“El capitalismo es criminal, asesino y lo tenemos que abolir”: Arcadi Olivares

Arcadi Olivares

POR GEMMA GARCÍA /

Entrevista tanto con el activista social catalán y doctor en Economía, Arcadi Oliveres i Boadella como con la autora y editora del libro Palabras de ArcadiMar Valldeoriola.

«El capitalismo es muy represor y ha agudizado el miedo de la gente», sostiene el economista catalán, expresidente de la Associació Justícia i Pau de Barcelona, una organización que lucha por la promoción y defensa de los derechos humanos en todo el mundo.

Sobre la mesa de centro hay un dossier bien grueso que solo contiene una ínfima parte de los mensajes que la gente le está haciendo llegar a través de la página web que su familia abrió a principios de febrero. Arcadi Oliveres tiene cáncer, pero no para de repetir que, a pesar de la enfermedad, está feliz, y no deja de agradecer sentirse acompañado. En su casa, donde ya vivieron sus padres, hay un intenso tránsito de personas que le visitan y con quien recuerda luchas pasadas y presentes; exitosas, perdidas y pendientes. Lo que muchos visitantes desconocen es que en la cabaña del jardín ha ido creciendo un gran tesoro: su fondo personal, que esconde documentos históricos como los de la Candidatura Pro-Nobel de Lluís Maria Xirinacs, la Marxa per la Llibertat, la entidad Pax Christi o los primeros carteles de la campaña del 0,7, que reclamaba destinar este porcentaje del PIB a ayudar a los países más empobrecidos.

Economista anticapitalista, antes de llegar a las económicas, Oliveres deseó estudiar Ciencias Políticas, una opción descartada porque solo se impartía en la Universidad Complutense de Madrid y había un catedrático que se llamaba Manuel Fraga Iribarne (ministro represor durante la dictadura franquista y fundador del corrupto y neofascista Partido Popular de España). Implicado en muchas luchas y voz en miles de charlas, comenzó un tándem con Mar Valldeoriola como editora en 2004 con Contra la fam i la guerra –‘Contra el hambre y la guerra’– (Angle Editorial). Lo que debía ser un único libro, inauguró un viaje de siete volúmenes. Con la misma editorial, el último, Paraules d’Arcadi. Què hem après del món i com podem actuar –Palabras de Arcadi. Qué hemos aprendido del mundo y cómo podemos actuar–, ha nacido justo ahora, como una última lección: después de enseñanzas de vida, ahora nos enseña otra forma de despedirse.

Te has convertido en la editora oficial de Arcadi Oliveres. ¿Qué es lo más relevante que has descubierto de él?

Mar Valldeoriola (M.V.): Que es una persona capaz de descubrirnos todas las desigualdades e injusticias del mundo con un discurso muy pedagógico y descubrirnos también todas las propuestas. En estos años, hemos ido recogiendo su discurso y sus palabras, que también son su lucha y actualizándonos: qué injusticias continúan, qué ha cambiado, qué luchas persisten y qué propuestas tenemos. El último libro lo estructuramos tomando los conceptos clave que han guiado su ideario y ampliándolos en relación con la actualidad.

¿Cómo arrancó el vínculo?

M.V.: Cuando trabajaba en la editorial, me atreví a llamar a Arcadi y proponerle un libro. Era 2002 y yo me preguntaba cómo podría ser que una persona que hacía tantas charlas que la gente se dedicaba a transcribir porque todavía no se subían a las redes, no tenía un libro propio. ¡Había tráfico de sus charlas! Él aceptó, pero me dijo que hacía tantas charlas que no tenía demasiado tiempo para sentarse y escribir. De aquí nació esta manera de acompañarle y conversar para construir los libros. A partir de su discurso yo tejo las palabras.

En la presentación de este último libro, la activista Gabriela Serra dijo que Arcadi es un buen profesor porque es un buen alumno. Así que, ¿quiénes han sido tus profesores, Arcadi?

