Constelaciones de la ‘Nueva Normalidad’ en América Latina

POR ROBINSON SALAZAR PÉREZ

«En este mundo unos poseen más poder para decidir

y otros más derecho a rebelarse,

pero nadie tiene la palabra final

sobre cómo serán los días del futuro».

Mariano Aguirre en su libro Los días del futuro.

Contexto

Las constelaciones son grupos de espacios y dentro de ellos se dan comportamientos observables, cada uno dan forma a patrones imaginarios según la perspectiva sociológica y la estructura analítica del ojo escrutador.

En el mosaico latinoamericano oteamos varias constelaciones en las cuales existen varios dibujos aún no nítidos pero sí denotan ámbitos de desajustes, reubicación y trazos de fenómenos nuevos para la lente sociológica; algunos tienen dejan ver  direcciones hacia la esfera política, otros mojan la arena social y cultural, anunciando alteraciones substanciales en el cuadro actoral de las confrontaciones políticas, novedosas herramientas de represión y control social, aristas  desestructurantes en los campos laborales, educativos y de convivencia comunitaria, extinción de algunas de las habituaciones y rituales esenciales de nuestra cotidianidad e indispensables para agregar cemento social  cohesionador en  las comunidades.

Es un escenario aún no cuajado de la Nueva Normalidad, existen dos ámbitos, el global y el regional, indudablemente en el primero predomina el juego de poderes y control a través de la inteligencia escenificado por los países del mundo desarrollado y particularmente por los agentes de las grandes corporaciones económicas y los barones del dinero, llámese plutocracia corporativa.

Es la esfera de mayor jerarquía, por los actores congregados y la capacidad de mover las fichas estratégicas en el ajedrez mundial, principalmente en las áreas económicas, culturales y políticas. Esto es, reúnen las capacidades y dispositivos eficaces para redirigir el mundo en sus distintas aristas, a través de la introyección de dinero, ideas, patrones de conductas, crisis, devaluaciones, fuga de capital, flujos migratorios y directrices impositivos en diversos rublos propios del Estado.

Justo ahí pueden dar cuenta del Covid-19, dónde surgió, bajo qué modalidad, potencialidad de letalidad, consecuencias después de haberse contraído, perdurabilidad, condiciones necesarias para mantenerse activo, circunstancias propicias de carácter climáticas, de salud, higiene, propagación de contagios y ante todo cómo contener la pandemia.

Asimismo, insertos en la sociedad con predominio tecnológico en diversas áreas de la vida social y productiva, la introducción de nuevas tecnologías inteligentes van a modificar substancialmente las necesidades y comportamientos humanos, el mercado es y será la panacea donde hallemos los productos y elementos necesarios para sobrevivir o hacernos creer que contamos con todo lo necesario para reproducirnos socialmente. La intención es construir en el imaginario colectivo la idea de libertad y control de sí mismo, a través de la desmercantilización de la vida humana (1), explayan sobre la mesa del juego del control  político toda la gama asuntos, hábitos, tramas, ideas, rituales, valores prevalecientes, espacios de recreación y reproducción social y cultural, las promocionan bajo el lema de bienestar y satisfacciones necesarias para la buena vida y más tarde le asignan un valor  para ser  intercambiado en el mercado.  De esta manera, los barones del dinero manipulan la idea de libertad, incluso la mercantilizan y equiparan con el mercado al exhibirla como todo aquellos posible de adquirir para cumplir con la idea de bienestar instituida en el entorno social. La cantidad de dinero y el uso del mismo en cada segmento de la caja de bienes de consumo permiten a los individuos ocupar un lugar en la escala de ranking social.

El factor preponderante para escalar en el ranking social es el trabajo y la capacidad adquisitiva de los ingresos de ahí devenidos. Para obtener mayor bienestar es indispensable ser libre y el único tipo de libertad es obtener dinero y para lograrlo es preciso contar con cuatro trabajos y apenas dormir o ver a tu familia. Pero no es el tipo de libertad deseado por la mayoría de gente. Para resumir, los argumentos de Byung-Chul Han sobre «La sociedad del cansancio» (2) o auto explotación, siguen formando parte de nuestra vida diaria.

La Nueva Normalidad, entonces, no es un estadio del desarrollo de la humanidad, tampoco es una etapa del capitalismo de larga duración, es una transición, un eslabón de condicionamiento acarreando consigo una serie de dispositivos y andamiajes sincronizados para instaurar un nuevo modelo de sociedad planetaria.

Aún es una etapa gelatinosa donde existen diversos eventos asombrosos y desconcertantes a la vez. El ensamblaje de Covid-19, y el caos en diversos lugares de la región, ocasionan un desorden en las coordenadas del viejo liberalismo; además, el flujo de migrantes alentado por manos invisibles, la reproducción inaudita de demandas identitarias,  la fijación de nuevas reglas en esferas del trabajo, el  comercio, transferencias financieras, nuevas empresas, modalidades en la enseñanza, desaparición forzada de empleos de data del siglo XX,  el énfasis en la digitalización en ámbitos mecanizados, cambio en los reglamentarismos jurídicos, incorporación de novedosas armas de control social, algunas letales otras de vigilancia tecnológica y rastreo personal, incluyendo lugar habitual, desplazamientos,  consumo, ingresos, vínculos afectivos, familiares, entre otras actividades  de la vida íntima o privada pero vulneradas por el capitalismo tecnológico globalista  en ciernes.

La implosión es parte del volcán producido para emanar la lava del nuevo sistema de dominación, la Nueva Normalidad es el adjetivo de la fase transicional bautizada en la emergencia inusitada de la pandemia y los auto-encarcelamientos.  Lo notorio desde la plataforma observacional es «un conjunto de rasgos reveladores claros de un cambio social en profundidad y están relacionados con el surgimiento o resurgimiento de nuevas fracturas sociales. Ello indica, en muy poco tiempo nuestras realidades sociales van a ser muy distintas a las de hace unos años, algo que es una obviedad» (3).

Para reordenar es imperioso desordenar, armar el modelo en cierne de sociedad tuvo el antecedente de la desarticulación, la individuación, multiplicación de las identidades, fragmentaron el espectro social sometiendo a los diversos actores en la competencia inusual en donde no había meta o punto de arribo, sólo disputar un escalafón, un cargo o sitio para demostrar supremacía sin darse cuenta que era efímera. El resultado fue una sociedad con múltiples fracturas, aspiraciones diseminadas, inoculada por miedos, rencores, indolencia, indiferencia, envidias y odio, racismo inconcebible, desunión entre movimientos populares, protagonismos excesivos, disputas de género incrustadas en las demandas sociales y deslave de la clase media hacia la profundidad de lo popular.

El declive del sector medio, en el pasado pilar defensor de las instituciones e incluso promotor del mercado, revela ocaso con la expulsión de los puestos de trabajos, la tecnología robótica digital los remplaza inexorablemente, la reducción de empleos en empresas estratégicas, el teletrabajo de la auto-explotación  y reducción de costos los conduce a la explotación casi igual o peor  a la de un obrero del siglo XX, con el hándicap  de no estar sometido a la supervisión de autoridad alguna pero con la idea de ser mejor y auto-realizarse, aun cuando las prestaciones las hayan reducido y las horas de trabajo incrementado. El segmento medio ya no es vital para el sistema vigente en transición, es ineludible pulverizarlo hasta crear un nivel social apegado a la tecnología u operador de la robótica.

