
POR JAIME FLÓREZ MEZA /
Segunda entrega del informe Philip Agee: el espía que renunció a la CIA y la develó ante el mundo.
«Seis años en Latinoamérica me han enseñado que las injusticias provocadas por pequeñas minorías sobre las masas populares no pueden mejorarse lo suficiente mediante movimientos de reforma como la Alianza para el Progreso. Las clases dirigentes nunca abandonarán, por su propia voluntad, sus privilegios y confort especiales”.
Philip Agee. La CIA por dentro. Diario de un espía.
Philip Agee ha sido transferido a la estación de la CIA en Montevideo, Uruguay, después de tres años en Ecuador, los cuales, según su balance, fueron políticamente exitosos para la Agencia y el gobierno de los EE.UU. por el derrocamiento de dos gobernantes (Velasco Ibarra y Arosemena) que simpatizaban con Cuba, y por la imposición de una junta militar de gobierno: fórmula que será replicada en América del Sur en los años venideros. La rebeldía de Agee aún está lejana, pero en Uruguay empezará a sentir una crisis de identidad con la CIA.
En el Cono Sur
En 1964 México, Brasil, Chile, Bolivia y Uruguay aún mantenían relaciones diplomáticas con Cuba. Brasil estaba gobernado por el líder progresista João Goulart, que había asumido la presidencia en agosto de 1961 tras la renuncia de Jãnio Quadros. En los siguientes años y hasta su derrocamiento en 1964, Goulart llevó a cabo importantes reformas sociales y económicas: reforma agraria, alfabetización masiva, mejoramiento del sistema de salud, incremento del impuesto a la renta, exigencia a las compañías multinacionales de invertir en el país una parte de sus ganancias. En febrero de 1964, cuando Agee se encuentra visitando el nuevo cuartel general de la CIA en Virginia, su primer jefe de estación en Quito, Jim Noland, ha sido nombrado jefe de la rama Brasil: “Brasil continúa inclinándose a la izquierda bajo el gobierno de Goulart. Jim ha hecho varios viajes a Brasil el año pasado y ha sacado en conclusión que este país es el problema más serio para nosotros en Latinoamérica, de hecho, más serio que Cuba por la crisis de los misiles”.[1] Es ésta su única alusión a los misiles soviéticos en Cuba.

El 15 de marzo de 1964 Agee llega finalmente a Montevideo, dos semanas después del nacimiento de su segundo hijo. “Esta es una ciudad maravillosa”, dice, “no es extraño que se la considere la más codiciada de la División WH”,[2] esto es, West Hemisphere: Hemisferio Occidental. El cambio ha sido radical:
“Uruguay es la excepción a la generalidad de los países latinoamericanos, con su imagen de una sociedad integrada organizada hacia un moderno y benéfico bienestar. Aquí no hay una masa de indios marginados y hundidos en una terrible pobreza, no existen contradicciones geográficas naturales entre las plantaciones de la costa y las de la sierra, no hay continuas crisis e inestabilidades políticas, no hay masas analfabetas, no hay militarismo, no hay altos índices de nacimientos descontrolados. En Uruguay, inmediatamente percibí muchos de los beneficios que espero que el programa de reformas de la junta logre para Ecuador”.[3]
El último comentario muestra que Agee parecía confiar, en ese momento, en que todo el trabajo que hacían los oficiales de la CIA en los países llamados subdesarrollados o en aquellos en vía de desarrollo era, pese al intervencionismo de su gobierno, por una causa verdaderamente democrática: por el desarrollo y fortalecimiento de la democracia en todos los países del Hemisferio Occidental. Y que ello era posible aún si se impusiera un gobierno militar en un país como Ecuador. Era, si se quiere, una actitud romántica frente a su trabajo. No pasará mucho tiempo para que se dé cuenta de lo equivocado que estaba.
