EE.UU. y la geopolítica mundial

POR LUIS BRITTO GARCÍA /

La batalla entre globalistas y aislacionistas fractura el pilar central de la hegemonía imperial, la propia integridad y unidad territorial de Estados Unidos.

Soporte estratégico de la hegemonía estadounidense es su Ejército. Con 1.325.000 efectivos y una reserva de 1.500.000,  ocupa unas 900 bases alrededor del mundo, y para 2022 consume un presupuesto de 840.000 millones de dólares, más de la mitad del total del gasto armamentista   planetario. Repetidamente  derrotado   por países aparentemente más débiles, como Corea, Vietnam y Afganistán, sus armamentos han sido superados tecnológicamente por Rusia y China. Desde que la conscripción se hizo voluntaria, se le dificulta reclutar efectivos. Siguiendo el patrón recurrente de los imperios en decadencia, depende  cada vez más de contratistas mercenarios o aliados militares esencialmente foráneos, como la OTAN o la alianza militar AUKUS (Australia, Reino Unido, Estados Unidos).

El mayor pilar de la hegemonía estadounidense era el económico, con un PIB que alguna vez fue el mayor del mundo, pero que ahora es superado ampliamente por el de China; equivale a  su deuda externa y es aquejado por una crónica balanza comercial desfavorable. En los años sesenta, la manufactura reportaba 25 % del PIB; ahora, apenas el 11 % de éste, debido a lo cual cinco millones de puestos de trabajo han desaparecido desde comienzos del siglo. En 2019, Estados Unidos producía 10.8 millones de vehículos, y China 25,7 millones (Martyanov: disintegration: Indicators of the Coming American Collapse, Clarity Press Inc). Añadamos que sus reservas de hidrocarburos, al nivel de consumo actual, alcanzan apenas para unos ocho años.

El pilar financiero de la hegemonía estadounidense es el dólar, convertido en obligatorio respaldo de las demás monedas  por los acuerdos de Bretton Woods en 1944, y con cuya emisión descontrolada, -sin respaldo desde 1974- Estados Unidos ha comprado a cambio de nada los recursos y el trabajo del resto del planeta. El dólar pierde valor de manera continua; repetidos colapsos  desacreditan el sistema bancario fundado en él, el conflicto de Ucrania  obliga a Rusia a reforzar el rublo, y China prepara un nuevo sistema monetario con inconmovible respaldo en oro.

Dos partidos políticos y un solo capitalismo verdadero

La declinación económica está asociada a la política. La política estadounidense es un juego entre dos partidos (Demócrata y Republicano) distintos y un solo capitalismo verdadero. Pero éste presenta distintas versiones. Los demócratas se declaran globalistas, partidarios de la dominación mundial a través de las finanzas y la usura, el cobro por uso de patentes y propiedad intelectual, y la tercerización, que suplanta los parques  industriales nacionales  por   inversiones en el exterior en países con mano de obra barata y sin derechos laborales, y sustituye  la reinversión interna de  capitales  por su flujo hacia guaridas o paraísos fiscales para librarse de la tributación. Para mantener esta economía globalizada, promueven  incesantes  conflictos bélicos globales que incrementen el gasto armamentista, apoyados por alianzas estratégicas con entes como la OTAN, el AUKUS y la Unión Europea. Estas políticas son responsables de la desindustrialización, el desempleo y la generalizada pauperización de los trabajadores estadounidenses.

En contra de la tendencia globalista, gran parte de  los republicanos se declaran aislacionistas, enemigos de una creciente involucración estadounidense en el ámbito internacional, partidarios de la reinversión interna de sus propios capitales acompañada de un proteccionismo que cree empleo, revitalice sus desfallecientes parques industriales y retire a Estados Unidos de tratados de libre comercio (TLCs) en virtud de los cuales las mercancías foráneas más baratas desplazan a las producidas localmente. Es lo que  sintetiza la consigna MAGA (Make America Great Again). Los conservadores republicanos han retirado a Estados Unidos de la Alianza del Pacífico, que abría sus mercados a la producción asiática y latinoamericana de dicha zona, y durante la presidencia de Donald Trump, a pesar de sus   amenazas,  no se inició ninguna nueva guerra. Tal prédica parece haber calado en numerosos estratos de la clase media y  la clase obrera pauperizados por las políticas globalistas y reducidos a “White trash”, basura blanca, ahora en la misma condición subordinada que afrodescendientes, hispanos e inmigrantes.