Un nuevo estudio del Pew Research Center, basado en datos del Banco Mundial, encontró la cifra reveladora de la clase media en descenso en todo el mundo, mientras unos 131 millones de personas cayeron a la categoría de pobreza. Según los analistas, 54 millones de individuos dejaron de pertenecer al sector medio, en comparación con los datos previos a la pandemia. La clase media se entiende como gente con ingresos de 10 a 20 dólares diarios en promedio. Se calcula que en el mundo hay unos 1,324 millones de integrantes en este rango socioeconómico (4). Colombia, el país más convulsionado en 2021, el Dane reveló que, entre 2019 y 2020, la nación pasó de tener 30.1% de su población en clase media a 25.4% en esta caracterización. Una caída de 4.7 puntos porcentuales, con una diferencia de 2.18 millones de personas menos en el escalafón de clase media.

Quienes han dejado clase media habían experimentado movilidad social ascendente, los rangos de percepción salarial llegaron a estimarse entre 3.5 miles de dólares hasta 5 mil en los últimos 20 años, la crisis Covid-19 desalojó a miles de ellos, ajustó salarios de 1.5 a 3.0 miles de dólares y adelgazó el sector social mencionado

El panorama es desalentador, las pérdidas de puestos de trabajo, la reducción de los ingresos laborales en los estratos de ingreso bajo, medio y el sector informal, la movilidad descendente y de nueva cuenta regresar al punto de partida.

La oferta es una sociedad mejor, articulada a las nuevas tecnologías, oportunidades para todos y plena libertad. Todo ello es el romanticismo de siempre y la representación social sugerida para instalarla en el imaginario social.

Comportamientos inusitados en la Nueva Normalidad

En la antesala de la Nueva Normalidad se advierten los trazos y matices de los recientes comportamientos y hábitos aflorando en los diversos escaques de la sociedad, gran parte de ellos brotan desde el recinto privado, el lado íntimo de la familia y las personas. La esfera de intereses personales tiende a reducirse drásticamente, sólo  les importa lo concerniente a ellos y la circunstancia de incumbencia; tomando prestado el puntal del pensamiento de  Byung-Chul Han, la supervivencia es  el núcleo  detonante de nuevas expectativas para seguir viviendo, las tramas de la urdimbre social  domésticas absolutizan  la necesidad de cuidar la vida  familiar, protegerla de todo aquello potencialmente transmisor del virus Covid-19, el interés compartido y celoso de asistir o proteger a los amigos, vecino, primos o tíos va difuminándose,  entramos a la sala del obstruccionismo egoísta, cuyas expresiones visibles son las características comportamentales del ciudadano irascible, intolerante, presumida, fantasiosa, y lo más perceptible, creyéndose trascendentales en medio del espectro pandémico, de ahí su histeria por sobrevivir, el miedo a morir y ante todo  salir airoso de la calamidad social afrontada.

Lo interesante de esta etapa gelatinosa de la Nueva Normalidad es la fuerza reveladora de la supervivencia, la manera como es construida en el imaginario social como contraparte o negación de la vida, instala en el pensamiento la imagen de la muerte, el fin de la existencia personal que hereda una estela de dolor y padecimientos.

El muro de contención para evitar el dolor y la muerte es auto-blindarse de la pandemia, acatar todas las recomendaciones devenidas de expertos y gobiernos para no contagiarse, reducir las actividades derivadas de contacto con los otros, la confianza está ligada a la certeza de sobrevivir aun a costa de renunciar a mi libertad. Entonces la supervivencia es el auto-disciplinamiento, obedecer sin resistencia, reducir la vida en un espacio reducido, confinado similar a un campo de internamiento (5) dando cobijo o lugar al teletrabajo, la reproducción social de la familia, la educación a distancia, el consumo a través de redes sociales, auto producir para obtener ingresos, en fin, los límites y/o líneas divisorias entre la presencia y lo virtual fueron  mutados notablemente y la mayor justificación fue, tras la pantalla evitamos los contagios.

Ahora bien, ya confinados los destellos de afectos no son suficientes para compartirlos con todos los miembros del núcleo familiar, entre más tiempo compartamos con personas cercanas, la demanda de apegos y cariños es considerable, si agregamos el factor tiempo y la convivencia en espacio común, sobresalen las diferencias en distintos aspectos, las discrepancias sin mediación de diálogo tolerante desembocan en conflicto y posiblemente en agresiones. Colocar en la mesa de centro la magnitud de la pandemia y los riesgos intrínsecos, carga de miedos al entorno familiar y atrae una divergencia de opiniones, para evitar las confrontaciones han optado incorporar mascotas en el núcleo doméstico, ellas son el puente de mediación para atenuar la demanda de afectos y en personas que viven sin familiares el afecto es retornable, propio de la crisis de resonancia o vacío, donde la comunicación emotiva es para escuchase a sí mismo y de esa manera amplifican el yo a través del diálogo unipersonal frente al animal. Es evidente la cantidad de hogares con mascotas asignadas a hijos, esposas o maridos, siendo una compañía muda, receptora de afectos y acompañante en momentos de soledad, desasosiego y agotamiento emocional provocado por el internamiento voluntario.

La prueba  de vivir en la sociedad online trajo consigo perlas decoradoras para adornar la Nueva Normalidad, desde las fantasías sexuales hasta matrimonios  «Match de Tinder», teletrabajo, educación a distancia, comercio y auto trabajo, habilitación de destrezas y habilidades, el auto entretenimiento en redes sociales Tictok para insertarse en la competencia visual y acumular Like, apariencias horizontales en  las relaciones virtuales para borrar supuestamente  las diferencias sociales entre ricos, clase media y pobres, todo el alud de cosas sobrecargó de imágenes y palabras inconexas para construir frases coherentes, mutilando la capacidad dialógica y discursiva en segmentos sociales significativos.

Con respecto al deterioro de la confianza al interior de las comunidades o pequeño orden social, preexiste una singularidad de hechos emergentes en el escenario de la crisis de pandemia como factores detonantes de la implosión en los centros de certezas construidos en años anteriores.

Con la disminución del espacio de interés en personas y familias, el ramillete de interacciones tuvo reducción substancial, algunas tuvieron expresiones de desidia, indiferencia o percibidas como distanciamiento social. Obviamente, si escasean los vínculos y reciprocidades, la confianza va arrimándose al tobogán del desmedro con tendencia a vaciarse de contenido y el desinterés social termina en atomizar las comunidades.

El encuentro social como testimonio de interacción de cara a cara y los involucrados toman conciencia de estar ante la presencia del otro y dispuesto a su vez a participar en nexos de reciprocidades, implica una actitud colaborativa, de intercambio mediada por el lenguaje, el cual encadena una serie de encuentros y van dando forma a los lazos sociales. Estos lazos con el tiempo fortalecen los hilos conectivos de la estela de intercambios, ya entrelazados, al final, conforman la urdimbre social.

