Deuda, crisis y economía política

POR JUAN PABLO MATEO TOMÉ

Tras el estallido de la Gran Recesión en 2007-08, la economía mundial crece a un ritmo que podríamos decir que es aceptable, por encima del 5 y el 4% en 2010 y 2011, respectivamente, entre el 3 y el 3,5% en los años siguientes, habiéndose acelerado en 2017 hasta alcanzar el 3,7% (FMI, 2018. World economic outlook, octubre), lo cual es destacable desde una perspectiva de largo plazo. Por tanto, la permanente alusión a la crisis, común en la heterodoxia, debe realizarse con cautelas, so pena de vaciar el término de un mínimo significado. La economía mundial crece, y lo hace a un ritmo bastante aceptable.

Sin embargo, los ecos del término crisis sí poseen un asidero objetivo, material y tangible, como de hecho advierten los últimos informes de organismos oficiales, aunque más bien habría que aludir a contradicciones sistémicas, propias del capitalismo. Las condiciones de vida de gran parte de la población no mejoran, los salarios permanecen estancados a pesar del descenso del desempleo, por lo que en muchos casos la satisfacción de las necesidades (materiales e inmateriales) parece comprometerse (véase OIT, 2018. Global wage report 2018/19). La desigualdad crece, se constata una inflación de activos (burbujas especulativas), y la inversión está deprimida pese a los aparentes elevados beneficios empresariales (UNCTAD, 2018. Trade and development report). Ante el problema de endeudamiento, la inversión en 2017 es una cuarta parte inferior a la tendencia previa. Así, este informe de la UNCTAD se alarma ante la desconexión entre los indicadores macroeconómicos (economía real) y el auge de las finanzas.

De hecho, se destaca el problema asociado al stock de deuda acumulado. Según los últimos datos del FMI (2019. Global debt database, actualizado en enero), la deuda a nivel global ha alcanzado un registro histórico de 184 trillones de dólares, lo que representa el 225% del PIB en 2017. De forma más clara, el stock de deuda significa que cada habitante del mundo debe 86 mil dólares, y supone 2,5 veces el ingreso promedio per cápita. Según el FMI, las economías más endeudadas son las más avanzadas. En efecto, los países desarrollados tienen un ratio deuda/PIB del 266% en promedio, por 168% las economías emergentes (la semiperiferia), mientras que los países de bajos ingresos apenas llegan a un 77%. Individualmente, los tres principales deudores son Estados Unidos, China y Japón, que acumulan más de la mitad del stock de deuda mundial. Téngase en cuenta que para endeudarse hay que tener capacidad de hacerlo, es decir, tener acceso a los mercados financieros. En cierta medida, recibir un préstamo es un privilegio de quienes tienen un cierto nivel de desarrollo. La creencia más difundida relaciona el endeudamiento con los países más pobres y la irresponsabilidad, mientras que la realidad en cuanto a la dimensión cuantitativa dice precisamente lo contrario.

En una perspectiva de largo plazo, el ratio de la deuda respecto del PIB equivalía en torno al 100% en la década de 1950 y primera mitad de los sesenta. Con la crisis de los setenta se eleva al 120%, y es a partir de la década de 1980 cuando este variable experimenta un ascenso casi ininterrumpido hasta superar el 200% con la última Gran Recesión. Y muy importante, nótese que la fuerza motriz de ese creciente endeudamiento no es la deuda pública, sino la deuda del sector privado. Frente a las acusaciones de los economistas neoliberales, no es el sector público el agente irresponsable, ineficiente o despilfarrador. Más bien, es quien se encarga de socializar las pérdidas generales, como bien se comprueba en España. El ratio de deuda pública era inferior al 40% del PIB en vísperas del estallidos de la crisis (2006-08), por 100% de la que acumulaba el sector empresarial no financiero (Banco de España, Boletín estadístico). Con la depresión, el Estado dejó de ingresar, tuvo que gastar más en subsidios de desempleo y en rescatar empresas, por lo que la evolución de la deuda cambió de signo. Esto demuestra que detrás de este problema de la deuda existen dos elementos estrechamente relacionados. Por una parte, los problemas propios de la valorización, de la obtención de beneficios, y la implementación de políticas neoliberales precisamente encaminadas a elevar la rentabilidad empresarial. Y uno de sus ejes lo constituye la desregulación financiera.