Sea como fuere, Agee se ve enfrentado ahora a una intervención que será mucho más complicada que la de Ecuador: “El avanzado estado de desarrollo de Uruguay, comparado con Ecuador, se ve claramente reflejado en el análisis del entorno operacional, que es mucho más sofisticado y hostil que en los países pobres y atrasados. A pesar de que hay similitud en los objetivos de las dos estaciones, las diferencias se ven más claras en la mayor capacidad que tiene aquí el enemigo”.[4] Asimismo, encuentra que a diferencia de Ecuador el Partido Comunista del Uruguay (PCU) “es un partido bien organizado y disciplinado, con más influencia de la que le correspondería por su número de afiliados”.[5]
Al pasar revista a los distintos grupos y organizaciones de izquierda en Uruguay Agee advierte que no sólo su organización e influencia es óptima, sino que la fuerte división que caracterizaba a las izquierdas latinoamericanas en esos años era menor en la llamada “Suiza de América”. La presencia de misiones diplomáticas comunistas, además de la soviética y la cubana, abarcaba a todos los países de Europa del Este: Alemania Oriental, Checoeslovaquia, Polonia, Hungría, Bulgaria, Rumania y Yugoslavia, es decir, toda la denominada “Cortina de Hierro” comunista. De hecho, “el clima operacional de acá, con los rusos, los cubanos, los checos, sus servicios de inteligencia y una oposición política local bastante sofisticada en el PCU y organizaciones afines, es algo menos tranquilo que en Ecuador”,[6] puntualiza Agee.
Otro aspecto que habrá de tener presente es el importante número de exiliados, particularmente argentinos y paraguayos: “Uruguay, con su ambiente político benévolo y permisivo, es el refugio tradicional para los políticos exiliados de otros países”.[7] En el primer caso se trata de activistas peronistas que encontraron un refugio seguro en Montevideo tras el derrocamiento de Perón en 1955; en el segundo, de miembros del Partido Comunista del Paraguay (PCP), que operaba casi totalmente fuera de su país desde ciudades como Buenos Aires, Montevideo y São Paulo, debido a la represión de la dictadura de Stroessner a los activistas del PCP, que eran perseguidos y encarcelados.
Caso muy distinto es el de Uruguay: “El éxito muy limitado que tuvo hasta ahora la estación para lograr agentes infiltrados en el PCU se debe, en gran parte, al bienestar y el alto nivel de vida: los comunistas uruguayos simplemente no están tan desamparados y acosados como sus colegas de países más pobres, y por eso son menos susceptibles a ser reclutados en términos mercenarios”.[8] Para Agee la tarea es, por tato, abrumadora: “Como en Ecuador, la estación de Montevideo hace miles de cosas con un número bastante reducido de oficiales”.[9]
En Uruguay gobernaba por entonces el Partido Nacional —también conocido como Partido Blanco, de centroderecha, actualmente en el poder—, que según Agee sufría “la complejidad como la fragmentación de la política uruguaya, y el efecto que estas condiciones tienen sobre nuestras operaciones”.[10]
El 1° de abril de 1964 ocurre en Brasil un hecho ávidamente apoyado por el gobierno estadounidense a través de la CIA: el derrocamiento de João Goulart por un golpe militar. Un suceso trágico para Sudamérica, como quiera que marca el inicio de la era más brutal de dictaduras militares en la región.
