Después de lo mucho que han dicho
quienes no militan en el Polo Democrático Alternativo (PDA)
sobre lo que ocurrió con su lista al Senado, vale la pena dar
la versión de un miembro de la organización. Y explicar
qué debe ser la izquierda democrática según quienes
militamos en ella y no de acuerdo con lo que quisieran nuestros adversarios,
porque el colmo sería aceptar que en el ajedrez de la política
nacional algunos se arrogaran el derecho a mover las piezas de los
dos lados del tablero.
En reunión de la Mesa de Unidad, la máxima dirección
del Polo, María Emma Mejía presentó un documento
de respaldo al Ideario Programático, a las normas organizativas
y al mecanismo para seleccionar el candidato único a la Presidencia,
compromiso que obtuvo, como era de esperarse, respuesta positiva de
todos los asistentes. A los pocos días y con el aval de Lucho
Garzón se planteó su aspiración al número
uno de la lista al Senado, puesto para el que hubo otros candidatos:
Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo. Luego, excluí mi nombre
para facilitar el acuerdo, Petro obtuvo el respaldo mayoritario y
María Emma decidió retirarse, postura que por unanimidad
se le solicitó no adoptar. La decisión democrática
de la directiva del PDA sobre el primero en la lista generó
malestar en la minoría del Polo Democrático Independiente
(PDI), que intentó cambiarla, pero a la postre acordó
someterse.
Estos hechos, que si se analizan sin prejuicios no dan para censurar
al Polo, le sirvieron para alborotar a algunos que nunca votarán
por este, pero al que le reclaman lo que nunca les han exigido a las
agrupaciones que sí han contado con su respaldo. ¿Por
qué es una aberración que en una organización
política haya puntos de vista y aspirantes diferentes? ¿Por
qué censurar que la mayoría de su dirección decida?
¿Por qué no pueden algunos de sus miembros expresar
su desacuerdo con una decisión? Seriedad, hay que pedirles
a ciertos comentaristas. ¿Por qué más bien no
resaltan que el PDA superó, unido, un desacuerdo? ¿Por
qué no ensalzan que no tiene propietario? ¿Por qué
no se descubren ante las decisiones democráticas de unos dirigentes
que fueron acatados? Que quienes son avisados en política y
se oponen al Polo no se disfracen de amigos para hacerle censuras
oportunistas. Y que quienes a pesar de tener dudas sí comparten
su propuesta de cambiar profundamente a Colombia afinen su capacidad
de análisis y entiendan que no hay organización de los
seres humanos en la que no se presenten diferencias. ¿O acaso
no se debate, se vota y se acata para elegir al Papa?
Ciertos comentarios sobre la contradicción que se presentó
por el orden de la lista desnudaron otro tema de importancia: que
lo que mortifica a algunos, y hasta los enfurece, es que el programa
del Polo refleje los puntos de vista de la izquierda democrática
y no los de los neoliberales, concepción que se resume muy
bien en su defensa de la soberanía nacional y en su oposición
al TLC. Y entendido quedó que estos tuvieron la ilusión
de que el reparto de los números modificara el rumbo del PDA,
cosa que, como se ha visto, nunca se planteó a la hora de ordenar
a los candidatos.
Que quienes macartizan con el "radicalismo" del Polo y su
"falta de amplitud", precisen: ¿no hay que ser de
principios en la crítica a las políticas que hambrean
y les arrebatan cualquier posibilidad de futuro próspero a
los colombianos? ¿La organización debe ser tan amplia
que quepan hasta los partidarios del TLC y el neoliberalismo? ¿Su
sueño debe ser ganarse el aplauso de Hommes y la cúpula
uribista? ¿Debe asumir la viveza de criticar con posiciones
de izquierda y ofrecerse para gobernar con las de derecha? ¿De
lo que se trata no es de cambiar la vida de la gente sino la de los
dirigentes?
Que los pueblos de América están hasta hartos del actual
modelo económico y social constituye una obviedad. Lo que se
discute es si esa repulsa debe conducir al cambio de los responsables
de esas orientaciones y, con ellos, de sus programas, o si, simplemente,
hay que aprovecharse de la crisis para sustituir a los que mandan
hoy, pero para gobernar con las mismas políticas.
Y este crecimiento no podrá sostenerse, como lo vienen explicando
los analistas, quienes además hacen énfasis en el duro
golpe que las importaciones abaratadas por la revaluación le
están propinando al aparato productivo y recordando que una
situación similar a la actual, de euforia entre algunos, se
dio en Colombia antes del crac de 1999. En palabras del propio Juan
Manuel Santos, "en el segundo cuatrienio, al presidente Uribe
le va a tocar impulsar reformas muy duras" (contra los del común,
se entiende), lo que significa que cuando la economía va bien,
de las ganancias se excluye a las mayorías, pero cuando se
pone mal, a estas les imponen todavía más sacrificios,
verdades a las que se les suma que la constante en el neoliberalismo
son los períodos de crecimientos malos o mediocres, seguidos
de caídas profundas del producto nacional.