
POR GILBERTO LOPES /
La falta de resultados crea espacios para algunos de los impulsos más oscuros de la humanidad, dijo, desde su alta investidura, el Secretario General de Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres, en su discurso ante la Asamblea General. Un escenario donde, cada año, en el mes de septiembre, los lideres de todo el mundo iluminan esos rincones oscuros con sus puntos de vista sobre el destino de la humanidad.
Con la pandemia de la Covid-19 como paño de fondo, Guterres recordó que la mayoría en el mundo rico está vacunada, mientras 90% de los africanos esperan todavía su primera dosis.
En cuanto al cambio climático, destacó lo que estamos viendo en cada continente: temperaturas abrasadoras; terribles pérdidas de biodiversidad; aire, agua y espacios naturales contaminados; y desastres relacionados con el clima a cada momento.
Después fue la vez de los líderes políticos de cada nación de contar sus historias, de describir el mundo tal como lo ven.

Un paria en la presidencia
El primero fue el presidente brasileño, Jair Bolsonaro. Su papel en la inauguración de la Asamblea General tiene especial relevancia.
Pese a que Brasil no logró su incorporación como miembro permanente en el Consejo de Seguridad, como pretendía entonces, fue uno de los Estados fundadores de la ONU y el primer país en adherirse a la organización, en 1945. Siguiendo una tradición desde que el jefe de su delegación, en la primera sesión especial de la Asamblea General, el excanciller Osvaldo Aranha, en 1947 inauguró la reunión, el presidente brasileño es el primero en hablar.
Recién llegado a Nueva York, Bolsonaro oyó al alcalde Bill di Blasio decirle que, sin vacunarse, no debería molestarse en visitar la ciudad. Impedido de entrar en restaurants, por no estar vacunado, la foto de Bolsonaro y la delegación brasileña comiendo pizza de pie, en la calle, dio la vuelta al mundo.
“Una humillación tras otra”. “Tenemos un paria en la presidencia”, escribió entones la periodista brasileña Vera Magalhães. “Bolsonaro avergüenza a los 213 millones de brasileños a los que debería representar”, dijo el expresidente Luis Inácio Lula da Silva.
Luego, Bolsonaro habló en la apertura de la Asamblea General. “Brasil ha cambiado mucho desde que asumí la presidencia, en enero del 2019. No es poca cosa, si tenemos en cuenta que estábamos al borde del socialismo”, afirmó.
El mandatario le preguntó al mundo, desde la tribuna de la Asamblea General: “¿Qué otro país tiene una política de protección ambiental como nosotros?”, mientras la deforestación de la amazonia registra los índices más altos de los últimos años, según datos de organismos especializados.
“Brasil tiene un presidente que cree en dios, respeta la Constitución, valora los principios de la familia y es leal a su pueblo”, agregó, no sin antes defender medidas para enfrentar la Covid no recomendadas por las autoridades sanitarias mundiales.
En Brasil, casi 600 mil personas han muerto y la pandemia registra más de 21 millones de casos, mientras el mundo, con más de 232 millones de casos, va camino a los cinco millones de muertos.
Bolsonaro defiende tratamientos preventivos ineficaces contra la Covid y rechaza la vacuna, y su ministro de Salud, Marcelo Queiroga, resultó positivo en Nueva York, donde quedó en cuarentena. Pero no fue el único. Eduardo Bolsonaro, diputado federal e hijo del mandatario, fue diagnosticado también con el coronavirus, dos días después del regreso de la delegación a Brasil, causando preocupación entre los que se reunieron con ellos en Nueva York, sin mascarillas.
El aliado más confiable
Una semana antes del debate en la Asamblea General, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden anunció un acuerdo con Gran Bretaña, conocido como Aukus, para suministrar a Australia una flota de hasta ocho submarinos de propulsión nuclear.
“Los Estados Unidos no tienen aliado más confiable que Australia”, afirmó poco antes de su encuentro con el primer ministro Scott Morrison, en el marco de la Asamblea General.
El anuncio remeció las relaciones de Washington con París (y, por extensión, con La Unión Europea, que asumió como propia la protesta francesa), que ya tenía avanzada una millonaria negociación para suministrar a Australia 12 submarinos de propulsión convencional.
“Si bien China no es mencionada en el acuerdo, no hace falta ser un genio para entender que esta iniciativa es una respuesta a la percepción de una creciente amenaza china”, dijo Stephen M. Walt, columnista de la publicación conservadora norteamericana Foreign Policy y profesor de relaciones internacionales en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard.