“Nuestra campaña contra Goulart tuvo más o menos la misma línea que las que realizamos contra la infiltración comunista en los gobiernos de Velasco y Arosemena, en Ecuador. Según Holman [jefe de Agee en Montevideo], la estación de Río y sus bases más importantes estaban financiando las manifestaciones urbanas masivas contra el gobierno de Goulart, demostrando que los viejos temas de Dios, el país, la familia y la libertad son tan efectivos como siempre. La caída del presidente de Brasil se debe, sin duda, en gran parte a las campañas de propaganda cuidadosamente planificada que comenzaron por lo menos en las elecciones de 1962”.[11]

Por otro lado, Agee encuentra que la represión practicada por los agentes de la CIA locales, por intermedio de su enlace con la policía uruguaya, era posiblemente mayor que la que había en Ecuador a causa de la supuesta peligrosidad que la izquierda representaba en el país oriental: “en los interrogatorios se acostumbraba torturar a los comunistas y otros izquierdistas de extrema, cosa que hacían nuestros agentes de enlace en la policía”.[12]
Como lo esperaba la estación de la CIA en Montevideo, empezando por su jefe Ned Holman, miembros del depuesto gobierno brasileño no tardan en empezar a llegar a Uruguay en calidad de refugiados; el propio Goulart lo hace el 5 de abril de 1964. No obstante, “en Uruguay el golpe militar brasileño no ha sido bien recibido, porque consideran que Goulart había sido elegido correctamente por el pueblo y, además, un fuerte gobierno militar en Brasil puede significar dificultades en Uruguay por los exiliados”.[13]
La guerra de propaganda
Como ha sido una constante en relación con los gobiernos progresistas derrocados bajo el patrocinio de la CIA, ésta a su vez no tardó en “realizar propaganda a favor del nuevo gobierno brasileño y en descrédito de Goulart en todo el hemisferio”.[14] Muchas personalidades de la cultura brasileña también habrían de exiliarse; fue el caso del renombrado pedagogo crítico Paulo Freire, muy activo en los programas de alfabetización, que estuvo asilado en Chile durante cinco años (1964-1969).

Si la revolución marxista-leninista y maoísta, prometida por sus militantes para toda América Latina, era la combinación de todas las formas de lucha, en el contexto internacional de la Guerra Fría la CIA empleaba todos los medios para contrarrestarla. Y ello incluía, por supuesto, una guerra de la información con la que se buscaba, entre otras cosas, el rompimiento de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y sus satélites o la expulsión de funcionarios clave de legaciones de estos países. Una información del siguiente tipo podía producir esos efectos: “Se asegura que los movimientos de insurgencia en Venezuela, Honduras, Perú, Colombia, Argentina, Panamá y Bolivia están dirigidos por las embajadas de Rusia y de Cuba en Ciudad de México, Buenos Aires y Montevideo, sin excluir una mención a los chinos comunistas”.[15]
Pero en Uruguay era muy difícil que esos efectos diplomáticos se dieran, entre otras razones por el mal sabor que había dejado el golpe militar en Brasil: “Las corrientes políticas acá continúan estando en contra del nuevo gobierno militar en Brasil y nos dificultan publicar comentarios editoriales a favor”.[16] Uruguay era un bastión de la democracia que rechazaba los gobiernos de facto (diez años más tarde, por desgracia, caería bajo uno de ellos). En cuanto a la ruptura de relaciones con Cuba, había una explicación: en esos días el gobierno militar de Brasil estaba presionando a Uruguay para que impidiera a los exiliados de su país realizar cualquier tipo de actividad política. “Y no es que los uruguayos sean partidarios del comunismo ni estén bien dispuestos hacia la revolución cubana”, comenta Agee, “sino que la piedra fundamental de la política exterior uruguaya es la de la estricta no intervención, debido a la vulnerabilidad de este país a las presiones de sus dos gigantes vecinos”.[17]
El 24 de abril de 1964 ocurren en Uruguay dos cosas aparentemente contradictorias: el Consejo Nacional de Gobierno (CNG) reconoce el gobierno militar de Brasil, mientras que João Goulart recibe el estatus de asilado político, “que le podía permitir mayor libertad para actividades políticas”.[18] El 15 de mayo otro asunto molesta también a la estación de Montevideo en relación con lo que está sucediendo en Chile con miras a las elecciones que se realizarán en septiembre próximo: “La estación de Santiago mantiene una gran operación para que Salvador Allende no salga electo presidente. Estuvo a punto de ser elegido en las elecciones de 1958, y ésta vez no hay otro candidato con posibilidades”.[19] Sin embargo, sí lo había: Eduardo Frei, del Partido Demócrata Cristiano, que ganaría las elecciones.