Arcadi Oliveres (A.O.): Ha habido mucho, no solo en el terreno de la economía, sino para comprender el comportamiento social. Incluso dando marcha atrás, te diré que comenzaron a marcarme en el bachillerato. En pleno franquismo, fruto de muchas carambolas, estudié en una escuela religiosa de los capellanes escolapios en Diputación. Si bien es cierto que había escolapios que araban con el régimen, mi colegio era abierto, en un sentido amplísimo de la palabra. A finales de los cincuenta, nos hicieron cursos sobre machismo, lucha de clases y sindicalismo. ¡Y lo hacían unos capellanes escolapios! Cuando acabó la guerra civil, los profesores de la universidad se habían exiliado y quien, por condiciones familiares o económicas no podía, se ganaba la vida dando clases en centros privados. Para mí fue un secreto desconocido hasta salir de la escuela. El caso es que mis escolapios acogieron a profesores represaliados de la guerra civil y tuve el privilegio de aprender con Josep Maria Xirinacs, Francesc Botey u Octavi Fullat, que todavía vive. Esto, sumado a la suerte de caer en un domicilio del Eixample de gente abierta, me marcó y me ha hecho ser como soy.

También has marcado a muchas personas, especialmente con las charlas por el país. En el prólogo, Mar, explicas que sus seguidores se hacen llamar «arcadistas». ¿Cómo les definirías?

M.V.: Una arcadista nace el día en que te topas con Arcadi Oliveres en el contexto de una charla. Cuando le llamé para hacer el libro tenía 28 años y le había visto por primera vez a los 17, mientras hacía un curso de formación de Setem. Nos dijo que tendríamos que hacer una clase de relaciones internacionales y económicas y pensamos que sería un palo. Entramos en el aula y, de repente, un personaje nos comenzó a explicar estas relaciones de una manera comprensible, con datos, cifras y comparativas que nos hacían abrir los ojos como platos. No son secretos de estado, sino estadísticas bien combinadas. Los arcadistas aprendemos que hay maneras de descubrir que el mundo funciona injustamente, que no es difícil verlo si queremos, que tenemos recursos para cambiarlo, todo un mundo de alternativas realizables y, sobre todo, que el mundo es global y todas las injusticias y las justicias están conectadas. También intentamos hacer correr la energía de Arcadi, que es la esperanza. Luchamos por la justicia global.

Arcadi, tienes la capacidad de encadenar datos punzantes y lanzar comparativas demoledoras. «No son secretos de estado», ¿solo hay que hacerlos comprensibles?

A.O.: En la vida no he sabido hacer nunca demasiadas cosas, pero si algo me ha gustado siempre ha sido leer, que es la alimentación intelectual. Coger la lectura y, cuando la tiene delante, intentar digerirla, atender a lo que te explica. Y cuando te explica qué sucede, lo único que sé hacer es transcribirla para que la gente la entienda. Algunas transcripciones nos enseñan, por ejemplo, que las veinte grandes riquezas del mundo equivalen a todo el patrimonio de todas las mujeres del planeta o que las dieciséis mayores fortunas acaparan la mitad de la renta de toda la humanidad.

M.V.: Lo presentas como si fuera muy fácil de hacer, pero creo que hay que tener un don. Pones sobre la mesa las aberraciones, cómo se relacionan la riqueza y la pobreza. De hecho, hay activistas que te han pedido que les enseñases a dar charlas.

“Cuando llegó la crisis del 2008, mucha gente creía que el capitalismo era reformable, pero ahora no tanta. Este sistema es criminal, asesino y lo tenemos que abolir”

Siempre pones sobre la mesa que «el capitalismo es criminal». ¿Te sorprende que todavía sorprenda esta afirmación?

A.O.: Tengo la impresión de que ha comenzado a cambiar un poco. Cuando llegó la crisis del 2008, mucha gente creía que el capitalismo era reformable, pero ahora no tanta. Este sistema es criminal, asesino y lo tenemos que abolir. Pienso que ha habido cierto progreso desde el punto de vista de comprensión crítica, pero no desde el punto de vista de voluntad de cambio, porque los grandes poderes no la tienen ni de lejos. Y es que muchas de las decisiones que condicionan nuestra vida las toman organismos sobre los cuales no tenemos control.

El hambre y la guerra son problemas endémicos del capitalismo. ¿Ponerles fin es una cuestión de voluntad política?

