Bertolt Brecht, 125 no son nada

POR JULIETA GRINSPAN

Hace 125 años nacía Bertolt Brecht. El hombre de teatro que cambió más frecuentemente de país que de zapatos. Ese Brecht que decimos a veces, es tan necesario, porque nos gusta y conmueve, porque todavía nos complica la vida y la escena.

El que escribió para el deleite de algunos, y la agarrada de cabeza de otros, ciertamente pudiendo coincidir ambas en una misma persona.

Bertolt Brecht (1898-1956)

El Brecht impertinente nacía hace 125 años. Impertinente, si es que le cabe el adjetivo, o es acaso que solo nos sigue reclamando esa actitud frente a las atrocidades del mundo y las nuestras.

De ese Brecht tenemos muchos puñados de escritos, obras tan reales como fabulosas, e imágenes y análisis concretos de su realidad concreta A nosotros, los de este tiempo, nos llega un Brecht, o varios.

Son 125 años cargando todavía sobre la vida de otros, interpelaciones permanentes que no se agotan nunca, a menos que uno quiera que se agoten. Caen a borbotones las miradas posibles de la realidad en que vivimos si la miramos con la lupa de Brecht. O es que no son tantas posibles, sino unas pocas, pero que son muy, pero muy difíciles de mirar.

No divide Brecht, después de 125 años, el arte de la vida, el teatro de la sociedad. No separa la ciencia posible que se acerca al cotidiano ni descree a 125 años, de las acciones pequeñas que cambian, por fin, alguna cosa. Así todo, tras siglo y cuarto puede todavía encontrar la manera de ver y hacernos ver lo imprescindible de los hechos, el meollo del problema, el punto justo de la contradicción.

Parece no cansarse nunca este Brecht, que machaca y machaca sobre los sentidos y conciencias de todos nosotros. Y cuando de repente nos vemos en lo seguro, vuelve y avisa, muy a su modo, que miremos atentos el entorno.

Lanza y sostiene todavía, impávido, las preguntas que corren rápidas y actuales, sobre artistas y circunstancias mayores, sobre actos y consecuencias a los que no le vimos los hilos finos, aunque firmes y palpables.

Una larga vida la de este hombre que se nos aparece cada tanto como excusa u objetivo. Como verso o imagen. Más o menos comprendido, interpretado en múltiples lenguas y sentidos. Discutido, refutado incluso por él mismo, apartado y querido, ¡incluso por él mismo!

Pasaron 125 y todavía seguimos buscando la manera de ponernos en el centro de la escena y gritar la respuesta colectiva a su pregunta: ¿quién construyó Tebas?