Agee, que para entonces no tenía otros referentes de comparación en América Latina como no fueran Ecuador y Uruguay, observa cuán distintas son las huelgas que se hacen en Montevideo: “¡Qué diferencia con Ecuador, donde una huelga general es suficiente para derrumbar un gobierno! Aquí el tránsito circula libremente y casi todo el mundo se va a la playa, aunque esté demasiado fresco para nadar”.[20]
Para agosto de 1964 sólo México y Uruguay se negaban a romper con Cuba, tras la decisión del gobierno chileno de hacerlo antes de las elecciones que están por realizarse, y el anuncio de Bolivia de que también lo haría. En Uruguay la CIA continuaba su presión:
“Estamos colocando editoriales en los diarios casi todos los días reclamando la unión de Uruguay a la resolución de la OEA de romper con Cuba. (…) Como propaganda adicional hemos conseguido que Juana Castro, la hermana de Fidel [Castro], haga una declaración a favor de la ruptura, durante la escala que hará su avión la próxima semana en el aeropuerto de Montevideo. Ella desertó en México en junio pasado y actualmente está haciendo una recorrida por toda Sudamérica, organizada por la estación de Miami y el cuartel general, para hablar sobre lo que ocurre en Cuba”.[21]
La gira de Juana Castro obedecía a que era parte de su trabajo como agente de propaganda de la CIA. Su declaración en Montevideo contra la Revolución cubana sí parece contribuir a la guerra propagandista de la CIA: el 8 de septiembre de 1964 el CNG vota a favor de la ruptura con Cuba. Pero la reacción popular se hace sentir y cientos de manifestantes provocan disturbios y se enfrentan con la Guardia Metropolitana y la Guardia Montada: fueron cinco días de violentas manifestaciones, algo que seguramente tomó por sorpresa a Agee, acostumbrado como estaba a la tranquilidad del país. La Universidad de la República se volvió el cuartel de los manifestantes, que también atacaron edificios de empresas norteamericanas, la planta de Coca-Cola, la sede de la OEA, las residencias de miembros del CNG que votaron por la ruptura y las sedes de los diarios que promovieron dicho rompimiento.
“Aquí hemos cumplido con nuestro trabajo”, dice Agee, “pero el pobre 0’Grady [subjefe de la estación en Montevideo] tendrá trabajo hasta fin de año enviando al cuartel general los recortes de todas las publicaciones sobre Cuba que hemos colocado en los medios”.[22]

La guerrilla de los Tupamaros
En enero de 1965 un ataque con bombas en las oficinas comerciales de la embajada de Brasil en Uruguay anuncia la aparición de una organización subversiva: en una de las paredes está escrita la palabra Tupamaros. Se trata, pues, del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), guerrilla urbana guevarista que operará hasta 1973 en que será derrotada y desarticulada, y que influirá sobre otras guerrillas del continente como la del M-19 en Colombia. Entre sus dirigentes estaba José “Pepe” Mujica.
El 15 de agosto de aquel año otra acción de esta guerrilla llama la atención de Agee: “El grupo terrorista Tupamaros continúa activo, hace poco colocó bombas en las oficinas de la Compañía Bayer y dejó allí una nota de protesta por la intervención norteamericana en Vietnam. (…) así que he comenzado a instar a Otero, el jefe de Inteligencia de la Policía, a que se concentre en ellos Ya no hay dudas de que éste es el grupo dirigido desde 1962 por Raúl Sendic, el líder cañero que se abrió del Partido Socialista”.[23] En octubre de 1965 la detención y tortura de un líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el ingeniero Julio Arizaga, por la vinculación que se cree que existe con el grupo insurgente, muestra a Agee que la tortura era un caso aislado y aún no estaba reinstalándose:
“Desde que el general Aguerrondo [colaborador y agente de enlace de la CIA] fue reemplazado como jefe de policía y terminaron las operaciones antiterroristas de Tom Flores [ex jefe de la estación de la CIA] han sido raros los prisioneros políticos torturados. (…) Puede ser que la tortura de Arizaga sea una excepción debido a la frustración de Braga [subdirector de Investigaciones de la policía y colaborador de la CIA en operaciones de enlace] por no poder detener los ataques de los tupamaros”.[24]
Para entonces el país estaba bajo estado de sitio debido a las medidas económicas adoptadas ese año en respuesta a la crisis económica que se vivía desde hacía diez años; pero, durante 1965 las huelgas se habían multiplicado y endurecido, y ahora sí paralizaban el aparato productivo. “La mayoría de los observadores coinciden en que el estado de sitio recientemente impuesto fue establecido no sólo para evitar las huelgas que paralizaban el país, sino también para impedir la oposición violenta a estas nuevas medidas económicas, que no iban a tener apoyo en los sindicatos”.[25] Con todo, el estado de sitio fue levantado el 23 de diciembre de 1965.