La urdimbre con el tiempo y los sedimentos de confianza reciprocas depositados en cada encuentro o interacción modelan pequeños mundos de orden social en barrios, veredas y comunidades. En tiempos de crisis, miedos y confinamientos por temores fundados en los contagios mortales, la confianza es alterada, las piezas del pequeño mundo antes ordenado pierden el sentido, las coordenadas van distorsionándose, cada miembro del mini mundo imagina, de acuerdo a sus valores e intereses apresurados, construyen narrativas de celos, enconos y conflicto, retiran fidelidades y quiebran los lazos social   hasta desvanecer la confianza.

Otro contexto pos pandemia es la saturación de los dispositivos móvil y cadena de negocios bajo la férula de las APP, las plataformas digitales irruptoras  fueron atrapando la capacidad cognitiva de los usuarios, mudándolos al mundo de las decisiones rápidas, comparativas, veloces y justo a sus pretensiones y deseos inmediatos.

Un río caudaloso de información digital van aumentando de forma exponencial en todo el planeta, la intencionalidad está enmarcada en la tendencia de la Nueva Normalidad, innovar y fomentar la participación de micros empresas, cadenas de almacenes y comercio en general en una dirección de economía global digital.

Estimulan y magnifican mediante mensajes de gran impacto las ganancias,  a los pequeños empresarios los encausan  para interesarlos a mutar y constituirse en micro-multinacionales, siempre y cuando vinculen sus empresas a  plataformas digitales  preponderantes en el mercado, ellas son eBay, Amazon, Facebook o Alibaba,  que posibilitan  contacto expedito con consumidores y proveedores en todo el mundo.

Para cada especialidad existe un estrado digital, todos los  sectores susceptibles de mercantilizar están atados a la digitalización del mercado, es una propensión a la «uberización» , desde la pequeña iniciativa de preparar pizza y venderlas en su entorno comunitario hasta las organizaciones empresariales del sector turístico y hotelero, aviación, inmobiliarias, restaurantes, taxis, música, videos y música en Netflix, YouTube y Spotify, espectáculos, conciertos, en fin, todo lo necesario para el «bienestar de ser humano» fue mercantilizado y digitalizado para colocarlo en el mercado global.

La conexión inevitable del hombre con el mercado no será más de cara a cara en los mercados, los hipermercados insertaron las APP para cumplir con un servicio domiciliario, los médico atienden telefónica o vía zoom, salvo si requiere hospitalización inmediata; los factores indispensables para la supervivencia están al alcance de sus manos a través de la vía digital al igual los pagos de los productos o servicios profesionales.

Las afectaciones del nuevo enjambre digital y sobrecarga de imágenes de APP en los dispositivos móviles, herramienta o prótesis que nos asiste en las toma de decisiones, van pautando pedagógicamente la ruta a seguir de cómo comportarnos en la Nueva Normalidad y después en el nuevo sistema de control tecno-totalitario-domesticador a través de la tecnología y vigilancia, esto es, un régimen de vigilancia biopolítica.

El eje pandemia y mercado digital es la misma  moneda con dos caras, la del miedo al contagio e inminente supervivencia para evitar morir y «lockdown» (confinamiento) forzado pero voluntario, sacrificando  todo  aquello  que garantice y valga la pena  para vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía con los otros, el riesgo de congelar los lazos sociales, sepultar en la memoria dormida los rituales, ver diluir poco a poco y sin poner resistencia la limitación de los derechos fundamentales y ser parte de la sociedad digital sin derecho a modificar su accionar.

El dúo Pandemia-Covid-19 inyecta en la subjetividad colectiva las rutas a transitar en la Nueva Normalidad, podríamos decir se avecina la construcción de la sociedad del desapego, anota con certeza Franco ‘Bifo’ Berardi,

«Estamos viviendo una ruptura antropológica con profundidad abismal. Pensemos en el acto más humano de todos: el beso, el acercarse de los labios, el acariciar paulatino y dulce de la lengua al interior de la boca de otro ser humano. Este acto se ha vuelto el más peligroso y anti-social que se pueda imaginar. ¿Qué efecto va a producir esta novedad en el inconsciente colectivo? Una sensibilización fóbica al cuerpo y la piel del otro. Una epidemia de soledad, y por tanto, de depresión. A nivel social el distanciamiento implica el fin de toda solidaridad. A nivel del inconsciente equivale a la bomba atómica. Tenemos que reinventar la afectividad, el deseo, el tocamiento, el sexo, pero… ¿tenemos la fuerza psíquica para hacerlo? No me parece. Pero lo repito con fuerza: estamos en un umbral, no podemos saber cómo saldremos de la oscilación en la que el inconsciente está capturado» (6).

No hay dudas, el horizonte incierto e indeterminado nos agobia para discernir qué vendrá después de la pandemia.

Conviene subrayar, la instauración del aprendizaje apresurado de disciplinamiento sutilmente instalado a través de la pandemia puso a prueba la capacidad de resistencia de los distintos segmentos sociales ante una situación de caos o convulsión, a su vez experimentó la fuerza del Estado y la autoridad para encauzar el descontento, habilitar los dispositivos de miedo y control social y mantener en estado de alerta obediente a la sociedad.

Obediente si nos detenemos a observar la mutación del virus Covid-19, pero no en sentido biológico, sino en uno semiótico. Hemos notado el desplazamiento y trayectoria a través de la narrativa insertada inteligente y políticamente en los medios de comunicación, discursos y medidas gubernamentales, polémicas y rumores en las redes sociales, hacia el campo de lo social, desalojándolo de nuestro organismo a través de los cuidados y vacunas pero inoculando las prácticas social, desarmando los entramados y desdibujando con ello el sentido lo articulaba.

Berardi explica, es un «virus semiótico, en la psicósfera bloquea el funcionamiento abstracto de la máquina, porque los cuerpos ralentizan sus movimientos, renuncian finalmente a la acción, interrumpen la pretensión de gobierno sobre el mundo y dejan que el tiempo retome su flujo en el que nadamos pasivamente. La nada se traga una cosa tras otra, pero mientras tanto la ansiedad de mantener unido el mundo que mantenía unido al mundo se ha disuelto. No hay pánico, no hay miedo, sino silencio. Rebelarse se ha revelado inútil, así que detengámonos» (7).

Aunque gran parte de la sociedad latinoamericana se halla subsumida en la virtualidad, principalmente los relacionados con el teletrabajo, la educación a distancia, venta y consumo de comercio electrónico, negocios de comidas, entre otros, en una parte del día o la noche, la «epidemia de soledad» los atrapa al no otear el horizonte de su vida. Obviamente los segmentos más vulnerables, aquellos jóvenes y desempleados agobiados por la incertidumbre y la desesperación ante el cierre de opciones de sobrevivencia, están tomado las calles, invaden espacios públicos, abren los grifos de la insubordinación, aunque no saben en dónde está la fuente de la desgracia ni cuáles son las manos que mueven los hilos de la calamidad impuesta, sus acciones denotan la desesperación y deseos por encontrar eco de sus reclamos. Voces y acciones encadenadas trazan olas de protestas al margen de los partidos políticos y las organizaciones tradicionales, es una efervescencia invasora pero la esperanza, las demandas y exigencias carecen de la égida orgánica para direccionar la fuerza social desatada por la devastación fecundada en la Nueva Normalidad.

