Cosecha electoral: giro a la izquierda

POR OCTAVIO QUINTERO

Que hayan ascendido al poder, en Latinoamérica, movimientos políticos de izquierda, no es el fin de la oligarquía. Que podamos recuperar la sensibilidad social de los años 80, cuando irrumpió el neoliberalismo, tendríamos bastante, para empezar de nuevo.

El interés general no existe como principio en la política-electoral. Nadie vota contra su propio interés, poniendo por delante el interés colectivo. Es de suyo, o sea costumbre, votar al político más conveniente en lo personal, independientemente de su conducta ética y moral; y menos, cuando les encubre, como hoy, un denso manto de impunidad. Atrás queda el interés general como disquisición filosófica.

La lógica de esta ecuación nos diría que el resultado de toda elección siempre favorecerá a políticos que mejor lean el momento subjetivo del elector; y en la práctica-electoral, es así, pero en la realidad-legislativa, no: ¿por qué?

Aristóteles, en la Política, encuentra que el sistema de gobierno republicano es, en su concepto, una mezcla de democracia y oligarquía. Pues, 2.500 años después se puede comprobar la consolidación de regímenes políticos bifrontes en el mundo occidental: uno es el que elige (democracia) y otro el que gobierna (oligarquía), y la opción es solo una: entra o sale.

Estados Unidos, primera potencia occidental, no solo instituyó su propio régimen republicano, sino que lo impone en la órbita de su hegemonía a sangre y fuego, si fuere necesario. Fechas famosas lo recuerdan: Colombia, 1948, asesinado el líder social, Jorge Eliécer Gaitán; Cuba comunista, 60 años de bloqueo; Chile, 1973, asesinado el presidente socialista, Salvador Allende; Venezuela, 1999, acoso político-económico tras el ascenso al poder de Hugo Chávez y su nueva visión del Socialismo Siglo XXI, hasta desembocar en el bloqueo total a partir del 2014; y, cómo olvidar al Ecuador prosocialista de Rafael Correa, hoy, de nuevo en el corral.

Son ejemplos latinoamericanos que retratan el predominio oligárquico parapetado en un proceso electivo que crea la ilusión de una fementida soberanía popular (democracia) en el mundo Occidental.

La reflexión viene al caso a raíz de los resultados electorales, de marcada tendencia popular, registrados en los últimos cuatro años en países clave de Latinoamérica: México, Argentina, Bolivia, Perú y, por último, Chile, que se suman a la ya larga resistencia de Cuba y Venezuela; y, tal vez, Colombia y Brasil en las próximas elecciones.

Que hayan ascendido al poder movimientos políticos de izquierda, no es el fin de la oligarquía: la mezcla bifronte que observó Aristóteles es un andamiaje político muy resiliente. Pero, además, el cambio, de cualquier sistema, no ocurre de tajo, ya que eso conllevaría caos.

Por supuesto, es de celebrar el ascenso de gobiernos de izquierda al poder en Latinoamérica. Pero no sería suficiente si no se cimenta la tendencia sobre alguna institución subregional capaz de elevar el desarrollo social siquiera a la altura de lo que estaba 40 años atrás, cuando irrumpió el neoliberalismo, borrando las ganancias sociales de la era cepalina (1948-1980). Con eso tendríamos bastante, para empezar de nuevo

Fin de folio.- Qué oso de Iván Duque, ufanándose de un crecimiento económico proyectado del 9,7%, este año, mientras el New York Times abre su edición dominical (26.12.21) titulando: “En Colombia, los pobres perdieron hasta la esperanza”.

@oquinteroefe