El 24 de diciembre Agee da cuenta de un robo de armas atribuido a los Tupamaros: “Otro importante robo de armas ocurrió la otra noche, posiblemente es un trabajo de los tupamaros. Se llevaron ochenta y seis revólveres, cuarenta y siete escopetas, cinco rifles y municiones, de un negocio de armería de esta ciudad”.[26] Será uno de tantos golpes. No obstante, durante la permanencia de Agee en Uruguay tanto la policía como la estación de la CIA no podrán avanzar mucho en el establecimiento de la identidad y estructura de la organización subversiva (aparte de lo de Sendic no parece haber mayor información), cuyas acciones se harán cada vez más notorias, temerarias y desafiantes, como aquella del secuestro y ulterior asesinato en 1970 de Dan Mitrione, enviado del gobierno estadounidense como asesor de la policía en prácticas de tortura: para que ésta fuera “más racional y eficaz”… Este hecho será la base de la película Estado de Sitio (1972), del afamado director franco-griego Costa Gavras.
El MLN-T se identificaba con la revolución cubana y específicamente con Ernesto Che Guevara, acaso el revolucionario más interesado en propagarla por América del Sur. En septiembre de 1965 la estación de la CIA en Montevideo recibe la visita de John Hart, subjefe de Asuntos Cubanos de la División WH. Agee cuenta que uno de los proyectos de Hart es “encontrar al Che Guevara, que desapareció hace unos seis meses y, a pesar de que hay indicios de que ha estado en África nadie sabe exactamente dónde está”.[27] Guevara aún estaba en el Congo, de donde se retiraría en noviembre de 1965 tras el fracaso de la lucha guerrillera en la que se había involucrado con un contingente de guerrilleros cubanos. Hart tendría que esperar dos años para saber exactamente dónde estaba el Che.
La invasión a República Dominicana
Por lo que el mismo Agee confiesa, su crisis de identidad con la CIA empieza en aquel año crítico de 1965 en que las tropas estadounidenses intensifican su intervención en Vietnam del Norte. Pero sus dudas acerca del papel real de la CIA como policía secreta internacional del gobierno de los EE. UU. se dan a raíz de la invasión de 42.000 soldados, ordenada por el presidente Johnson, a la República Dominicana en abril de ese año. Juan Bosch —un destacado escritor y político—, había llegado a la presidencia en 1963, después de 23 años de exilio y lucha contra la dictadura de Rafael Trujillo. Es una historia ya conocida: un presidente secular latinoamericano que empieza a realizar reformas laborales, económicas y sociales en su país, promulga una nueva constitución de índole liberal y es derrocado por un golpe militar que pone en el poder una junta castrense de gobierno. Sólo que esta vez una nueva insubordinación militar quería restaurar al presidente. Esa rebelión provoca la ira de Washington.