La singularidad en la Nueva Normalidad está en el teletrabajo, uso de plataformas y APP para sobrevivir y no quedarse fuera del ámbito laboral, la actividad tiene su mayor expresión en forjar el autoempleo. Es la opción expedita,  ante un espectro confuso donde nadie asume la responsabilidad de los acontecimiento caóticos; los medios propagan y difunden mensajes apocalípticos, la economía y sus esferas adyacentes reclaman aprendizaje forzoso  tecno-informático, núcleos humanos desplazados de sus comunidades y hogares por desempleo tropiezan con las fronteras cerradas  que disuaden la migración,  las penurias de no obtener ingresos genera brotes psicótico-viral los cuales perforan la delgada membrana de la tolerancia,  fisura su delicada corteza y dan paso a comportamientos conflictivos.

Esta vez la percepción de la crisis colosal no fue dirigida hacia las empresas y economía en general, en primer plano situaron al cuerpo, el umbral de los contagios y muerte, luego los miedos y confinamiento para sobrevivir, en tercer lugar auto emplearse para obtener ingresos y reproducir la familia, mientras los gigantes informáticos, megaempresas manipuladoras de  la información, nos vigilan, censuran y filtran toda actuación nuestra, direccionan la opinión y debate público, ocultan verdades para obtener grandes ganancias, evidenciando ante los analistas quienes son los ganadores en la calamidad del Covid-19. (8)

La ventana política de la Nueva Normalidad

Nunca se cambian las cosas luchando contra la realidad existente. Si quieres cambiar algo, construye un modelo nuevo que vuelva obsoleto el modelo actual”. – Richard Buckminster.

 Vivimos una tercera guerra mundial, sin bombas atómica como se presagiaba, ahora incitan el exterminio a través de agentes gestores promoviendo las masivas migraciones, las revueltas a través de condicionantes y agravantes dañinos de  la condición humana, sea decreto, ley, hambrunas, escasez y pandemias, los cuales son  detonantes para incitar al  pueblo a  salir en multitud, esgrimiendo más fuerza emocional que conciencia política orgánica, obviamente sin eje orientador, así aumentan los contagios, otros son encarcelados y asesinados. Es el holocausto del siglo XXI, exterminio, reducción de la población, extinción de viejos, pobres y enfermos, jóvenes no encajados o articulados al nuevo patrón capitalista robotizado.  Es por ello importante planificar las explosiones de insubordinación,   calcular los riesgos, seleccionar las formas de lucha más eficaz y no caer en el zaguán del abismo.

Desorden de las coordenadas políticas

La Nueva Normalidad en América Latina trajo cambios drásticos no sólo en el espectro donde la política produce confrontación, también en toda la capilaridad social, reveló el agotamiento de los partidos políticos, los cuales desde el año 2000 mostraban signos endémicos, los valores y ejes de sus ideologías fueron contaminados por los incumplimientos de sus promesas, la corrupción, el perfil de sus candidatos y la manera de apropiarse del erario.

Los ejes ideológicos no tuvieron la dinámica suficiente para atraer a los segmentos menores de 35 años, no imantaban  sus ideas ni discursos, predominaba el hartazgo y esa multitud crispada en algunos procesos electorales apoyó a candidatos de la oposición pero revelando un acto de desprecio por los demás, no una acción concertada para construir algo distinto.

Obviamente lo distinto anhelado no tuvo ni tiene una idea pensada, preexiste un deseo de cambiar el estado de cosas, alterar las coordenadas del poder pero no está prediseñado en un pensamiento colectivo, convergente y articulador de lo deseado o pretendemos, dificultando el acceso a las distintas maneras de actuar para construirlo.

Desde el siglo pasado no oteamos un empeño por configurar el futuro ansiado y anclado en la utopía, los debates han enmohecido por la carencia de un ambiente dialogante y renovado para aceptar y reconocer la existencia de una  sociedad pluricultural,  domo de un  mosaico donde  cabemos  todos pero a su vez el conjunto está  forzado u obligado  a pensar, proponer y actuar dentro del marco de la concertación sembrar sus ideas, complementar las cavilaciones, armonizar las diferencias bajo el eje de la tolerancia cívica y el bien común.

En advenimiento del periodo neoliberal y la exacerbación de individualismo competitivo alentó a forjar diferencias, a transitar por el camino de la superación personal y el mapa de los logros a costa o en detrimento de la solidaridad, socialización los lazos sociales y la alforja de la confianza. Esa idea insertada en la sociedad desvaneció los pocos intentos por aceptar las diferencias entre nosotros.

Los asomos evidentes de la postración política en nuestra región fueron dos fenómenos, un declive de la democracia y el auge del autoritarismo a escala global.

La democracia frágil fue desestructurada con el eje de la corrupción, el desempeño de Odebrecht, conglomerado brasileño usado para perforar las vallas estatales a través de contratos leoninos y comprometedores, apoyó procesos electorales y compró voluntades, no fue un acto voluntario, estuvo concertado desde los núcleos del poder financiero, al igual sucedió con Panamá Paper y la divulgación de los dineros en paraísos fiscales. Si asociamos la forma de operar de los llamados Globalistas o barones del dinero que están en el pódium del poder en medio de la pandemia, vislumbramos la misma estrategia, anota Daniel Stulin, propagan por todas partes del mundo la pandemia y las mutaciones del virus, el objetivo es asustar a la población con pobreza, conflictos internos, y rupturas de cadenas de suministros. Después proponen una solución basada en la tiranía, ley marcial, confinamiento, militarización, imposición del sistema digital y destruir la confidencialidad (9). La pregunta sería, ¿Quiénes son los globalistas? Son todos aquellos sentados tras los intereses de las empresas colosales de la información y plataformas digitales y han diseñado el proyecto de nueva civilización digital supeditando al poder financiero y posicionándose en la cima de la conducción de mundo.

La pandemia es el introito pedagógico para educar a la sociedad sobreviviente de ella y otros eventos adyacentes que están pululando por diversos países. Migraciones fatales, crisis climática, desempleo, nuevas enfermedades, contaminación de ríos y mantos acuíferos, entre otras, son pilares perjudiciales a la población. El complemento estratégico de la sociedad en cierne, la del macro dato, los «nuevos campos de concentración electrónico» como le llama Daniel Estulin y el control del mundo a través del internet y dominio total de las actividades humanas bajo la tecno-vigilancia.

Entonces, toda la pseudoinformación navegando en los medios y redes sociales llevan un contenido de control, en la medida que el sistema de información mundial, llámese periódicos, televisión, internet, redes sociales, tienen dueño y son los mismos que promueven la sociedad digital.

Los seis grandes conglomerados transnacionales, Time Warner, Disney, NewsCorp (recientemente fusionada con 21st Century Fox), NBC Universal, Viacom y CBS. Ellos controlan el 70% del negocio en todo el planeta y son propietarios de unos 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 2.400 editoriales, 9.000 emisoras de radio y 1.500 cadenas de televisión. También pautan qué programación fijar en la televisión, introducen en la agenda la noticia o tema a resaltar, afirma Jesús González Pazos en el libro Medios de comunicación: ¿al servicio de quién? Además, uno de los grandes magnates de la comunicación global es Rupert Murdoch, el dueño de NewsCorp, que extiende su negocio desde Australia (Herald Sun, The Australian) hasta los Estados Unidos (Fox News, Wall Street Journal o New York Post) pasando por el Reino Unido (BSkyB, Sun, Times) (10).

