TRABAJO, NEOLIBERALISMO Y TLC


Jorge Enrique Robledo Castillo
robledoje@senado.gov.co

Se ha vuelto frecuente la pregunta: ¿cómo les irá a los trabajadores colombianos si se acuerda el TLC con Estados Unidos? Quién entienda que ese tratado es la profundización de las políticas que empezaron aplicarse en Colombia desde 1990, y además sepa lo que les ha ocurrido a los asalariados en esta etapa, tendrá que concluir que no les irá nada bien.

Porque los más de 20 mil millones de dólares de déficit en la relación entre importaciones y exportaciones entre 1993 y 2003 quieren decir que hubo una masiva sustitución de la producción y el trabajo nacional por los de los extranjeros, con el consecuente aumento del desempleo. Y también se sabe de la disminución del empleo y los salarios en las empresas que no se cerraron, porque buena parte de los productores sobrevivientes lo lograron por la vía de reducir sus costos laborales. Además, ¿a cuánto hubieran llegado los cesantes y las bajas salariales si no hubieran migrado los millones que salieron de Colombia expulsados por el empobrecimiento generalizado?

El café, producto de exportación por excelencia, muestra otra faceta de lo ocurrido. En este caso también se redujo la producción y el empleo, pero porque disminuyeron las exportaciones nacionales ante la competencia de países con costos laborales menores, y eso que ha disminuido el consumo de comida entre el campesinado y que los obreros agrícolas cafeteros, cuando logran emplearse, apenas llevan a sus hogares unos 35 mil pesos luego de una semana de trabajo. Ahora sí que es cierto que, más que exportarse café, lo que se exporta es pobreza.

La competencia a escala global –sea para poder exportar, defenderse de las importaciones o desarrollar los llamados servicios– tiene como principal sustento la unión de los capitales de envergadura universal con los precios de la mano de obra de cada país, lo que se traduce en que las transnacionales buscan ubicarse donde los costos laborales sean menores, incluidos en dichos costos los salarios, las prestaciones, la salud y las pensiones. Y esta realidad azota a los trabajadores no calificados, como es obvio, pero de ella no se escapan los especialistas de todos los sectores, exceptuando a unos pocos que actúan en la cúpula del poder económico. Entonces, si el precio de la mano de obra disminuye en Vietnam, debe reducirse en Brasil; y si cae en Estados Unidos, también deberá hacerlo en Alemania. Vencerán en esta competencia –si eso puede llamarse una victoria– aquellos países que logren vender su mano de obra más barata, advertí en 1990.

La estrategia de desarrollarse por las exportaciones que anunciaron en la apertura de los noventa y que ahora nuevamente anuncian –aun si fuere cierta, porque lo ocurrido y la predicciones oficiales de lo que ocurrirá con el TLC lo que muestran es que más han crecido y crecerán las importaciones– conduce a las peores relaciones sociales que puedan concebirse en un país. Dado que quienes compran las exportaciones no residen donde se produce sino en el extranjero, la única relación deseable que les queda a los exportadores con los asalariados de sus países es la de lograr bajar los costos laborales, so pena de ser desplazados por los competidores de otras latitudes que sí puedan hacerlo. De ahí que tengan alcances tan limitados las invocaciones para que en el TLC se establezca el cumplimiento de las leyes nacionales en las relaciones entre el capital y el trabajo, pues es apenas natural que la tendencia sea a seguir desmejorando esas normas en función de lo que imponga la competencia global.

No es casual, entonces, que uno de los signos de la etapa que se acentuará con el TLC sea la destrucción o el debilitamiento de las organizaciones sindicales, pues son estas las que, al reemplazar la contratación individual por la colectiva, permiten que los asalariados mejoren sus condiciones laborales.

El sacrificio de las condiciones laborales también genera baja de la producción y aumenta el desempleo, pues la menor capacidad de compra de los trabajadores reduce las ventas de quienes producen para el mercado interno, donde se localiza y localizará la parte principal de los compradores de la producción nacional.

En conclusión, el mayor desempleo, el empeoramiento de las condiciones laborales de quienes no quedan cesantes y el rebusque del trabajo informal es lo que les espera a los trabajadores colombianos en el TLC con Estados Unidos.

Bogotá, 22 de agosto de 2004.