Así describe Agee la política y los propósitos de Bosch y los sucesos trágicos que impidieron su legítimo retorno a la presidencia:
“Está a favor de la reforma que permita la redistribución de los ingresos públicos y la integración del país. La oposición de los derechistas a su reforma agraria y a su política económica nacionalista hizo que fuera destituido por los militares en 1963, después de estar sólo siete meses en el poder. Ahora Bosch tenía otra posibilidad para inclinar la balanza a favor de los campesinos marginados y de canalizar los ingresos de la industria, especialmente la azucarera, en proyectos sociales y de educación. Precisamente ahora que los constitucionalistas tenían el camino abierto para restaurar a Bosch en el poder, Estados Unidos envía a sus marines para impedírselo”.[28]
La ocupación estadounidense de la República Dominicana, bautizada como Operación Power Pack, se inició con la invasión del Cuerpo de Marines y se prolongó hasta 1966. Agee se mostraba desconfiado: “Nadie va a creer en la historia de Johnson acerca de otra revolución estilo Cuba en marcha. (…) Los uruguayos tampoco lo entienden. Piensan que Bosch propicia la reforma liberal que podría traer la integración social en Uruguay”.[29] Pero la orden que él y demás oficiales reciben del cuartel general de la CIA es “justificar la invasión diciendo que peligraban las vidas de norteamericanos y otros extranjeros y que los comunistas se habían adueñado del movimiento Constitucionalista de la República Dominicana”.[30]
Es éste el suceso que inicia el desconcierto de Agee hacia la política exterior de su país: “estoy seguro de que el movimiento Constitucionalista no ha caído en manos de los comunistas. ¡Y esa Doctrina Johnson! ‘Las revoluciones que buscan establecer gobiernos comunistas dejan de ser un problema interno para requerir la acción de todo el hemisferio.’ Pura basura. No quieren que Bosch vuelva y eso se debe probablemente a intereses de los Estados Unidos con el azúcar”.[31]
En Uruguay, entretanto, hay protestas por la invasión y los blancos son la propia embajada de los EE. UU., la OEA y empresas estadounidenses. La siguiente reflexión de Agee sobre la invasión resulta clave para entender el cambio que se está produciendo en su pensamiento y su cultura política:
“No puede ser que yo esté en contra de una intervención así, porque todo lo que hago en mi profesión es, de una u otra forma, intervenir en los asuntos de otro país… En parte, supongo, que me impresiona lo desproporcionado de esta invasión. Por otro lado, la invasión militar en gran escala es el lógico paso final cuando han fracasado todas las otras medidas previas. Pero lo que realmente perturba es que hemos intervenido por el lado equivocado. Simplemente yo no creo que ‘cincuenta y ocho comunistas entrenados’ puedan tomar un Movimiento de miles de partidarios, entre los que están experimentados dirigentes políticos. ¡Eso es un pretexto! La verdadera razón deben ser los intereses de las empresas norteamericanas que tienen inversiones en la República Dominicana, que se oponen a la política de Bosch. Seguro que estas inversiones podrían haber rendido aun cuando se pusiera en funcionamiento la reforma agraria y otros programas”.[32]
Además de esta primera crisis de convicción y confianza en su carrera, en septiembre Agee ya tiene dudas sobre su porvenir mismo dentro de la CIA. Durante la visita del mencionado subjefe de Asuntos Cubanos John Hart, Agee ve las cosas así:
“La visita de Hart llegó en el momento oportuno para mí, porque le ha gustado el trabajo que estoy haciendo contra los cubanos y en seis meses voy a pedir un trabajo en el cuartel general, si es que no renuncio antes a la Agencia. Por el momento no estoy seguro de lo que voy a hacer, pero ya le he dicho a Horton [nuevo jefe de la estación] que pienso volver al cuartel general en marzo, cuando terminen mis dos años aquí”.[33]
Por otro lado, la vida de Agee junto a su esposa se ha vuelto un infierno: “En casa la situación está peor que nunca: no tenemos intereses comunes excepto los chicos, no tenemos tema de conversación, va aumentando el resentimiento por sentimos atrapados en la soledad. Le dije a Janet que me voy a ir de casa cuando volvamos a Washington —ella parece no creerme— y habría insistido en que ella se volviera antes, pero no acepto estar separado de los chicos”.[34] Sin embargo, lo que más inquieta a Agee es la forma anti democrática en que su país interviene en América Latina, a raíz de los golpes en Ecuador, Brasil y la República Dominicana auspiciados por la CIA, y de lo que está pasando en Uruguay, y cómo él, Philip Agee, es parte del problema. Hasta el momento este es el más duro cuestionamiento que se hace:
“La invasión a la República Dominicana me hizo comenzar a pensar qué estamos haciendo nosotros en Latinoamérica. Por un lado, hemos detenido con éxito la propagación de la revolución cubana en la mayoría de los países y también han tenido éxito los programas contra la guerrilla. La subversión comunista, por lo menos, está controlada. Pero en el otro lado, la parte positiva de reformar las injusticias, que es lo que hace tan atractivo al comunismo, no estamos haciendo progresos. Aquí el problema está en un pequeño número de terratenientes que producen para exportar y cuyos intereses chocan con los de la mayor parte del resto del país. Hasta que Uruguay no tenga una reforma agraria no va a haber una distribución equitativa de los beneficios ni de las cargas de producción del país”.[35]
Aun así, Agee parecía confiar en la Alianza para el Progreso, el programa de desarrollo económico, social y político para América Latina concebido e iniciado en la administración Kennedy. Pero más allá de ese catálogo de buenas intenciones y propósitos para este conjunto de países, como respuesta a la revolución cubana, Agee sospecha que se trata más de una falacia que de otra cosa:
“Cuanto más pienso en la invasión a la República Dominicana más me pregunto si los políticos de Washington buscan realmente las reformas en Latinoamérica. Tal vez la participación de los comunistas no sería tan mala, porque de esa forma se los podría controlar mejor. Pero creer que cincuenta y ocho comunistas entrenados, participando en un movimiento popular para alcanzar la reforma liberal puedan tomar el control es mostrar muy poca confianza en la propia reforma”.[36]
Al final de cuentas Agee cree que el trabajo de la CIA por mejorar la seguridad interna de un país no conduce precisamente a la implementación de las reformas sociales, políticas y económicas de los países latinoamericanos; por el contrario, las pospone si no es que las obstruye:
“Lo peor de todo esto es que cuanto más trabajamos para elevar las fuerzas de seguridad, como la policía y los militares y, en particular, los servicios de inteligencia, parece haber menos urgencia en concretar las reformas. ¿Cuál es el beneficio de eliminar la subversión si las injusticias continúan? No creo que la Alianza para el Progreso esté haciendo algo… y pienso que, después de todo, puedo no haber elegido la carrera adecuada para mí”.[37]
En este punto Agee se pregunta si fue buena idea haber dejado una carrera como abogado para convertirse en oficial de operaciones de la CIA. La crisis de Agee es profesional y empieza también a ser existencial.
Perturbado y escéptico
El 12 de diciembre de 1965 Agee ha ido con Horton, su jefe, al cuartel de Policía para darle a conocer a su comandante un falso informe elaborado por la estación de la CIA en Montevideo que justifica una posible ruptura de relaciones diplomáticas de Uruguay con la Unión Soviética. Se trataba de uno de esos documentos que la CIA falsificaba para “insinuar o ‘probar’ que los grupos de izquierda, sobre todo los Partidos Comunistas”, eran “peones de la Unión Soviética”.[38] Mientras están en la sala de conferencias de la comandancia escuchan los gritos de un hombre que está siendo torturado en una habitación vecina. “Escuchar aquellos gritos, sean de quien fueren, me aterrorizó y me hizo sentir impotente ante esa acción; todo lo que quería era escapar de esos aullidos. ¿Por qué ni Horton ni yo dijimos nada a Rodríguez [jefe de policía]? Nos quedamos sentados desconcertados y horrorizados. ¡Voy a seguir escuchando esos gritos por largo tiempo!”.[39]

Pero lo peor será cuando descubra que el torturado era un hombre de apellido Bonaudi, cuyos datos Agee se los había dado al jefe de Inteligencia de la Policía para que lo detuviera preventivamente. Agee se lamenta:
“Yo debería haber sabido que no tenía que dar ningún nombre después de lo que ocurrió con Arizaga el mes pasado, sin haber discutido plenamente, con el jefe de policía si es necesario, qué acciones van a tomar ellos en cada caso. (…) La tortura fue ordenada por Braga, el subjefe de Investigaciones, y duró tres días porque Bonaudi se negó a responder ninguna pregunta. Braga y los otros torturadores estaban sorprendidos por la resistencia de Bonaudi. Este es el último nombre que le paso a la policía mientras Braga pertenezca a esta fuerza”.[40]
El año 65 está por terminar y los cuestionamientos que se hace Agee no paran. Se pregunta si es justificable apoyar las operaciones oscuras de la policía y destruir a la izquierda “cuando esto sólo sirve para fortalecer a este gobierno uruguayo miserable, corrupto e ineficiente”.[41] En abril de 1966 viaja a Río de Janeiro para asistir a una conferencia de oficiales de la CIA, de las estaciones de Sudamérica, a cargo de operaciones contra Cuba. Agee todavía no tiene claro si renunciará a la CIA al volver a Washington. De lo que sí está seguro es de que se separará definitivamente de su esposa.