Es el poder de la derecha en la Nueva Normalidad, basado en macro datos y control digital. Lo otro es la militarización, acaecida lenta y sigilosamente en la mayoría de los países de la región, obviamente el mayor argumento de las élites es vender armas para garantizar la paz y seguridad interna de las naciones. Antes de la pandemia, el 76% de las exportaciones de armas en el periodo 2015-2019 estuvo en manos de tan solo cinco países: Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania y China.

En América Latina los gobiernos con mayor compra de armamentos son Brasil, México, Colombia y otros de la región andina. (Fuente: El Orden Mundial).
Fuente: https://es.statista.

Es importante resaltar la tendencia del eje andino con gobiernos de derecha y el paulatino desplazamiento de los llamados «progresistas»; Chile en medio de los cambios  se avista el diseño de la Nueva Constituyente y la participación de sectores al margen de los partidos políticos, la élite mantiene férreo control de medios de comunicación, empresas y soporte de ayuda de los EE.UU. Brasil cuenta con el alfil de garantía, con desplazamientos trasversales presiona a Venezuela, condiciona al Mercosur, aplica ley marcial al interior del país y mantiene el liderazgo de la derecha latinoamericana. En México, las Fuerzas Armadas han ganado un sitial preponderante en la vida nacional, hasta ahora el gobierno no las utiliza para reprimir pero en manos de una administración estatal con signos de derecha, las consecuencias serían horrorosas.

Dos países son estratégicos para EE.UU.: Colombia y México. El primero cuenta con cinco fronteras, cercanía con el Canal de Panamá, primer productor de cocaína y enlace de los carteles de Perú y México para trasladar la droga USA, y de esa manera alimentar los apetitos desmedidos de   Wall Street para el lavado de dineros a través de la comunidad financiera y de inversión, este incluye grandes bancos, casas de bolsa, valores y firmas de suscripción. A ello se suman los productores y expendedores de armas para incrementar sus ventas trasladando volúmenes de municiones y artículos militares a los carteles y gobiernos, financiando de manera silenciosa la guerra contra el narcotráfico. Lo anterior no soslaya el modelo de país instalado en Colombia perfilado por EE.UU.,  espacio vital para establecer bases militares, escenarios de confrontación, equipamiento moderno, hostigador de fronteras en caso de gobiernos adversos a la política norteamericana, fiel defensor de la estrategia de dominio del coloso del norte en la región, saboteador de los intentos de autonomía regional en los organismos internacionales, y a cambio de su postura adocenada es tolerado e incluso silencian las voces de críticas ante las denuncias internacionales por masacres, producción de drogas, exterminio de comunidades y represiones masivas.

Otro dato no menor es el carácter de la Policía colombiana, su perfil y capacitación es de naturaleza militar, en el año 1998 tanto el Ejército y la Policía contaban con 250 mil efectivos, en el 2015 sumaron hasta llegar a 480.000 elementos, divididos así 295 mil son soldados activo de las fuerzas armadas y 185 mil, ambos bajo la férula del Ministerio de Defensa.

Ese contingente represivo absorbe el 16% del PIB (10.400 millones de dólares) en gasto militar, superando a todos los países latinoamericanos y sólo abajo de lo que destina EE.UU. (11)

México es parte del mercado del norte, lo perciben alejado de América Latina. Es la región  del T-MEC, El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, frontera torniquete al sur para controlar las migraciones,  comprador de armas mediante canales de subterfugios, cauce surtidor de drogas con valor de  miles de millones de dólares que son legalizados a través de empresas financieras, entre ellas HSBC, Deutsche Bank y JPMorgan Chase, varias veces denunciadas por el permitir el blanqueo de dinero a gran escala; proveedor de materia prima y productos alimenticios, mano de obra barata para las empresas corporativas automotriz y ensamblados y ante todo, aliado comercial  en la nuestra geopolítica en cierne.

Para resumir, todo el andamiaje de remilitarización y equipamiento con pertrechos a los países latinoamericanos, obedece a la regionalización del mundo y posicionamiento de las fichas del ajedrez para mantener el control global.

La izquierda en la Nueva Normalidad

La complejidad de los acontecimientos y la aún gelatinosa realidad social que día tras día toma cuerpo, aunque algunas veces no todas las señales mantienen la misma tendencia, es innegable para todo observador cargarse de paciencia, vigilar paso a paso la cada de hechos, los movimientos de agentes económicos y actores políticos tanto en la esfera internacional como en los espacios nacionales y locales. No hay dudas, los episodios no revelan larga duración, son engañosos e intermitentes, y si agregamos la información manipulada ondeada en los medios de comunicación operados por los «think tank» insertados por los gigantes tecnológicos, nos tropezamos con pantallas y planas noticiosas cargadas de desinformación o ideas distractoras orientadas a esconder la intencionalidad de las nuevas medidas políticas en salud, economía o seguridad. Vivimos la realidad  matizada, toma la tonalidad coloreada desde los centros de poder económico mundial, las noticias sin continuidad desequilibran la objetividad de quienes indagan el origen y repercusiones de uno o más sucesos, la nota zigzagueante no admite dar seguimiento, a diario siembran una nube de novedades abrumadora, no hay secuencia ni consecuencia, el trazo de la compleja sociedad es cambiante y de esa manera instituyen en la subjetividad un cuadro de opiniones fragmentadas, carentes de conexión y por ende desconectada del contexto donde vive.

Indiscutiblemente La Nueva Normalidad anunciada es la reestructuración de la realidad social modificada desde circuitos del poder en ella son preponderantes el mercado, los países de mayor poder de decisión, los agentes internacionales que tensionan las relaciones de poderío entre las regiones, la zozobra de la pandemia y amenazas de conflagración en puntos neurálgicos del equilibrio de las relaciones internacionales.

En consecuencias, las tendencias comportamentales no son lineales, algunas quebradizas, otras transversales y zigzagueantes, en síntesis,  ellas dificultan otear hacia dónde trazar una línea de pensamiento para guiar futuras acciones,  especialmente con el objeto de saber qué hacer en política y escoger las mejores herramientas de lucha acorde a la estrategia diseñada para confrontar.

La izquierda en la Nueva Normalidad revela un estado de fragmentación del sujeto popular, la diversidad de actores actúan confrontados entre sí disputándose el espacio protagónico y dejan de focalizar la envergadura y desplazamientos del enemigo real. Aún mantienen, no todos, formas de hacer política atadas al siglo XX, cuya esencia de liderazgos compulsivo, visualizar las formas y no la esencia conducen a trazar objetivo, ataques o denuncias descentradas, no construyen espacios estratégicos ni de reproducción ideológica, cuya función es vital para recargar formas de luchas, reconstruir debates ideológicos, re-pensar los últimos acontecimientos, valorar las actuaciones colectivas y los mutaciones del enemigo.

