Carlos Altamirano Orrego, un gran socialista del siglo XX chileno

POR JUAN CARLOS GÓMEZ LEYTON

“La crítica y la autocrítica imponen la obligación ineludible a la vez un derecho irrecusable”. – Carlos Altamirano Orrego, 1977.

En Carlos Altamirano Orrego (1922-2019) se sintetizan muchos de los aspectos y características del socialismo chileno y en especial del Partido Socialista de Chile (PS) que emergió en la década de los años treinta del siglo pasado. Un socialismo estructurado por un conjunto diverso de colectividades políticas que se identificaban con el ideario socialista desde los ilustrados masones a los revolucionarios trotskistas y con una composición social que reunía a rancios terratenientes sureños a simples sujetos populares. Organización socialista, heredera de esa particular y única experiencia que fue la República Socialista de 1932, que convocaba a los trabajadores intelectuales y manuales a re-fundar la República Socialista de Chile.

Diverso y plural era el Partido Socialista de Chile al cual Carlos Altamirano ofreció sus mejores oficios como profesional (abogado) militante, dirigente y parlamentario. Durante décadas de militancia Altamirano fue un socialista integro que abrazó en la década de los sesenta los principios y postulados de la revolución cubana y latinoamericana.

Desde esas posiciones compartidas con otras y otras socialistas durante los años sesenta impulsó al interior del PS, una rebelión generacional y acentuó la crítica política a la democracia burguesa, existente en Chile. Su crítica demoledora del parlamento y de la figura de la institución presidencial lo llevo a la cárcel. En efecto, el gobierno democratacristiano de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), lo encarcelo por apología a la violencia política revolucionaria. Fue uno de los promotores de la radicalización del PS en el Congreso de Chillán en 1967 y de su controvertido voto político, en el cual se planteaba que la resolución del conflicto político en Chile pasaba por “la lucha armada». Altamirano como otros dirigentes socialistas de la época pensaba “que la institucionalidad [democrática] era legítimamente aprovechable por el movimiento revolucionario. Pero no en la perspectiva de completar el ciclo histórico hasta construcción del socialismo”. Por eso, “intentar transitar el camino político institucional sin tropiezos hasta alcanzar el objetivo final, era sólo una ilusión, una frágil ilusión”. Que certeras y oportunas son estos planteamientos cuando hoy, en la democracia neoliberal, las y los socialistas insisten en fortalecer una democracia espuria y corrupta.

Teniendo esa claridad política, al momento del triunfo popular de Salvador Allende en 1970, Altamirano se planteó defender en 1971, al asumir la Secretaria General del PS (Congreso de la Serena) el programa de la Unidad Popular como la plataforma política para “avanzar sin tranzar” al socialismo. Durante el gobierno del presidente Allende, asumió posturas radicales y críticas con la vía chilena al socialismo y lucho abiertamente en transformar al partido socialista en un partido marxista-leninista, entrenado y preparado para actuar ante “el enfrentamiento decisivo”. Así lo ratifico en el Pleno del Comité Central del PS de Algarrobo, en 1972, luego del para patronal de octubre de ese año. “El enfrentamiento es el problema central y básico de todo este periodo… desde el 4 de septiembre de 1970 la lucha de clases ha desembocado en un enfrentamiento permanente de clases”. Lamentablemente, los asertivos planteamientos del PS y de Carlos Altamirano se hicieron realidad en septiembre de 1973. “Sin embargo, preciso reconocer –escribe en su libro Dialéctica de una derrota, (Siglo XXI, 1977) no estuvo en condiciones de desarrollar una política consecuente con aquellas posiciones. Su tradicional debilidad orgánica y la falta de formación de sus cuadros, no superadas al calor de la experiencia revolucionaria, le impedía implementar por sí solo una estrategia armada. No era, por cierto, el partido de Lenin. Estaba muy lejos de constituir una organización acerada, monolítica y disciplinada”. En otras palabras, el Partido Socialista que condujo Altamirano, fracaso en el hacer posible la revolución y, sobre todo, de la defensa armada del proceso abierto por la Unidad Popular en 1970. Altamirano, fue uno de los primeros dirigentes socialistas en reconocer ese fracaso y, por consiguiente, la derrota.

Carlos Altamirano Orrego

Luego de 1973, asumió tareas duras y de gran responsabilidad históricas y políticas. Como he dicho, realizó una de las más inclementes y rigurosas reflexiones críticas tanto del accionar del socialismo y de su partido, que también, es una dura crítica a su propia gestión de dirigente central del principal partido del gobierno popular, en su ya nombrado libro Dialéctica de una derrota. Esa crítica llevo a Carlos Altamirano, a dar un giro en sus posiciones políticas, iniciando en 1979 a un desgarrador proceso revisionista teórico y político que condujo a un explosivo fraccionamiento del socialismo chileno.

Carlos Altamirano, desde los años noventa hasta hoy, durante tres décadas, salió de la política activa partidaria y entró en la historia. Esa historia de los socialistas que tiene hasta el día de hoy mucha oscuridad y silencios para dar un juicio político e histórico sobre su accionar ante y post 1973.

Lo cierto, que Altamirano fue muy consciente de su lugar y rol en la historia del siglo XX y del socialismo chileno, dejó numerosos testimonios escritos y hablados que serán muy útiles para re-construir la historia de un socialista controvertido y complejo, pero ni tanto ni más  que otras y otros grandes socialistas, tales como: Marmaduque Grove, Eugenio Matte, Eugenio González, Raúl Ampuero, Aniceto Rodríguez, Adonis Sepúlveda, Belarmino Elgueta, José Tohá, Julio Cesar Jobet, Oscar Waiss, Alejandro Chelén Rojas, Arnoldo Camú, Ricardo Lagos, Carlos Lorca, Exequiel Ponce, María Elena Carrera, Carmen Laso, Julieta Kirkwood, Fidelma Allende, Beatriz “Tati” Allende, e incluso, del propio Salvador Allende Gossens.

Carlos Altamirano, fue, al igual que las y los nombrados, un socialista-revolucionario de toda una vida. Pero, circunscrito al siglo XX chileno. Siglo que concluyó violentamente en septiembre de 1973. Fecha que también puso fin la heroica y revolucionaria historia del Partido Socialista de Chile.

Santiago de Chile.