Otra cosa que lo inquieta es el caso de los desertores de países comunistas que son reclutados como agentes de la CIA, a propósito de un desertor de alto nivel yugoslavo a quien recurren para que realice un reclutamiento en Montevideo que resulta fallido. “Ahora es ciudadano norteamericano y obtendrá algún tipo de seguro social, pero sus últimos años van a ser difíciles. No por nada la mayoría de los desertores se vuelven alcohólicos o sufren alguna enfermedad mental, o ambas cosas a la vez. Una vez que se los ha exprimido ya no nos sirven y son arrojados como trapos viejos”.[42]
La carrera de Agee dentro de la CIA sigue siendo reconocida por sus superiores, pero ello no lo entusiasma. A poco de viajar a Washington para su nueva asignación siente otra cosa: “¡Qué agudo contraste siento al irme, comparado con la excitación, el optimismo y la confianza que sentía aquel domingo que llegué, mirando a la gente en la playa de Pocitos desde el departamento de O’Grady! Mientras actué aquí he tenido otro ascenso y se han dado de mí muy buenos informes, pero mi sentido de identificación con el trabajo y con la gente de la CIA verdaderamente se ha marchitado”.[43] Y su balance de Uruguay tampoco es positivo: “Esta subordinación de los intereses públicos a los intereses políticos partidarios es una característica de los partidos políticos que gobernaron los últimos años. Y Uruguay, el país modelo por sus ilustres reformas democráticas, es el modelo de corrupción e incapacidad”.[44]
A Agee lo esperan los años más cambiantes y convulsos de su vida. Es lo que se abordará en la próxima crónica.
NOTAS
[1] Philip Agee, La CIA por dentro. Diario de un espía, trad. Silvia Lerendegui, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1987, p. 267
[2] Ibíd., p. 272
[3] Ibíd., p. 272
[4] Ibíd., p. 274
[5] Ibíd., p. 274
[6] Ibíd., p. 280
[7] Ibíd., p. 277
[8] Ibíd., p. 283
[9] Ibíd., p. 302
[10] Ibíd., p. 303
[11] Ibíd., p. 304-305
[12] Ibíd., p. 280
[13] Ibíd., p. 306
[14] Ibíd., p. 306
[15] Ibíd., p. 307
[16] Ibíd., p. 308
[17] Ibíd., p. 308
[18] Ibíd., p. 309
[19] Ibíd., p. 313
[20] Ibíd., p. 319
[21] Ibíd., p. 324-325
[22] Ibíd., p. 328-329
[23] Ibíd., p. 352
[24] Ibíd., p. 359-360
[25] Ibíd., p. 358-359
[26] Ibíd., p. 369
[27] Ibíd., p. 356
[28] Ibíd., p. 342
[29] Ibíd., p. 343
[30] Ibíd., p. 343
[31] Ibíd., p. 343
[32] Ibíd., p. 348
[33] Ibíd., p. 357
[34] Ibíd., p. 357
[35] Ibíd., p. 357
[36] Ibíd., p. 357-358
[37] Ibíd., p. 358
[38] Philip Agee, Jaime Galarza Zavala y Francisco Herrera Aráuz, La CIA contra América Latina. Caso especial: Ecuador, Quito: Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana, 2014, p. 33
[39] Philip Agee, La CIA por dentro. Diario de un espía, p. 364
[40] Ibíd., p. 364-366
[41] Ibíd., p. 368
[42] Ibíd., p. 378
[43] Ibíd., p. 383
[44] Ibíd., p. 384