Otro aspecto esencial dentro del campo estratégico es saber a tiempo con quien articular las próximas acciones de confrontación, ello no implica  una fusión orgánica con aliados, tampoco alterar el orden del cuadro axiológico de su ideología, la intencionalidad es agregar fuerza, sumar otros gremios para dar forma de la cadena de actuaciones y movilizaciones de acuerdo a la coyuntura, efervescencia de los actores, imantar a los auto-convocados, ampliar el espacio de lucha, incrementar el arsenal para contrarrestar al contrario y manejar de manera autónoma el reloj político a fin de sincronizar el reloj de las diversas movilizaciones agregadas.

La lucha frontal en las calles y espacios públicos es importante pero existen otros acervos aún no habilitados. Para agenciar conocimiento novedoso es indispensable romper el molde de conducción unipersonal o de mini cuerpo de dirigencia con acción circular y rotación sobre el mismo eje y remplazarlo por enlaces horizontales de conducción y combinación de género, indígenas, obreros, sectores populares, académicos o intelectuales e incorporación de nuevos actores activados y toman cuerpo en la Nueva Normalidad.

Esas articulaciones flexibles varían de acuerdo a las fortalezas espaciales o inserción de trabajo político, siempre avizorando las nuevas perspectivas de lo que demanda la sociedad contemporánea sin temor a «resetear» percepciones añejas aprendidas en la vida y ejercicio político.

Es oportuno mencionar y tener en cuenta, en la política  cabe una gran dosis de pragmatismo, asunto muchas veces olvidado en la discusión académica,  de ahí que pensar la realidad de hoy implica saber combinar lo real y lo posible, esto es, valorar la circunstancia de lo posible para actuar con mayor efectividad.

Residuos heredados de la izquierda reformista

A la escena de la Nueva Normalidad arriba una izquierda con un vestido no apropiado para la magnitud y los nuevos campos de confrontación. En ella advertimos vetas de cuatro trazos del diseño prevaleciente entre los años 1990/2019, con el pensamiento fijado en la meta reformista, apostando a la supuesta debilidad de las élites latinoamericanas y la multiplicación de movimientos social, aunque no contundentes, la diversidad destellante es un señuelo cautivante y atractivo para los líderes con añoranza de poder compartido con los empresarios.

La viga inteligente de Roberto Regalado nos auxilia en la magistral descripción de la izquierda latinoamericana:

  1. Gobiernos electos por el quiebre o debilitamiento extremo de la institucionalidad democrático‑neoliberal que, mediante la aprobación de nuevas Constituciones con amplia participación popular, pueden clasificar como revoluciones políticas o procesos encaminados en esa dirección: Venezuela, Bolivia y Ecuador;

  2. Gobiernos electos por la acumulación de fuerza social y política que emprenden procesos reformadores de redistribución social de riqueza y asimilación de demandas sociales, en correspondencia con el desgaste, pero sin quiebre ni debilitamiento extremo de la institucionalidad democrático neoliberal: Brasil y Uruguay;

  3. Gobiernos de antiguas organizaciones guerrilleras devenidas partidos políticos que ganaron la presidencia en elecciones, en Nicaragua después de haber ejercido el poder (1979‑1989) y haberlo perdido (1990), y en El Salvador con más de tres lustros de acumulación de fuerza con posterioridad a los Acuerdos de Paz de 1992; y

  4. Gobiernos de coalición formados en torno a figuras progresistas donde la izquierda no está en condiciones de liderar: Argentina, Honduras y Paraguay.

En sentido general, podemos hablar de dos tipos de liderazgos: progresistas-reformadores y transformadores, ambas vertiente olvidaron la imprescindible tarea de fijar los objetivos, el programa, la estrategia, la organización del partido, la educación política e ideológica, desdeñaron la construcción de hegemonía y poder popular en sus respectivos proyectos y procesos (12).

En los procesos políticos electorales y las tendencias delineadas en el horizonte de la región, avizoramos el declive de ese reciente pasado de reformistas-progresistas en la arena política. Existen escritos, literatura con tintes añejos de pretender reinsertar el debate de esas figuras políticas en el futuro próximo de América Latina, las experiencias de  Bolivia, Ecuador, El Salvador, inclusive Chile y Perú,  indican que el capítulo de la experiencia progresista está concluido,  los commodities no será la panacea en la economía digital, las élites están mutando ante el mercado digital, la diversidad de actores políticos no aceptan  el retorno de los liderazgos compulsivo, otros representantes exigen un espacio en la deliberación en caso de una coyuntura posibilitadora de articulación política (13), el enemigo obtuvo nueva fisonomía, impone el distanciamiento social y apremia con los contagios, la vigilancia y control social con algoritmos, reconocimiento facial, registros de móviles, desconexión sectorial de las redes sociales en caso de movilizaciones caóticas, todo va dirigido a vulnerar  las comunicaciones intergremiales, fracturar los hilos de articulación política del sujeto político, cerrando los resquicios para anular a los insurrectos.

No hay vuelta al ayer pero heredaron dos enclaves del pasado y/o algunas expresiones de política contestataria persisten son los ejes: resistir y contestar en la inmediatez, dejando a un lado construir para ganar.

En la constelación de movimientos y segmentos sociales en la confrontación política desde el año 2020, algunos asumen el rol protagónico sin aceptar la presencia de otra gama de actores sociales, sin embargo usan el nosotros como símbolo de unidad o un solo frente.

Es decir, afirmar nosotros vamos a resistir, arroja un alud de dudas sobre quienes percibimos la lucha y tratamos de interpretarla. Quiénes somos nosotros si estamos inmersos en el archipiélago del llamado cuadro de insularidad del multiculturalismo identitario, las demandas de cada segmento no embonan una con otra, confrontan a los del lado y no al enemigo, urge desanclar los estereotipos divisorios y tabiques obstructivos que impiden embonar el niple para desbocar una fuerza sobre la otra y hacer crecer el conflicto. Mientras prevalezca la acción política aislada, el tema crucial de la lucha de clases queda subsumido en peticiones y reclamos de perfil cultural, dirigida a un ethos legendario pero sin alterar la base del modelo político y económico.

Mientras estén negados a construir un sujeto político articulado, la adversidad acompañará los próximos desafíos, de ahí la condición de reconocer la multidiversidad de actores, es momento de inaugurar una etapa nunca antes conocida, la ensambladura de la Utopía Colectiva.

No es un diseño ya pre-escrito o tomado de experiencia anterior, es el ejercicio de la mayoría de los actores con disposición a luchar por una transformación sustantiva en la Nueva Normalidad. Entonces parte de la premisa de percibirla conjuntamente como una construcción social   exhortadora  a la participación de todos los miembros insurrectos en  la sociedad, sean  comunidades de pueblos ancestrales, mujeres, discapacitados, homosexuales, pobres, campesinos, trabajadores, intelectuales, empleados entre otros, quienes de manera abierta y mediante el diálogo expongan sobre la mesa dialógica las pre construcciones  elaboradas en sus mentes sobre la sociedad deseada,  sin temores ni cortapisas, cargados de tolerancia para descubrir las proximidades de sus aspiraciones políticas, sociales y culturales con otros cuerpos políticos inscritos en la sociedad e idénticas aspiraciones para mejorar o reposicionarse en condiciones dignas.