A.O.: Es de voluntad política y de educación. Tenemos que tener en cuenta que el gasto militar mundial es ¡cuarenta veces superior al dinero necesario para erradicar el hambre en el mundo! Hace falta que los que tienen el poder cambien las cosas, pero también una actitud comunitaria de la gente con voluntad de cambio. Los intereses, las estructuras y los procesos históricos detrás de los conflictos bélicos y las desigualdades se tienen que denunciar. Entonces, hay que ser coherentes. Puedo hacer objeción fiscal al gasto militar e intentar no tener un plan de pensiones que financia el negocio de la guerra. Nos decimos a nosotros mismos que no habrá pensiones. Yo digo que sí, ¡que habrá pensiones! Pero las personas que las tendrían que cobrar hacen lo posible para que no haya, contratando un plan de pensiones privado. O, por ejemplo, se argumenta que «no cobraré la pensión porque el Estado no tiene dinero, porque no se recaudan suficientes impuestos», y después me voy a Ikea a comprar muebles, en lugar de ir una empresa que tribute donde y lo que le toca. En cierta manera, hago una acción de equidistancia.

Arcadi Olivares y la editora de sus libros, Mar Valldeoriola.

El libro que publicáis, precisamente, combina la denuncia y la propuesta. ¿Cuáles son los peligros de quedarse solamente en la primera?

A.O.: Nuestras acciones como consumidores pueden producir cambios y la movilización también, como ha pasado a lo largo de la historia. No es demasiado conveniente caer en la frustración, en el «no hay alternativa» o «no podemos hacer nada». Lo que sí es cierto es que a menudo caemos en soluciones demasiado simplistas.

“Muchas de las decisiones que condicionan nuestra vida las toman organismos sobre los cuales no tenemos control”

M.V.: La propuesta, creo, es la base de la esperanza y la posibilidad que siempre defiende Arcadi. Siempre está ahí, pero requiere esfuerzo. El mismo sistema induce muchas cosas y paraliza, pero hay momentos en que se puede escoger, por ejemplo, entre banca armada o banca ética. Arcadi nos ayuda a creer en estos otros caminos y en que necesitamos la propuesta.

En el capítulo dedicado a la democracia, señalas que a menudo es más aparente que real. Hemos vuelto a ver marchas por la libertad, hay presos políticos y raperos encarcelados. ¿Vivimos una regresión de derechos?

A.O.: Hay regresión, sin duda. Es muy evidente que las cosas van mal: hay gente que pasa hambre, mucha que no tiene un techo, mucha a la que no se admite en nuestro país, mucha que destruye el medio ambiente. Para mí, los años ochenta del siglo pasado son clave para entender como somos ahora. Es cuando se implanta el capitalismo neoliberal, comienza el capitalismo financiero, al cual ni tan solo le interesa producir sino especular. Este contexto se ha agravado por los elevados niveles de represión. El capitalismo es muy represor y ha agudizado el miedo de la gente. Aterrizando en el Estado, hoy que es 23F [día en el que se realizó la entrevista], cabe decir que ante evidencias de que el monarca Juan Carlos era un golpista, ni el PSOE se atreve a hacer una investigación. No investigan a la monarquía, ni el fraude fiscal, no regulan los alquileres y reprimen a los disidentes. Con todo lo que ha derivado del referéndum de 2017, también ha quedado claro que el Estado pretende aplicar la violencia hasta las últimas consecuencias.

En todo este contexto de crisis cíclica capitalista y regresión de derechos se ha sumado una pandemia mundial. ¿Cómo ha afectado a la elaboración del libro?

M.V.: Obviamente, vivirla en la propia piel nos obligaba a introducir el tema en el libro. Nada es casual y el funcionamiento del capitalismo tiene que ver. El momento de cambio climático, un consumo desenfrenado, el pensamiento absurdo de que el planeta es ilimitado. La pandemia nos hizo parar y pensar también.

A.O.: Nos ha puesto delante de los ojos el fracaso del estado del bienestar y los suculentos negocios farmacéuticos. Recuerdo que hace quince años, antes de la llegada de Artur Mas, decíamos que Catalunya era el paraíso de la sanidad. Se ha demostrado el impacto de los recortes y han quedado patentes otras deficiencias del modelo. Me ha hecho pensar en la gripe A, con la que tres o cuatro laboratorios acabaron haciendo el gran negocio, hasta Dick Cheney tenía intereses, y en las desigualdades en el reparto de las vacunas. Es todavía más evidente la necesidad de un cambio de modelo económico que no dependa de monocultivos, como el turístico.

