Cuando empezó el debate sobre
el TLC, unos dijimos que no debía firmarse porque le haría
grandes daños al país, agravando los problemas de atraso,
desempleo y pobreza. Uribe y sus voceros afirmaron que no había
de qué preocuparse, porque iban a "negociar bien",
a lo que respondimos que esa frase no pasaba de ser otra astucia tendiente
a engatusar a los colombianos creándoles la ficción
de que no iban a plegarse a los intereses de Estados Unidos. Algunos
cayeron en la manipulación oficial. No olvido a un jefe de
Fenavi diciéndome: "Senador Robledo, el Presidente me
dio la garantía de que no habrá importaciones de cuartos
traseros de pollo".
Veinte meses nos pasamos en el debate. Ellos diciendo que el país
perdería poco por las importaciones y que ganaría mucho
con las exportaciones. Y nosotros mostrando cómo el gobierno
colombiano cedía, cedía y cedía mientras los
estadounidenses no entregaban nada, entre otras razones porque estos
se sentaron a la mesa a cumplir una ley de su Congreso que les ordenó
aspirar a mucho y hacer concesiones ridículas, posición
que tanto contrastó con la del Presidente Uribe, que incluso
impidió que el parlamento colombiano le pusiera alguna cortapisa
a su poder de negociación, lo que significó que Estados
Unidos pudo aspirar a sacrificar todo el interés de Colombia,
como en efecto sucedió. Con estos negociantes
Para el momento en que se confirmó que el único TLC
posible era uno en el que Colombia tendría que renunciar hasta
a las muy mediocres aspiraciones defensivas y ofensivas del uribismo,
Uribe hizo el ridículo de irse a Washington a intentar crear
la ficción de que él, el Mesías en persona, se
pararía erguido en defensa del interés nacional, cuando
cualquiera puede constatar que viajó a hacer exactamente lo
contrario. ¿Hasta cuándo le funcionará el truco
de faltar a la verdad con tanto descaro que mejora su posibilidad
de tener éxito en el engaño?
El sacrificio del interés nacional será tanto que el
Tribunal Administrativo de Cundinamarca le prohibió al Presidente
aceptar lo exigido por Estados Unidos en propiedad intelectual sobre
medicamentos y en importaciones agropecuarias subsidiadas y de bienes
usados y remanufacturados. Y Uribe, en vez de utilizar la decisión
del Tribunal como una excusa para no someterse a la Casa Blanca, prefirió
asumir la conducta dictatorial de violar la ley y desacatar la prohibición
de los jueces.
Para completar la pesadilla que vive Colombia, el uribismo habla de
aumentar los impuestos para subsidiar a los "perdedores"
del TLC, como si el engendro no lesionara a casi todos los colombianos,
como si los mayores impuestos fueran a pagarlos las transnacionales,
como si alguna limosna les cambiara la vida a los que se arruinarán
y como si esas platas no tuvieran como propósito financiarles
el clientelismo a los parlamentarios que voten sí a este atropello
a la soberanía nacional, el primer requisito del progreso de
cualquier nación.
¿Por qué tuvimos la razón quienes desde el principio
advertimos que el TLC le haría daño a Colombia? No fue
porque seamos magos ni porque acertáramos de chiripa. Nunca
caímos en la trampa porque conocemos bien lo que significa
el "libre comercio" para los imperialistas que mandan en
la Casa Blanca y porque le tenemos calada el alma a Álvaro
Uribe Vélez.
Coletilla uno: con su respaldo al TLC, el gerente de la Federación
de Cafeteros se puso en contra de quienes le pagan el sueldo, pues
estos no solo cultivan café. Así se confirma que representa
es al gobierno y que no es lo mismo vivir del café que de los
caficultores.