Sería un paso de gran valía, estarían abonando el terreno para dotar de armadura a un pensamiento colectivo emanado de los anhelos y preocupaciones de cada actor político; además, develaría algunos puntos sombríos de la realidad social, a su vez dará cuenta de aflicciones comunes, formas de luchas complementarias, apropiaciones de experiencias adormecidas en la caja de herramientas  de la memoria colectiva y maneras de problematizar, acertando nuevos modos de traslapes, articulaciones escalonadas y mancomunadas de ideas esclarecedoras para despejar complejidades atemorizadoras en el campo de la confrontación.

No esperemos en la primera etapa de construcción de la Utopía Colectiva la teoría de la transformación definitiva, es un camino a transitar con el objeto de ir estructurando a la par de la dinámica dada en los procesos políticos; cada evento produce ingredientes novedosos, las confrontaciones destellan innovaciones en la lucha, las herramientas propias de cada segmento involucrado sufren modificaciones, el ramillete de mutaciones arroja nuevos modos de problematizar la realidad social.

En los nuevos aprendizajes y saberes colectivos entenderemos las razones de peso en cada aspiración, demanda, reclamos, ideales y reposicionamiento de cada uno de los actores políticos participantes en la construcción de la Utopía Colectiva.

En cada fragmento de la Utopía Colectiva, las aportaciones no son espontáneas, las contribuciones depositadas en el ánfora común tienen un antecedente de lucha, le denominados sedimentos de saberes en la memoria colectiva, en su conjunto son premisas inestimables y oportunas para dar cuerpo al paraguas de la pluralidad incluyente y en el futuro cercano vestirá al nuevo imaginario colectivo de izquierda.

En el imaginario plural incluyente de la Utopía Colectiva deben estar consignado lo siguiente:

A/ Aspirar un ideal de sociedad donde puedan ejercer sus derechos distintas ciudadanías

B/ La preocupación central son los pobres y sujetos hasta ahora sin derechos

C/ Cada actor de la sociedad puede ser representado y ser representante

D/ Trabajar permanentemente por una sociedad que empuje y presione a la nación a negar su condición homogénea y reconozca la diversidad, pluralidad y diversidad cultural de sus habitantes, asociaciones y grupos en ella insertos.

E/ Ejercer la presión inalterable para reclamar al Estado su atención a los reclamos y problemas locales, comunitarios y vecinales, con la misma celeridad y puntualidad que tienen para atender los desafíos apremiantes de los cambios tecnológicos-económicos nacionales y globales

F/ Insistir en el reconocimiento de las autonomías locales y puedan coexistir en la pluralidad y tolerancia, aunado a un código de canales comunicantes para disipar las diferencias entre comunidades.

Qué hacer

Obviamente, no es un salto a darse en corto tiempo, habrá que sentar las bases para dar cuerpo al armado articulado y ante todo, realizar el inventario de movimientos populares y gremios organizados para lanzar la convocatoria plural y bajo el domo de proponer el conjunto de demandas y reclamos con el fin de organizar una ruta de actuación colectiva.

Simultáneamente, mantener las movilizaciones, la etapa de re-organización no sella las compuertas de la acción movilizadora, si tenemos en cuenta el gran reto de sembrar e  instalar un relato común de lucha, de movilización a partir de una inmensa constelación movimientos sociales, cuya característica es  no contar con un proyecto como fuerza política articulada, sino una gran estela de  entramados con un armado de  demandas territoriales, culturales y políticas, en alguno casos se entrecruzan  los reclamos, son comunes  pero están inscritos en espacios  de disidencia.

También reaparecen actores legendarios con tradición de lucha y emblemáticos en su lugar, ellos deben ser incorporados para irrumpir en las calles y sus aportaciones vayan nutriendo el relato o narrativa común con visos   hegemónico de lo político fustigante.

Todas las acciones desembocadas en las calles hacen de ella un espacio estratégico porque cargan de sentido el espacio público transitable en un deposito viviente e incitador en la medida que distintos actores políticos reclamantes siembran ahí  las demandas apremiantes para convocar, agregar y llevar a cabo acciones colectivas. Lo destacable es, en ese agregado no sólo concurren los actores vinculados directamente con las denuncias y peticiones, sino quienes perciben la oportunidad vinculante, la coyuntura de sumarse y la posibilidad de abrazar una acción anhelada, ellos son los auto convocados (14), pieza fundamental para la convergencia articulada o base del futuro sujeto popular colectivo.

Por otra parte, en toda movilización colectiva, antes de la fundación del sujeto popular colectivo, enfrenta riesgos, el más significativo es la  Inteligencia Estratégica del enemigo, un instrumento político-militar dotado para producir conocimiento de seguridad, asesorar y/o acompañar en  la toma de decisiones de gobernantes, principalmente en tiempos de acoso; además, cuenta con  base datos en información de zonas potencialmente insurrectas, antecedentes de actores y mutaciones de organizaciones populares o comunitarias, diseña cartografías del conflicto y es vital para reducir las franjas de vulnerabilidad, opacar incertidumbres, anticipar desplazamientos, ocupación de zonas y operaciones para desactivar o reprimir de manera expedita.

La constelación de cuerpos políticos populares o insurrectos tiene la opción, ante la Inteligencia Estratégica, actuar en la acción súbita, destellante, en varios sitios y con desplazamientos de flujo y reflujo, le denominan factor granada y/o dispersión en zonas de fácil evasión.

No obstante, en la Nueva Normalidad los estallidos  en algunos países tuvieron la suficiente carga explosiva de espontaneidad, los circuitos dialógicos inter-actoral no se hallaban abierto para acciones políticas concertadas, el factor propagación, alentado por diversos componentes derivados de la comunicación/información de las redes sociales, experiencias recientes en otros países, el hartazgo de soportar la pandemia e incertidumbre para sobrevivir, el horizonte obnubilado para estudiar, trabajar o detener la violencia, la poca elasticidad del Estado y los gobiernos para atender y procesar las demandas, la actitud refractaria de los agentes gubernamentales ante los reclamos radicalizaron las protestas y nutrieron las calles de efervescencia, bloqueos de rutas, enojos, confrontaciones y saqueos.

Posando la mirada en los acontecimientos de Chile y Colombia, la ola expansiva de movilizaciones no tienen lazos con partidos políticos ni gremios sindicales, en su mayoría devienen de comunidades, barrios, localidades y veredas de gente negras/afrodescendientes, ex combatientes,  indígenas, campesinas y sectores populares no atendidos, marginados u olvidados, sin antecedentes de interlocución, en otras palabras, los sin nombre; otros vienen fraguando su estructura de demandas identitarias o grupos no consolidados de jóvenes conectados en las redes sociales y  a través de ese vínculo comparten opiniones.

Desde la exclusión invisibilizada surge la democracia plural, reclamando voz, atención y diálogo, la indignación tomo calles,  comisarías de policía,  divisiones de transporte público, parques, sitios y monumentos emblemáticos  con representación de agravio social y justo en esas áreas la acción política directa estuvo presente, no había otra opción, los  menospreciados hablaron esta vez a través de los hechos.

El nivel de dispersión en las identidades de los grupos y segmentos sociales que existe es su mayor riqueza y mayúsculo reto‒, también refleja el tamaño del conjunto de problemas, cuyos ejes están orientados hacia temas nacionales y otros con particularidades en lo local y regional.