“Actualmente, la Unión Europea (UE) es una institución criminal por el cierre de fronteras, porque tiene muchos muertos a su cargo”

M.V.: También aparecen las redes de apoyo, la gente se da cuenta de que la salud es importante, que hay que cuidar el planeta. También hay aprendizajes.

A raíz del estallido social en las calles se ha vuelto a hablar de violencia. ¿Cómo definiría el concepto un pacifista como tú?

A.O.: Se pone muy poco el foco en la violencia estructural, la que no permite que las personas tengan vidas dignas. Y aquí incluye el cierre de fronteras, no acceder a la educación o a la vivienda, pasar hambre, el maltrato contra las mujeres… Comprendiendo las causas de la protesta, entendiendo las enormes injusticias que sufre la gente joven, a mí no me gusta que se queme nada, pero obviamente no es el tema fundamental.

¿Vivimos momentos de pensamiento simplificador para tiempos complejos?

A.O.: Tengo la impresión de que hay una falta muy importante de reflexión y que, efectivamente, hay explicaciones simplistas de cosas que son complejas. Cabe recordar que el fascismo siempre busca un chivo expiatorio y lo vemos sobre todo en la cuestión migratoria. Decir que «yo no tengo piso porque llega el marroquí y se lo queda» es una explicación tan estúpida y tan simplista… Yo no tengo piso porque hay unos capitalistas que se ganan la vida especulando con la vivienda. El marroquí no tiene nada que ver. A base de repetición, la mentira se extiende y el señor que sube contigo en el ascensor te dice: «No soy racista, pero…». Hace falta educación, reflexión y pensamiento crítico.

“Los años ochenta del siglo pasado son clave para entender como somos ahora. Es cuando se implanta el capitalismo neoliberal, comienza el capitalismo financiero, al cual ni tan solo le interesa producir sino especular”

Precisamente, ahora hace veinte años del encierro migrante en la iglesia del Pi. ¿Qué balance haces?

A.O.: Fue un episodio bonito de mi vida activista. Los líderes de ese encierro que reclamaban «papeles para todo el mundo» estuvieron sentados aquí la semana pasada. El derecho a la libre circulación de las personas y el derecho de asilo son imprescindibles. Por tanto, actualmente, la Unión Europea (UE) es una institución criminal por el cierre de fronteras, porque tiene muchos muertos a su cargo. Con la presión social bien organizada, desde el encierro conseguimos que se regularizase a 1.300 personas, pero deberían haber sido un millón. Con todo, son pequeños ejemplos de lo que ha salido bien.

Entrevista a Arcadi Oliveres y Mar Valldeoriola.

“Se pone muy poco el foco en la violencia estructural, la que no permite que las personas tengan vidas dignas”

 Sois de generaciones diferentes. ¿Os unen las semillas de las luchas?

M.V.: Arcadi nos ha ido uniendo a todos porque desde hace más de cincuenta años está en las luchas. A medida que nos hemos incorporado, hemos compartido muchos momentos. Hemos compartido luchas y acciones como el «No a la guerra», las movilizaciones contra el Banco Mundial, la lucha contra la deuda… Aunque seamos de generaciones diferentes, hay luchas compartidas y la constancia y el compromiso de Arcadi hacen que siempre esté ahí o que se le reclame.

A.O.: En momentos me han dicho que soy un activista que va a todas y yo pienso: «No voy, me llaman» [risas].

Hay toda una generación que ha vivido de crisis en crisis, a la que le cuesta ver un futuro digno. ¿Qué les transmitirías?

A.O.: Primero: que si hubiera voluntad, todo sería soluble, porque recursos y conocimiento para garantizar una vida a las 7.600 millones de personas del planeta hay. Segundo: hace falta una voluntad política clara, que implica una comprensión de los hechos, evitar las explicaciones simplistas y extraer de la complejidad la manera de actuar. Tercero: no podemos perder nunca la esperanza. Cuarto: actuemos siempre sin miedo, porque nos encadena y nos oprime.

M.V.: No es casual que el libro acabe hablando de educación, la palanca.

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