El enfrentamiento geopolítico por las 5G entre China y EU y sus efectos en América Latina por la expansión de la Ruta digital de la Seda

CRONICÓN.NET

La lucha tanto política como empresarial por el dominio de las redes 5G entre China, Estados Unidos y Europa es el trasunto de un enfrentamiento geopolítico de consecuencias imprevisibles que tendrá efectos en América Latina.

Las infraestructuras digitales de quinta generación de Internet o 5G constituyen un codiciado elemento tecnológico, económico y político por cuanto están llamadas a convertirse en la funcionalidad de un nuevo mundo. Tiene que ver con la operatividad de los coches sin conductor; la conexión para disponer de todos nuestros aparatos de uso diario mediante control remoto; obtener y suministrar datos; desarrollar la sensorización del cuerpo humano, lo que dará un vuelco a la medicina en la curación de todo tipo de patologías; en fin, es lo que hará posible una nueva sociedad a corto y mediano plazo.

Técnicamente, con las 5G, la velocidad se acelerará hasta el punto de que podremos descargar una película de dos horas en menos de cuatro segundos frente a los seis minutos a los que estamos acostumbrados con una red 4G a pleno rendimiento. Las posibilidades para reducir el consumo de energía de las conexiones y ampliar el abanico de dispositivos conectados van a ser inmensas.

Ruta digital de la Seda

Desde el punto de vista tecnológico, no hay ninguna duda de que China se perfila como una gran amenaza para sus rivales estadounidenses y europeos. Según la consultora Eurasia, las empresas del gigante asiático poseen el 40% de las patentes esenciales de las redes 5G. Además, sus redes nacionales podrían dar el salto y operar sin necesidad de apoyarse en las viejas 4G en 2020, es decir, cinco años antes que las de Estados Unidos y la Unión Europea. Ello equivale a decir que, durante un lustro, China poseería, con diferencia, las mejores infraestructuras del planeta para lograr una gran innovación en Internet, revolucionando la informática y el big data. La nación asiática, que ya acumula más del 50% del mercado del comercio electrónico global (la mayor parte se produce dentro de sus fronteras), podría superar el 60% en 2022 según la consultora eMarketer, está aprovechando en toda su dimensión esta oportunidad.

La impresionante competición entre China, Estados Unidos y la Unión Europea es solo uno de los campos de batalla importantes que surgen como consecuencia del ascenso del gigante asiático como firme candidato a primera potencia global. Pekín está demostrando que de manera paulatina empieza a liderar la agenda internacional en cuestiones cruciales. Lo ha dejado claro creando una institución alternativa al Banco Mundial, reinando en el comercio electrónico, convirtiéndose en el epicentro internacional del coche eléctrico, promoviendo su peculiar y legendaria Ruta de la Seda, convirtiéndola ahora en digital, impulsando su versión del futuro de Internet a través de los desarrollos de las redes 5G.

Proyecto global y el mayor desafío de la economía mundial

China ha emprendido un proyecto global de transportes sin parangón en la historia. Lo que hace apenas unos años comenzó con un discurso del presidente Xi Jinping sobre revitalizar la antigua Ruta de la Seda, se ha convertido en el mayor desafío de la economía mundial, una revolución total en las infraestructuras de tránsito de pasajeros, mercancías, hidrocarburos y alta tecnología. Denominado Un cinturón-una ruta (One Belt-One Road, en inglés), el plan pretende ser la clave del encumbramiento de China como súper potencia.

En efecto, en 2013 China anunció el plan más ambicioso de interconectividad transfronteriza en la historia de la humanidad: “La Ruta de la Seda y el Cinturón Económico, y la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI”, hoy más conocido como la iniciativa: “Un Cinturón un Camino” (UCUC), un pilar fundamental de la estrategia china “going global”. Según el Comité Central del Partido Comunista y el Consejo de Estado de China, el UCUC será una manera de promover “la filosofía de la eco-civilización y alcanzar el desarrollo sostenible”.