En Colombia particularmente no es un movimiento absolutamente nuevo, guarda acentos de la memoria colectiva de los pueblos y barrios, en esta ocasión rebasó con creces a las  dirigencias tradicionales del movimiento social y popular,  tiene múltiples centralidad y desconoce el liderazgo único; Carolina Bautista aclara sobre el núcleo de la movilización al escribir, «es más, en lo local, bastión fundamental de la protesta, quienes convocan, ponen el cuerpo y el       alma están haciendo su principal escuela en este mayo colombiano de 2021. En eso está la muchachada de las primeras líneas;  los universitarios que ahora se movilizan tanto en su gremio como el barrio; las madres que exigen el respeto a la vida de sus hijos; las colectivas feministas, de diversidades y disidencias sexuales; la movida artística y cultural;  los habitantes de los pueblos más             chicos en los que nunca se habían visto marchas ni bloqueos; y también las nuevas generaciones   de sindicalistas, mingueros y mingueras, activistas afro, defensores de derechos humanos y del movimiento ambiental, entre otros tantos más» (15).

Los canales para un dialogo abierto, plural e inclusivo no están abiertos, en el caso colombiano los indígenas de minga, los jóvenes y comunidades afro descendientes quieren ser parte de la construcción del futuro de la nación; los barrios, los sin nombre, comunidades desplazadas y confinadas en la marginación deben ser consideradas para llenar un escaque con voz y decisión, la amplitud de representantes por segmento o localidad es amplia, compleja e intrincada. Es impostergable seccionar la agenda en asuntos nacionales, regionales y locales y en ésta última precisar por micro espacios. Tarea difícil, urgente y sin antecedentes en las insurrecciones de América Latina.

Mientras las aguas buscan cauces para el diálogo abierto y horizontal, la derecha internacional calla, la élite colombiana apoya la represión, profundiza el conflicto para contar con una salida fatal. La historia nos mostrará el desenlace y entonces tendremos nuevos aprendizajes para luchar en el futuro.

Fijar metas en busca de una transformación total de los países mencionados es tareas inalcanzables en pleno proceso de configuración de la Nueva Normalidad. Desmontar el eclipsamiento acoplado sobre los distintos actores marginados y sin derechos, para asumir parte importante en el diseño de su futuro en la comunidad, localidad o comarca, es importante. Desprender las ataduras impuestas para innovar en lo educativo, cultural, las artes, su lugar y la política y acepten su papel de actor autogestivo y productor de sentido en los nuevos retos asumidos. Por parte del Estado-Gobierno plasmar reformas sustantivas de redistribución del presupuesto y las riquezas, abrir espacios en la educación y salud, ambas secuestradas por la iniciativa privada, democratización territorial y desmontaje de la estructura paramilitar delincuencial. Es una tarea monumental, si tenemos en cuenta los límites para maniobrar cuando la mayoría de los países latinoamericanos tienen comprometido el PIB con la deuda externa oscilando entre 69/74% para cancelar sus pagos anuales. He aquí el dilema y retos para la inteligencia en guiar la solución de los nuevos problemas que vendrán una vez la Nueva Normalidad tenga mayor consistencia.

Notas

1/ SLOBODIAN Quinn, 2021, “Para los neoliberales la libertad es poder poner un precio a todo, cubrir más aspectos de la vida mediante el mercado”, entrevista en El salto Diario, 12 de mayo, entrevistador: Yago Álvarez Barba, en https://www.elsaltodiario.com/neoliberalismo/quinn-slobodian-globalistas-para-neoliberales-libertad-poner-precio-todo-cubrir-vida-mercado, leído el 20 de mayo 2021.

2/ HAN, Byung-Chul, (2017). La sociedad del cansancio, Barcelona: Herder.

3/ URQUIZU Ignacio. (2018). Una sociedad en transición, en Nueva Revista, https://www.nuevarevista.net/una-sociedad-en-transicion/  leído el 20 de mayo de 2021

4/ Entrepreneur, (2021). «La clase media se redujo y la pobreza creció en todo el mundo a causa de la pandemia«, marzo 19, en https://www.entrepreneur.com/article/367499, leído el 20 de mayo de 2021

5/ HAN, Byung-Chul, (2021). La sociedad paliativa, Barcelona: Herder

6/BERARDI Fracco «Bifo». (2020). «Asistiremos al colapso final del orden económico global», entrevista realizada por María Daniela Yaccar, periódico Página 12, Argentina, en https://www.pagina12.com.ar/287069-franco-bifo-berardi-asistiremos-al-colapso-final-del-orden-e.  Leído 20 de mayo de 2021

7/ BERARDI Franco «Bifo». (2020). Crónica de un virus semiótico (o de la psicodeflación) en Extremo de la Patagonia, en https://www.elextremosur.com/nota/23452-cronica-de-un-virus-semiotico-o-de-la-psicodeflacion/,  leído el 20 de mayo de 2021

8/ Forbes. (2021). Empresas tecnológicas más grandes del mundo 2021: Apple sigue como líder, en https://forbes.co/2021/05/14/tecnologia/empresas-tecnologicas-mas-grandes-del-mundo-2021-apple-sigue-como-lider/, leído el 20 de mayo de 2021; también pueden ver ¿Cuánto ganan los gigantes tecnológicos por minuto? https://www.ambito.com/tecnologia/apple/cuanto-ganan-los-gigantes-tecnologicos-minuto-n5191120

9/ STULIN Daniel, (2021). Metapolítica, Transformación global y guerra de potencias. Penguin Random House. Grupo Editorial. México.

10/Opcions, (2019). Grandes medios de comunicación: de quién son y a quién se deben. en https://opcions.org/es/consumo/grandes-medios-comunicacion/, leído 19 de mayo de 2021.

11/ GARCÍA Yeregui María. (2021). Hacia una sociedad que enseña a odiar la igualdad, El salto diario, en https://www.elsaltodiario.com/laplaza/hacia-sociedad-ensena-odiar-igualdad, leído el 29 de mayo de 2021

12/ REGALADO Roberto, (2021). Reflujo de la izquierda latinoamericana, Rebelión.org, en https://rebelion.org/reflujo-de-la-izquierda-latinoamericana-i/, leído el 20 de mayo de 2021.

13/ SALAZAR Robinson, (2021). Reconfiguración del sujeto insumiso en la nueva normalidad. Mirar no es observar. Precisa el concepto de Articulación política para la democracia, en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7720274

14/SALAZAR Robinson y MILLER Nchamah, (2006). Los caminos hacia la emancipación, en Revista Theomai No 14, 2do semestre, Argentina, en http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero14/ArtRobinson.pdf

15/BAUTISTA Carolina, (2021). Colombia en Paro Nacional, ¿qué y quién negociará?, en Zur de voces, https://zur.uy/colombia-en-paro-nacional-que-y-quien-negociara/, leído el 23 de mayo de 2021.

Publicado en Revista Encuentros de Ciencias Humanas, Teoría Social y Pensamiento Crítico.  Núm. 14/Debates y reflexiones sobre la nueva normalidad en el 2021.

salazar.robinson@gmail.com

Universidad Autónoma de Sinaloa/México.