A PROPÓSITO DE LAS CALIFICACIONES DEL FMI Y EL BANCO MUNDIAL


Por Juan Manuel López Caballero

La economía ha perdido la condición de ciencia superior que tenía y que hacia que todas las relaciones sociales dependían de una organización alrededor de sus 'verdades'.

Ya no se cree en sacerdotes o gurús que iniciados a una verdad revelada nos deben señalar los caminos de la felicidad. La jerarquía que se llegó a reconocer a quienes tenían título de economistas ha prácticamente desaparecido, y al ciudadano de hoy no lo motivan o no lo convencen los argumentos de sabios que explican cosas que casi nadie entiende, pero que además nunca se cumplen.

La 'ciencia económica' como el juego de ajedrez tiene las características de una ciencia pero no lleva a ninguna parte: es posible especializarse y profundizar casi ilimitadamente en la materia, pero se ha convertido cada vez más en una entretención abstracta de la cual nada se puede concluir.

La realidad actual es que la economía -o mas concretamente el manejo de ella- dejo de ser un tema de academia, de conocimiento o científico, y se volvió un tema esencialmente político, simplemente de confrontación de poderes.

En este sentido lo que más ha quedado demostrado -y así lo intuye o lo comprende la gente- es que las recetas de organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial pocas veces (o ninguna) han producido los resultados que han prometido. Es claro que su autoridad no viene de su sabiduría sino de su poder.

Es bueno recordar entonces que fueron instituciones creadas para consolidar un marco de relaciones económicas y políticas en un mundo donde el orden normal es que hubiera unas potencias dominantes y unos países periféricos a ellas.

Por ejemplo el objetivo del FMI es defender la estabilidad del sistema de créditos internacional evitando que los países que dependen de préstamos de los poderosos puedan entrar en 'default' produciéndoles a ellos pérdidas (es simplemente un instrumento de los acreedores); pretender que sus 'asesorías' a los países 'beneficiarios' se dirijan a lograr el bienestar de sus ciudadanos es 'pedir peras al olmo'.

Por eso la necesidad de evaluar cual es la idoneidad de los funcionarios que representan estas entidades y que tanto vale su opinión.

Es normal que tengan una formación académica de posgrado de cualquier Universidad de primera línea. Pero su admisión al mundo de esos 'expertos' no es un reconocimiento a su capacidad personal, no depende en nada de lo que aporten, y por el contrario esta condicionada a que se limiten a profesar el dogma de esas instituciones, que se someta a que lo que ahí se predica se aplica y punto.

Quien tenga reservas al respecto, es indeseable en ese mundo, independientemente de lo fundamentadas, válidas o interesantes que sean las inquietudes que tenga (caso de Stiglitz).

Por supuesto una vez allá dependen de la información ya decantada o tamizada por quienes para ser sus interlocutores válidos comparten en cada país la misma forma de pensar y analizar, o sea trabajan con menos información que cualquier analista local.

Los escogidos en los diferentes países son quienes en sus cargos ejecutan las recomendaciones de esas instituciones y que han demostrado ser lo suficientemente alineados y sumisos para garantizar que mantendrán la línea.

Estas consideraciones se presentan por el apoyo de los funcionarios de ambas instituciones al TLC.