El UCUC consiste en el establecimiento de dos rutas, una terrestre y otra marítima que conectan China con Europa, África y Asia Sur-Este. En estas dos rutas se construirán puertos, carreteras, trenes, aeropuertos, proyectos energéticos, oleoductos y gaseoductos, refinerías, zonas de libre comercio, entre otro tipo de infraestructura. El UCUC incluye a más de 70 países, costará alrededor de 1 trillón de dólares y se ejecutará en un plazo de 30 a 40 años. Para ello no sólo ha equipado a los bancos chinos con capital, políticas y regulaciones, sino que ha creado el Banco Asiático para las Inversiones en Infraestructura (BAII) para ser el principal motor financiero del UCUC.

América Latina en la Ruta de la Seda

En la primera década de este siglo, el voraz apetito del dragón asiático para aprovisionarse de soja, petróleo, hierro, cobre, entre otras materias primas, disparó las exportaciones latinoamericanas a tal punto que hizo vivir a la región la década de mayor crecimiento desde los años setenta del siglo pasado. Y cuando los precios de las denominados commodities cayeron, Pekín acudió al rescate con créditos e inversiones que protegió al continente de la tormenta que se desató en 2008. En 2017 el comercio bilateral entre China y América Latina y el Caribe rondó los 244.000 millones de dólares, más del doble que en 2007, según el Global Development Policy Center de la Universidad de Boston.

Para la diplomacia china en América Latina, esta región tiene mucho que aportar a su ambiciosa Ruta de la Seda, pues lo que busca el gigante asiático es consolidar una conexión política sobre una visión de desarrollo. Por tal razón es que China se ha involucrado a fondo a financiar en varios países latinoamericanos obras de infraestructura como autopistas, carreteras, ferrocarriles, y ha puesto la mira en la apertura de vías marítimas, acondicionamiento de puertos y dotación de logística, rutas aéreas para aumentar la cantidad de líneas directas y construcción y ampliación de aeropuertos.

En la actualidad China está ejecutando proyectos de amplio calado tecnológico como por ejemplo el cable transoceánico de fibra óptica en Chile.

Desde 2015, China es el mayor socio comercial de Suramérica. En ese año durante una visita a Brasilia el presidente Xi prometió que el comercio bilateral llegaría a los 500.000 millones de dólares. En octubre de 2015, el Ministerio de Defensa chino invitó a Pekín a delegaciones castrenses de 11 países de la región para un foro de diez días sobre logística militar.

Alrededor de 150 proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta o Belt and Road Initiative (BRI) se están ejecutando en América Latina, la mayor parte consistente en obras de infraestructura de transporte. La naviera china Cofco adquirió dos terminales del puerto brasileño de Santos (São Paulo) entre 2014 y 2015 tras hacerse con el control de la holandesa Nidera y la hongkonesa Noble Group. Desde 2013, China Harbour Engineering (CHEC), China Railway Construction, Sinopec y Sinohydro construyen carreteras, puentes, represas y plantas eléctricas en Bolivia. CHEC participa en un 25% de los proyectos regionales chinos, entre ellos la ampliación de los terminales de contenedores de Colón (Panamá) y Manzanilllo (México) y la reforma del puerto North Abaco en las Bahamas. También en México, China aspira a construir el tren turístico de la península de Yucatán que ha prometido el presidente Andrés Manuel López Obrador y que requerirá inversiones multimillonarias.

Pekín es además el gran acreedor de Venezuela. En los últimos 10 años ha prestado a Caracas unos 62.000 millones de dólares y según estimaciones del Inter-American Dialogue de Washington, un 40% de la financiación que Pekín ha concedido al conjunto de la región, la mayor parte en forma de créditos, se pagan en petróleo.

En la pasada cumbre del G20 en Buenos Aires, Xi Jinping firmó con el presidente argentino, Mauricio Macri, un acuerdo para la construcción de la central nuclear Atucha III, la cuarta del país. La inversión se financiará con un crédito chino por valor de 6.500 millones de dólares que se amortizará en 20 años a un tipo de interés del 4,5%, con lo que Pekín se ha convertido en un importante acreedor del país austral. En 2009, China firmó con Argentina un acuerdo monetario (currency swap deal) por valor de 10.200 millones de dólares para estabilizar el peso.