¿Una crisis financiera de deuda?

Detrás de la idea tan común en neoliberales y socialdemócratas de una crisis financiera, y más concretamente, de sobreendeudamiento, se ocultan fundamentos teóricos que deben ser explicitados. En primer lugar, la caracterización, para ser adecuada, debe aludir al factor causal inicial, o de mayor relevancia explicativa, lo cual implica explicitar las consiguientes implicaciones. En este sentido, la idea de una crisis por exceso de endeudamiento supone que las finanzas tendrían la capacidad de generar las pautas centrales de la dinámica capitalista. Y más concretamente, los rasgos de la dinámica de acumulación pasan a depender del nivel de deuda, sea en términos de flujo o stock. Por tanto, el capitalismo no posee una lógica propia, que es la base de cualquier alusión a su irreformabilidad, sino que es moldeable por las finanzas o los gobiernos en función de que puedan regularlas.

En segundo lugar, y que se deriva de lo anterior, la alusión a la deuda sugiere la responsabilidad de la subjetividad del ámbito de las decisiones. Por una parte, en cuanto a la conformación del marco institucional en el que operan los agentes, la política económica implementada, a saber: tipos de interés excesivamente bajos, complementado tal vez con una desregulación de la actividad financiera que permita extender el crédito en términos de duración, exigencias, titulización de los préstamos, etc. Por otra, respecto a las decisiones tomadas desde la oferta y la demanda. Respectivamente, i) la irresponsabilidad de los prestamistas (generalmente, la banca), o su excesiva propensión al riesgo; ii) las decisiones de las empresas, administraciones públicas u hogares, que llevaron a endeudarse por encima de sus posibilidades.

En tercer lugar, a veces, el análisis causal puede avanzar en las coordenadas propias de un enfoque de economía política, y explicar el sobreendeudamiento en ciertas áreas a partir de los desequilibrios de las balanzas de pagos, o bien enfatizando el estancamiento de los salarios.

La primera explicación tiene la virtud de que parte de un enfoque global del capitalismo, destacando las economías con necesidad de financiación como EEUU, el Reino Unido y las ubicadas en la periferia de la Eurozona (Portugal, España, Italia y Grecia), frente a economías exportadoras de la semiperiferia (China y otras de Asia o África), o bien del corazón del desarrollo industrial de la Eurozona (Alemania y las economías de su alrededor, junto a las escandinavas). No obstante, tal concepción acaba culpabilizando al excesivo ahorro de los asiáticos, implícitamente postula una tendencia al equilibrio por parte del sistema, o al menos rebaja el lugar teórico de la crisis hasta el de un alejamiento (momentáneo) del equilibrio, y carece de un marco teórico adecuado para abordar la crisis.

La segunda, por su parte, otorga prioridad a la esfera de la distribución sobre la producción, y a la demanda sobre la oferta, de lo cual se sigue la popularización de propuestas basadas en las economías dirigidas por los salarios o los beneficios, las exportaciones o la deuda. Me explico: hoy son populares dentro de ciertas corrientes reformistas explicaciones que sustituyen el papel central que tiene la generación de excedente, plusvalía o beneficios, como es el caso en Marx, por una serie de factores individuales, que dependen de cada economía, como si la producción capitalista se caracterizara por el dinamismo del salario, la deuda, o cualquier otro elemento de demanda.

