Hacia una auténtica propuesta anticapitalista

POR JULIO CÉSAR CARRIÓN CASTRO

Es totalmente equivocado y tramposo, promover y participar en la llamada «democracia electoral»; eso de votar creyendo que se puede lograr un capitalismo amable, un «capitalismo con rostro humano»

Quienes asumen que la explotación laboral, la miseria social y la crisis ecológica son superables, sin apartarse de la lógica depredadora del capitalismo, confiando ilusamente en un desarrollo y un  «progreso» ilimitado, bajo las relaciones sociales de producción fijadas por las clases burguesas y,  grotescamente, renuncian a las tesis y propuestas de la utopía socialista, pero también  aquellos que no han logrado zafarse de las viejas ortodoxias, supuestamente «revolucionarias», con sus estériles militancias, su sectarismo, su rigurosa disciplina y sus jerarquías que lograron hacer del marxismo una ideología autoritaria y fría, con un recetario de dogmas, el monopolio de pretendidas «verdades revolucionarias», un pormenorizado listado de herejías y sus aparatos autoritarios, sistemáticamente jerarquizados bajo el confuso ambage del llamado «centralismo democrático». A todos ellos me permito solicitarles que abandonen esas rigideces teoréticas y/o pragmáticas insustanciales, y se comprometan, más allá de poses y de fanatismos, en estudiar y aplicar, claros análisis  acerca de la realidad política y socio-económica contemporánea, con el propósito de ir consolidando seriamente un proyecto anticapitalista auténtico y no una simple farsa, acomodaticia y ventajosa, exclusivamente para quienes pretenden un “capitalismo con rostro humano” o, peor aún, para aquellos que persisten en las criminales ataduras a un “socialismo” autoritario o stalinista a nombre de “gloriosos” partidos de una «izquierda internacional» ya desaparecida.

Tanto los liberales, como los socialdemócratas y todos los defensores de un socialismo o comunismo retórico no nos proveen más que de citas justificatorias del inútil quehacer de esos organismos desuetos, que han terminado reducidos a la defensa de una vaga noción de democracia y a una mediocre concepción de socialismo, que dicen defender y que les lleva a aceptar como fundamental el “desempeño aceptable” de los gobernantes de hoy, o a convalidar un fatuo pacifismo, publicitando y promoviendo las tesis de la “no violencia” que, en última instancia, sólo sirven a los intereses del poder y del Estado “el más frío de todos los monstruos fríos”.

Personajes de esta “izquierda” desabrida que a tiempo que, desde una especie de pseudo-humanitarismo bobalicón y abstracto rechazan “toda forma de violencia”, están dispuestos a alentar el expansionismo militar y el fortalecimiento del “monopolio armado del Estado”. Su cinismo pragmático no excluye el “apoyo patriótico” a sus enemigos de clase, supuestamente a favor de los intereses nacionales que supuestamente son de índole suprapartidista.

En realidad se trata de confrontar todos esos “revolucionarios” que no están interesados en desarrollar los procesos revolucionarios, y que como lo señalara Zizek se distribuyen en estas cinco categorías:

1.- Aquellos que solamente buscan una tibia confrontación al poder (ecologistas de escritorio, feministas, sexistas, animalistas, multiculturalistas…) como política exclusiva y central, abandonando la esfera de la economía. Son reformistas superficiales que anhelan una especie de consenso social.

2.- Los que simplemente desean restablecer el llamado «Estado de Bienestar», sin tener en cuenta que variaron las circunstancias históricas y sociales que hicieron «factible» ese fenómeno.

3.- Los que creen que las nuevas tecnologías -como internet- abrirán caminos expeditos e imparables hacia un socialismo virtual ya preanunciado.

4.- Aquellos que creen que manteniendo ortodoxias, válidas en los comienzos del pasado siglo se puede confrontar el capitalismo y aplican mecánicamente análisis ya arcaicos a las circunstancias y condiciones actuales. Hablan entonces de «la vanguardia de la clase obrera», y por ahí mismo de «traiciones», y de «tergiversaciones», etc. Como creyendo que siguen poseyendo la «línea correcta».

5.- Otra expresión de gran presencia en la «izquierda» contemporánea es la de los seguidores de «las terceras vías», que en última instancia no es más que la claudicación de las opciones revolucionarias, a favor del statu quo.

Todos ellos, según Zizek, son revolucionarios que no desean la revolución, sino el acomodamiento.

Por el contrario, a los auténticos anticapitalistas, como lo plantean Michael Löwy y Samuel González, en su escrito ‘Apuntes para el socialismo del siglo XXI’ -una muy clara y auténtica propuesta anticapitalista para el siglo XXI, que me permito recomendar-, nos debe interesar el bagaje de la herencia marxista revolucionaria, libertaria y romántica, en su pluralidad contradictoria pero potencialmente convergente.

Debemos creer en la eficiencia del fracaso, en la validez del triunfo de quienes históricamente han sido derrotados. Fortalecer la opción de los vencidos, contra todas las formas de transfuguismo, de conciliación y de entreguismo, pero también contra el dogmatismo, y el desespero “vanguardista”, contra todas esas pequeñas iglesias ensimismadas que se creen dueñas del proyecto revolucionario.

Los autores nos proponen tres dimensiones que nos parecen importantes para el socialismo del siglo XXI: el romanticismo, el anarquismo y la ecología. Bien vale la pena detenernos en el estudio de su validez…