elementos políticos básicos para reconfigurar las relaciones Norte-Sur. Un componente es la desmilitarización. En Cochabamba, los movimientos sociales del sur exigieron «un nuevo modelo de civilización en el mundo sin belicistas». Estados Unidos gasta más dinero en sus fuerzas armadas que todos los dólares que destina a la “lucha contra el cambio climático”. La militarización es la utilización terrorífica de la capacidad industrial para preservar la acumulación mundial y garantizar los flujos de valor del imperio. Hay que terminar con este flagelo.

En segundo lugar, se debe respetar efectivamente la soberanía popular. Los habitantes del Norte deben resistir activamente los intentos de asfixiar económicamente a los países del Sur con la imposición de sanciones coercitivas unilaterales.  Esto significa la abolición de las sanciones que se utilizan para criminalizar a quienes defienden su soberanía nacional.

Respetar los principios básicos del derecho internacional significa respetar la soberanía territorial de Estados como Siria y Venezuela. Siria está ocupado por tropas estadounidenses, y Venezuela, igual que Cuba sufren, todavía, sanciones impuestas por EE.UU. y la Unión Europea. Que se sepa la izquierda occidental no ha realizado ningún tipo de protesta importante ante este flagrante atentado contra los derechos humanos.

Eliminar la desestabilización externa no significa que estos países repentinamente construirán sociedades socialistas. Sin embargo, la eliminación de la agresión externa creará condiciones para avanzar en la lucha social, en una mejor redistribución de la riqueza, en la justicia ecológica y en las libertades democráticas.

En tercer lugar, es necesario que se pague la deuda climática con el sur global. Los movimientos ambientalistas del norte han escondido intencionalmente esta demanda.  Mientras se distanciaban de los gobiernos de Evo Morales y Hugo Chávez, se manifestaron hipócritamente contra el extractivismo (que es un insumo de materias primas claves para la acumulación de riqueza del norte).

El Acuerdo de Cochabamba exigió específicamente el pago de una deuda histórica para “ayudar a los países y personas pobres por los crecientes costos y daños que las emisiones de CO2 que siguen siendo provocada por los países desarrollados”. El monto de esta deuda corresponde al seis por ciento del PIB del norte (alrededor de $ 3,2 billones a los países de la OCDE).

En cuarto lugar, deberíamos exigir una reducción inmediata de las emisiones de energía fósil en el Norte global. El capitalismo ha transformado las emisiones en un pingüe negocio a través de los llamados “mercados del carbono” y ha convertido extensos territorios del sur global en sumideros de CO2.

En quinto lugar, debemos llevar a cabo una autentica descolonización que incluya el apoyo a las luchas de los pueblos originarios en América Latina, Canadá, Estados Unidos y en lugares como Palestina y el Oriente Medio.

Hay gente en la izquierda que aboga por una solución anti-extractivista. Sobre el papel, parece una gran solución. Sin embargo, la gente que vive en Venezuela, Bolivia o Nigeria no puede congelar la producción de estos insumos. Sería suicida para ellos. Entonces, ¿qué políticas se deben seguir en las economías extractivistas de la periferia?

Uno debe reconocer que las campañas anti-extractivistas reflejan problemas sociales reales. Por ejemplo, la gente en Bolivia y Venezuela deben lidiar con los horribles daños ecológicos por la extracción de estos recursos naturales. Sin embargo, las campañas anti-extractivistas del Norte no son más que armas propagandísticas contra el desarrollo del Tercer Mundo.

No hay industrialización posible en ninguna parte del mundo sin la extracción de restos recursos, especialmente de los minerales. Que la extracción produce costos políticos, sociales y ecológicos es un hecho innegable. Entonces la pregunta es: ¿cómo equilibrar esos costos con la necesidad de salir de la pobreza? Evidentemente, no hay una respuesta sencilla.

Una respuesta es un intercambio justo o una “acción internacional a favor de precios justos y estables para las exportaciones del Tercer Mundo”. En otras palabras, si los países produjeran la mitad de litio y recibieran los mismos ingresos, entonces sería más fácil resolver el dilema del desarrollo de estas naciones.

En cambio, la teoría anti-extractivista elude la responsabilidad del norte. El Observatorio Tunecino para el Medio Ambiente ha expresado con justeza que “la obligación de actuar recae sobre todos, aunque no la responsabilidad”. Es bueno tener mejores términos de intercambio con China, y Europa, pero es mejor retener el valor mediante la industrialización in situ.

En la COP15 de Copenhague, Hugo Chávez dijo: “¡No cambiemos el clima, cambiemos el sistema!”. Más recientemente, el vicepresidente de Bolivia, David Choquehuanca, hizo un llamado a un enfoque anticapitalista y antiimperialista del cambio climático. ¿Qué significa esto?

En el mejor de los casos el Norte está imponiendo un cambio keynesiano. Chávez y Choquehuanca salieron al escenario político mundial para decirnos que debemos acabar con el capitalismo. Choquehuanca denunció la “acumulación ilimitada del capitalismo verde» cuando aplica tecnologías en la biología, la biotecnología, la inteligencia artificial y la colonización espacial. Chávez habló de “dictadura imperial” y colocó la responsabilidad por el desastre climático a los Estados Unidos y sus aliados.

Es poco solidario que gente de izquierda se sienta cómoda hablando del extractivismo venezolano o boliviano y no denuncie las responsabilidades del núcleo imperial. No podemos combatir la crisis climático con justicia para todo el mundo, sin identificar al capitalismo y al imperialismo como los responsables de la destrucción del planeta.