Además, en Argentina se construyó la estación espacial china en Neuquén, con una inversión de 50 millones de dólares que comenzó a operar el pasado mes de marzo, la cual está bajo el control directo del China Satellite Launch and Tracking Control General, una división del Ejército Popular Chino. China necesitaba una estación de rastreo de satélites al otro lado del mundo para poder lanzar expediciones a la Luna y la Patagonia era el lugar idóneo. En 2012, cuando se firmó el acuerdo para su construcción y arriendo por 50 años, Pekín aseguró a Buenos Aires que la estación no tendría usos militares. La base, fue clave para el alunizaje el 3 de enero de una sonda espacial en el lado oscuro del satélite terrestre.

En Centroamérica y el Caribe, Pekín ha logrado convencer a Costa Rica, Panamá, El Salvador y República Dominicana para que rompan con Taiwán y se orienten hacia el nuevo gran imperio emergente del Pacífico.

Durante su campaña, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, advirtió que China no estaba comprando “en Brasil”, sino que estaba “comprando Brasil”.

Entre tanto, Ecuador ha consolidado su relación comercial y financiera con China. Pekín tiene hoy algún tipo de derecho sobre el 90% de las reservas ecuatorianas de petróleo después de haber concedido a Quito créditos por valor de unos 12.000 millones de dólares. En diciembre de 2018, el presidente, Lenín Moreno, viajó a Pekín para renegociar la deuda y pedir un crédito adicional de 900 millones de dólares para poder pagarla. Adicionalmente, China financió y construyó la represa Coca Codo en la selva amazónica con una inversión de 1.700 millones de dólares que incluye varios proyectos conexos: puentes y carreteras, entre ellos.

En el ámbito de la educación superior, China cuenta con más de medio centenar de universidades en las que se está enseñando español y más de 80 centros de investigación tienen como objeto de estudio a América Latina. Y aún más, la tendencia de intercambio educativo se intensificará en los próximos años porque el gobierno chino ha aumentado la cantidad de becas a estudiantes latinoamericanos para que cursen diversas disciplinas del conocimiento en la nación asiática.

Una oportunidad para inversiones inclusivas y sostenibles: CEPAL

Para la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, la iniciativa propuesta por China sobre la Franja y la Ruta (BRI por sus siglas en inglés) es una importante oportunidad para impulsar inversiones inclusivas y sostenibles.

De acuerdo con la alta funcionaria de este organismo de Naciones Unidas, la región de América Latina y el Caribe ve a la BRI con gran interés ya que ofrece la oportunidad de diversificar y mejorar la calidad de sus vínculos económicos con China y, específicamente, puede ayudar a atraer la muy necesitada inversión en infraestructura, industrias y servicios.

“Mientras que el comercio entre China y América Latina y el Caribe aumentó 22 veces en los últimos ocho años, la iniciativa de la Franja y la Ruta es una importante oportunidad para fortalecer la conectividad digital y comercial entre ambas partes, más allá de la exportación de productos básicos”, señaló Bárcena.

Actualmente, China es el segundo socio comercial más importante para la región, y el primero para América del Sur. Los envíos de mercancías en ambos sentidos con China excedieron los 280.000 millones de dólares en 2017, según datos recopilados por la CEPAL.

A comienzos de 2018 China invitó oficialmente a América Latina y el Caribe a formar parte de la BRI. Desde entonces, más de diez países de la región han firmado memorandums de entendimiento con el país asiático, entre los que se incluyen Bolivia, Costa Rica, República Dominicana, Panamá, Uruguay, Venezuela y varias naciones del Caribe.

De esta manera, América Latina podría ingresar a la autopista de las infraestructuras digitales de quinta generación de Internet (5G) de la mano de China, con lo cual se ahondaría la disputa geopolítica con Estados Unidos que sigue considerando a la región como su “patio trasero”.