“Equipar Australia con submarinos de propulsión nuclear, extremadamente silenciosos, permitirá a Australia desempeñar un papel más activo en la región, junto con los otros miembros del Diálogo Quadrilateral sobre Seguridad (Quads), Estados Unidos, India y Japón”, afirmó.
Hasta ahora, dice el artículo, la opinión pública australiana era ambivalente sobre las implicaciones de la creciente presencia china en la región. Los empresarios veían con interés la posibilidad de incrementar sus negocios, mientras analistas advertían que oponerse al crecimiento chino no era de interés para Australia.
Pero la conducta “cada vez más beligerante de China”, dice Walt, principalmente la agresiva respuesta a la solicitud de Camberra de una investigación independiente sobre el origen del coronavirus (alineada con las propuestas del expresidente Donald Trump sobre este tema), alimentó un creciente distanciamiento entre los dos países.
Más lejos y más rápido
La importancia del Aukus, en particular del modelo de propulsión nuclear que se suministrará a Australia, es discutida en detalle por el profesor de estrategia en el U.S. Naval War College’s China Maritime Studies Institute, Andrew S. Erickson.
La propulsión determina cuán rápido y cuán largo un barco puede ir, afirma. “Los modelos avanzados de propulsión, particularmente los nucleares, son celosamente guardados por las potencias extranjeras líderes” en esta materia.
Este acuerdo trinacional, agregó, “tomará un tiempo considerable, dinero y esfuerzos para transformarse en poder marítimo, pero la lógica es clara e irresistible. Camberra enfrenta una amenaza estratégica sísmica de Beijing y, de manera comprensible, apostó por uno de los acuerdos de tecnología militar más revolucionario en décadas”. Un acuerdo que Erickson ve con mucha simpatía.
Propulsión nuclear no es lo mismo que armas nucleares, se apresuraron en aclarar en Australia. “Permítanme ser claro, Australia no está buscando adquirir armas nucleares o establecer una capacidad nuclear civil y continuaremos a cumplir nuestras obligaciones en materia de no proliferación nuclear”, dijo el primer ministro Scott Morrison.
Pero, según Tyler Pager, reportero del Washington Post en la Casa Blanca, los expertos han expresado preocupación por el impacto que la medida pueda tener sobre el escenario del poder nuclear.
Si Australia sigue esta ruta y construye submarinos de propulsión nuclear y saca material nuclear de los controles, sentará un precedente muy peligroso, dijo al Post James Acton, codirector del Programa de Política Nuclear del Carnegie Endowment for International Peace.
“Si es un submarino norteamericano, ellos tienen uranio altamente enriquecido en sus reactores y eso plantea un problema de proliferación en los términos en lo que Australia ha venido planteando este tema. No cualquiera puede tener este tipo de combustible”, dijo el senador australiano Rex Patrick –él mismo un antiguo submarinista– al diario local ABC.
Un portavoz de la embajada china en Washington, Liu Pengyu, dijo a la agencia inglesa Reuters que los países no deberían construir bloques excluyentes, contra los intereses de terceros. En particular -agregó– “deberían descartar la mentalidad de la Guerra Fría y de prejuicios ideológicos”.
El portavoz de la Cancillería china, Zhao Lijian dijo que tal cooperación entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia “socava los esfuerzos internacionales de no proliferación nuclear”, además de “intensificar deliberadamente la tensión regional, provocar una carrera armamentista y amenazar la paz y la estabilidad regionales”.
Vieja alianza
Pero el alineamiento de los sectores más conservadores de Australia con los Estados Unidos tiene una historia más larga. Menos celebrada que el Aukus ha sido la denuncia de que el Servicio Secreto Australiano de Inteligencia (ASIS) cooperó con el de Estados Unidos en los años del gobierno chileno de la Unidad Popular, entre 1971 y principios de 1974, para facilitar el golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende.Australianos de origen chileno divulgaron en Sidney, el pasado 17 de septiembre, una carta pública a la canciller Marise Payne exigiendo la desclasificación de los documentos sobre las actividades de ASIS en Chile en esos años y su papel en la conspiración contra el gobierno de la Unidad Popular. Una exigencia que no ha tenido respuesta todavía.
No a la Guerra Fría
El discurso de Biden fue el primero pronunciado ante la Asamblea General desde que asumió la presidencia de los Estados Unidos, en enero pasado. Habló después de Bolsonaro.
Estados Unidos competirá vigorosamente, con sus valores y con su fuerza, pero “no estamos deseando una nueva Guerra Fría o un mundo dividido en bloques rígidos”, afirmó.
