Juan Manuel Santos asumió
dos compromisos principales: continuar con todas las políticas
de Álvaro Uribe, administración en la que él fue
pieza de importancia, y montar un gobierno de unidad nacional.
Para lo que llama la unidad nacional, además de la
U, reclutó al conservatismo, a Cambio Radical y al PIN, así
a este lo niegue como lo niega Álvaro Uribe. Con honrosas excepciones,
el Partido Liberal, encabezado por César Gaviria, también
lo respaldará. Y la cúpula verde dijo que no estará
en la oposición.
Sin embargo, Juan Manuel Santos podrá montar una gran manguala, pero no un gobierno de unidad nacional, por lo menos no en el sentido de que ese gobierno represente los intereses del conjunto de la nación, pues si algo caracteriza a la administración de Álvaro Uribe que Santos continuará es lo antidemocrático de sus concepciones políticas y lo plutocrático de sus criterios económicos y sociales, es decir, por gobernar según los intereses de las trasnacionales, los monopolios criollos y las roscas clientelistas, en tanto a la casi totalidad de la nación se la excluye en mayor o menor medida del bienestar. Hay que ser muy caradura para hablar de unidad nacional con el objetivo de continuar un régimen que condujo al país a uno de los peores indicadores sociales de América y del mundo en desempleo, pobreza y concentración de la riqueza, por ejemplo y que, además, persiguió a los jueces para imponer el tapen tapen de los horrores que escandalizan al mundo. Lo de verdad nuevo del gobierno que empieza consiste en que contará con más políticos tradicionales, de esos que aprueban cualquier cosa, por lesiva que sea para la nación, siempre y cuando les garanticen los puestos y los contratos con los que legitiman al régimen. Lo que presentan como unidad nacional no pasa de ser, en realidad, una manguala política tan amplia que en ella caben hasta los viejos y los nuevos angelinos. Y es obvio que este contubernio no cambiará positivamente al país, sino que lo mantendrá igual de mal o lo empeorará. La máscara de la unidad nacional tiene otro fin
que no expresa la fortaleza sino la debilidad de Santos: diferenciarse
en algo, pero solo en asuntos formales, de lo que cada vez más
se reconocerá como la desastrosa herencia de Álvaro
Uribe, para poderla perpetuar en sus rasgos fundamentales. Por ello,
para el Presidente electo es clave que su primer año no se
cuente como el noveno de Uribe, a pesar de serlo, porque perdería
capacidad de manipulación. Desnudar esta pantomima reviste la mayor importancia. Porque no hay peor gobierno que aquel que se mueve por intereses contrarios a los nacionales pero consigue amplias mayorías políticas y además oculta sus verdaderos fines tras el respetable manto de la unidad nacional, pues ello le facilita ejecutar los mayores desmanes en contra de las concepciones democráticas en lo económico, político y social. Y porque es obvio que la falsa unidad nacional santista también apunta a aplastar toda idea diferente al pensamiento único del Consenso de Washington, la democracia de mentirillas y la mayor impunidad. Vale recordar al Frente Nacional, período en el cual, por Constitución, en Colombia se impuso una especie de dictadura liberal-conservadora que no gobernó en beneficio de las mayorías nacionales. Salvo que traicionara sus concepciones programáticas, el Polo Democrático Alternativo no puede hacer nada diferente a oponerse con todo valor y firmeza al gobierno de Juan Manuel Santos y explicar en qué consiste su astucia de la falsa unidad nacional, como con acierto lo determinó su Comité Ejecutivo. La izquierda democrática no debe engañar, pero tampoco acolitar que el engaño prospere. Y es seguro que esta posición la asumirán también los millones de colombianos de todas las condiciones sociales y políticas que no se inclinaron ante las barras bravas uribistas ni lo harán ante la gran manguala. Coletilla: al absolverme, el Procurador dice que no hay nada mío que viole la ley, porque aparezco en los computadores de Reyes como un acto unilateral de las Farc. Pero eso ya lo había probado la Policía antes de abrir la investigación en mi contra. Bogotá, 25 de junio de 2010. |
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