Esta pugna, más o menos marcada según las diversas alas y las sedes locales de cada partido, excede ampliamente de toda competencia leal o juego limpio. Trump denuncia enfáticamente haber sido  víctima de un fraude electoral. El New York Post, The New York Times y el Washington Post reconocen que, según contenidos de la computadora de Hunter Biden, hijo del Presidente, más de medio centenar de funcionarios de inteligencia, incluido el director de la CIA, John Brennan, manipularon dichos resultados (Wim Dierckxsens y Walter Formento: “Elecciones en Estados Unidos, en el marco de la Guerra civil y la Perestroika”, 15 de septiembre de 2022). La manifestación de los  republicanos para protestar contra tales resultados  es violentamente reprimida, causa una muerte entre los manifestantes, y es luego presentada mediáticamente como intento de “asaltar” el Tribunal Supremo. Los cuerpos de seguridad de Biden invaden la mansión de Trump en Mar-a-Lago (Palm Beach, Florida) en busca de supuestos documentos de seguridad interna que el magnate conservaría en su poder; se avanzan diligencias para enjuiciarlo a fin de que no pueda candidatearse en las próximas elecciones.

Camino a la desintegración

La batalla entre globalistas y aislacionistas fractura el pilar central de la hegemonía imperial, la propia integridad y unidad territorial  de Estados Unidos. En trabajos anteriores incluimos opiniones selectas sobre ello. Resumimos algunas. El estadounidense Jared A. Brock sostiene que “cerca de la mitad de todos los estadounidenses quieren separarse de la unión en una u otra dirección”. Andrew Tanner predice que “Estados Unidos está destinado a colapsar en esta década –el problema no es cuándo, sino con qué grado de violencia”. La corresponsal de guerra  Janine di Giovanni  apunta que “estamos profundamente divididos entre líneas tribales, desgarrados sobre temáticas tales como el control de armamentos, inmigración, y el tipo de país en  que queremos vivir. La misma retórica nacionalista que llevó a Bosnia a una guerra sangrienta resuena en Estados Unidos”. En opinión de Andrei Martyanov, “Estados Unidos ya no es una nación. Ni siquiera se acerca a ello (…) y no puede evitar la desintegración”. Según Thierry Meyssan, “la población estadounidense vive una crisis de ‎civilización y se dirige inexorablemente hacia una nueva guerra civil, que debería desembocar ‎lógicamente en el fraccionamiento de su país. Esa inestabilidad también pondría fin al estatus de ‎hiperpotencia que aún mantiene Occidente”. Wim Dierckxsens y Walter Formento señalan que en 2019 una encuesta de la Universidad de Georgetown reveló que 67.21 % veía como  posible una guerra civil en EEUU. Otra encuesta de  YouGov/Economist (firma de investigación de mercados y análisis de datos  con sede en el Reino Unido) revela que el 57% de los estadounidenses piensa que “es probable que estalle la guerra civil en un futuro no lejano”, el 14% lo considera muy probable y el 43% lo considera probable.  El 66% de los encuestados ya creía que la división política en EE.UU. sería crítica desde que Joe Biden llegó a la Casa Blanca, lo cual “nos hace pensar que EE.UU. está ya en una guerra civil” (Wim Dierckxsens y Walter Formento: loc.cit.).

Consolidación de un mundo multipolar

¿Qué configuración geopolítica mundial surgirá de este multiforme declive? Desde 2015 China es la primera potencia económica del mundo: su  PIB  superó al de Estados Unidos, país que descendió entonces a  segunda potencia global. A partir de  la disolución de la URSS, la Federación Rusa ocupa el tercer lugar. Según la teoría de las coaliciones en las tríadas de Theodor Caplow, entre una potencia de primera magnitud, otra de segunda y otra de tercera,  la alianza más probable es la de la de la primera con la tercera. La persistente agresión estadounidense a través de la OTAN ha forzado a Rusia a estrechar lazos con China, en una confrontación en la cual lo que se disputa es el segundo lugar en la hegemonía mundial. El interés mutuo consolidará cada vez más esta alianza. En virtud de su declinación económica, financiera, política y estratégica, Estados Unidos no puede seguir indefinidamente incoando conflictos y sacrificando a otros países u organismos  para que los peleen por él. La lógica, que no siempre opera, vetaría también una escalada nuclear que destruiría por igual agresores y agredidos. Dados los  factores que señalamos, el más probable resultado es el de la consolidación de un mundo multipolar, con múltiples actores y presencia decisiva de bloques como el BRICS, el Movimiento de los No Alineados, el ASEAN, la Celac, Unasur y el ALBA, en el cual Estados Unidos y la Alianza Atlántica verán gravemente afectada o desaparecida su hegemonía.