En otras palabras, frente al marco global de la teoría de Marx, que parte de la primacía de la generación de plusvalía, lo que luego se puede manifestar en economías con más o menos deuda, relevancia de bienes de consumo, exportaciones o importaciones, etc., aparece múltiples modalidades de capitalismo que, por una parte, pareciera que el gobierno pudiera decidir el modelo a adoptar, y por otra, conducen finalmente a la imposible confluencia de intereses entre capital y trabajo. Así, una economía dirigida por los salarios, en estos planteamientos, requeriría de alzas salariales para asegurar su crecimiento futuro. Asimismo, no puede sino culminar en una amplia teoría de cada crisis, en una mera descripción de la posibilidad de la crisis ─ y por tanto, su excepcionalidad, ya que explica la forma que asume, o su manifestación externa, sin preguntarse por la posible contradicción entre los fundamentos y los factores desencadenantes─, o bien en su contrario, en la ausencia de una teoría de la crisis a partir de un principio unificador.

Un enfoque de economía política

Frente a estas concepciones, el materialismo que confirma la economía política de raíz marxista debe elaborar un marco teórico radicalmente opuesto, partiendo de aspectos objetivos y de un enfoque holista o global, en el cual ubicar sus partes constitutivas, y explicitando una causalidad dominante.

La crisis debe teorizarse en el marco del proceso turbulento de reproducción económica. En tanto su fuerza motriz es la producción de beneficio (excedente), que explica así la inversión, la causa profunda de la inestabilidad, ciclos, recesiones y depresiones debe buscarse en la esfera de la producción de excedente, o la valorización del capital. De ahí surgirán expectativas, elecciones, aversiones varias, que en ningún caso pueden alcanzar el rango de factor explicativo. En otras palabras, la ley del valor constituye el fundamento de la aplicación del materialismo histórico al análisis económico, de lo cual se sigue una determinada teoría endógena de la (necesidad de la) crisis.

Este holismo metodológico debe partir del conjunto del sistema económico, y posee diversas implicaciones, sean geográficas, en tanto la base material del despliegue de las leyes del funcionamiento del capitalismo es de alcance mundial; pero también en cuanto a que impide separar la oferta y la demanda, o las finanzas del conjunto del proceso de valorización. Todos estos factores sólo adquieren sentido en el marco del proceso global de valorización.

Más específicamente, el bajo nivel de los tipos de interés que ha presidido la fase de la denominada “Gran Moderación” sólo puede explicarse a partir de una oferta y demanda de dinero que, a su vez, responde al ciclo económico, es decir, una insuficiente capacidad de generar excedente. Este problema subyacente está detrás de los desequilibrios internacionales de las balanzas de pagos, junto a la reestructuración productiva a nivel mundial facilitada por desarrollos tecnológicos y la extensión de las cadenas globales de valor, así como del estancamiento salarial y de la composición de la inversión. Por tanto, la vorágine especulativa y la posterior crisis de la deuda ─si bien originalmente privada, y luego transformada en problema de la deuda soberana─ no se puede comprender desde postulados subjetivistas (las decisiones de los banqueros, errores de los gobiernos, etc), sino considerando que es el deterioro de la rentabilidad lo que convierte a una deuda determinada en excesiva.

El recurso al crédito supone el adelanto de dinero, como si el mercado sancionara positivamente un trabajo privado (concreto), fundamento de la creación de valor (trabajo abstracto). Si ese dinero, endógenamente creado, no encuentra su soporte en la actividad laboral, entonces se deprecia. El problema actual de la deuda no es, pues, ajeno a la dinámica general de valorización, sino que es una forma de expresión de las dificultades en la producción de excedente. En otras palabras, el recurso al endeudamiento permite desplazar en el tiempo la manifestación de las contradicciones Tal es el desafío de la economía política frente al subjetivismo-idealismo propio no sólo de los enfoques ortodoxos, sino de algunas corrientes heterodoxas.

*Este artículo es una versión ampliada y modificada de “Reflexiones sobre el análisis económico y el problema de la deuda,” Grupo de trabajo CLACSO ─Crisis y Economía Mundial, Nuestra América XXI, No. 27, pp. 14-15.5