“Defenderemos a nuestros aliados y a nuestros amigos y nos opondremos a los intentos de los países fuertes de dominar a los más débiles, ya sea por control de territorio por la fuerza, por coerción económica, explotación tecnológica o desinformación”. Un listado que caracteriza bien la relación que Washington ha mantenido a lo largo de los años con América Latina.
En estos ocho meses en el cargo he priorizado la reconstrucción de nuestras alianzas, afirmó Biden. En primer lugar, el compromiso con la OTAN (con cuyos miembros discute nuevos conceptos estratégicos para enfrentar a China); luego, con la Unión Europea; con el Quad, la alianza con Australia, India y Japón que busca crear un frente capaz de confrontar la presencia china en el sudeste asiático y en la región Indo-Pacífico; y el retorno a las organizaciones regionales. Entre ellas, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), pero también la OEA.
Biden reiteró, en su discurso, la decisión de defender los “valores democráticos” en todo el mundo. Algo a lo que el presidente chino, Xi Jiping, se refirió, señalando que “un mundo de paz y desarrollo debe incluir civilizaciones diversas y acomodarse a diversas formas de modernización. La democracia no es un derecho especial reservado a un país determinado, sino algo que los ciudadanos de todos los países tienen derecho a disfrutar”.
Escepticismo ante llamados a la paz
En un comentario sobre el discurso de Biden, el diario británico The Guardian afirmó que “líderes mundiales respondieron con escepticismo a sus llamados por la paz”, hecho solo días después de que se revelara el acuerdo, negociado en secreto durante meses con Australia por Estados Unidos y el Reino Unido, para entregarle una flota de submarinos de propulsión nuclear.
Algunas personas podrían ver en esa política de favorecer a las democracias los intereses ocultos de Estados Unidos, había dicho el diario británico, en un editorial, el pasado 22 de septiembre. Podría haber también peligros si se tratara de alcanzar estos objetivos con una política demasiado agresiva. El editorial advierte que presentar una eventual incorporación de Ucrania a la OTAN, en la frontera rusa, como una medida “democrática”, podría ocasionar una respuesta militar de ese país; o que la defensa de la democracia taiwanesa no debería llevar a una confrontación con China.
“Los desafíos de nuestra época –dice el editorial– como la emergencia climática, requieren de la cooperación internacional para ofrecer medidas globales y evitar políticas que perjudiquen a los vecinos”.
Aumento de la tensión regional
“El presidente Biden está trabajando muy de cerca con aliados y socios para competir con China y renovar el papel de Estados Unidos en el mundo”, afirmaron Ashley Towsend, Susannah Patton y Tom Corben, tres especialistas del Lowy Institute de Sidney, Australia, sobre las perspectivas de la política norteamericana en la región Indo-Pacífico.
La reunión anual de consulta entre Australia y Estados Unidos (AUSMIN), celebrada el 16 de septiembre en Washington, ofrecía a Biden una ocasión para reforzar su presencia en la región. El acuerdo de asociación tecnológica entre Washington, Londres y Camberra apunta en esa dirección.
Pero provocó una respuesta airada de Francia, que llamó a consulta a sus embajadores en Washington y Camberra, para manifestar su rechazó a lo que el canciller Jean-Yves le Drian calificó de “una puñalada por al espalda”. Francia estaba negociando un acuerdo para suministrar a Australia una flota de 12 sumergibles convencionales, un contrato estimado en unos 66 mil millones de dólares.
La AUSMIN le ofreció a Australia dos oportunidades, afirman los especialistas del Lowy Institute: aprovechar los lazos bilaterales en materia de defensa para promover una mayor presencia militar norteamericana en la región y hacer con que Washington enfoque sus políticas hacia una mayor confrontación con China.
Australia busca desarrollar también misiles de precisión como estrategia de “disuasión” hacia China, una medida que daría al país un mayor valor estratégico frente a sus aliados.
Todo lo que, en opinión de Beijing, contribuirá a “intensificar deliberadamente la tensión regional”. El presidente chino no estuvo presente personalmente en la Asamblea General. Pero envió su mensaje: el mundo es lo suficientemente grande para que puedan convivir el desarrollo y el progreso de todos los países. Los países no necesitan competir entre sí, el éxito de un país no significa el fracaso de otro, afirmó Xi.
Xi propuso en su discurso una Iniciativa de Desarrollo Global para revitalizar la economía y promover un desarrollo “más robusto, ambientalmente amigable y más balanceado”. “Proponemos que el mundo ponga el desarrollo en el tope de la agenda de la macro política global; fortalezca la coordinación entre las principales economías y asegure la continuidad política, la consistencia y la sostenibilidad”.
La intervención militar extranjera y la llamada transformación democrática solo traen problemas, agregó.