TODOS QUIEREN SEGUIR EL 'MODELO URIBE'

Por Juan Manuel López Caballero

Uribe ha creado un estado de cosas que difícilmente puede ser más caótico: La brecha que se ha abierto entre los más pobres y los más pudientes es cada vez más dramática: en lo profunda porque el coeficiente Gini de ingreso y de distribución de riqueza muestran niveles de concentración que no se habían visto desde hace 40 años; y en lo cuantitativo la cantidad de pobres y de indigentes ha aumentado sistemáticamente desde que subió al poder.

En la economía tenemos un proyecto basado en la globalización pero con los TLC con Canadá, Estados Unidos y la Europa Unida en el congelador; un régimen de ingresos y gastos montado en una época de vacas gordas de las cuales no se guardó nada, y unos recursos fiscales ocasionales para mantener presupuestos permanentes; desempleo y déficits del Gobierno central creciente.

Un régimen político desmantelado, donde el ejecutivo central absorbió las regalías y las transferencias que correspondían a las regiones y se destinaban a la salud, a la educación y el agua potable, y las comprometió todas en la partida de guerra mayor de toda Latinoamérica.
La estrategia seguida en la guerra contra las drogas con ya es reconocida universalmente como fallida (el Economist publicó su tercer balance aún más diciente que los dos anteriores), pero quedamos montados en ese programa con condiciones tan graves como las de las bases para que la sigan desde nuestro territorio fuerzas extranjeras.

La misma guerra contra las FARC a pesar los relativos éxitos ha sido un fracaso (ni 18 meses ni cuatro años más la concluyeron, y por el contrario las mismas bases son una prueba de lo que no se logró). Solo quedan unos grupos que ante la imposibilidad de una salida política pueden tender cada vez más hacia el verdadero terrorismo.

Y del contexto internacional ni que hablar, distanciados y vistos como un peligro por toda nuestra región, con pésimas relaciones con nuestros vecinos más cercanos, y descalificados por el mundo por violadores de los Derechos Humanos y por el desmonte de la democracia mediante 'golpes suaves' de opinión.

Pero puede ser que haya dejado un mal aún peor que todos estos: la 'Seguridad Democrática' no es un planteamiento de gobierno, ni una orientación política, ni un modelo ni un programa al cual se deba ceñir un mandatario o por el cual pueda exigir cuentas el elector; para Uribe es solo la obsesión de que para exterminar a las FARC todo se vale, con lo cual desparece toda la institucionalidad y lo que queda para relacionar al gobernante con sus gobernados es la propuesta que él encarna de 'El Estado soy Yo'.

Y así parecen verlo los aspirantes a sucederlo cuando ninguno se molesta en mostrar un equipo, alguien experto que los acompañe en los temas difíciles y especializados como la economía o las relaciones internacionales; no presentan ningún tipo de programas sobre los cuales se pueda pronunciar el elector (solo lugares comunes populistas como acabar la corrupción o atacar la pobreza o mejorar el sistema de salud y de pensiones, pero sin decir el cómo); solo todos prometen seguir la 'seguridad democrática' pero sin explicar para cada uno en qué consiste, diferente de poder hacer lo que Uribe ha hecho y mandar como él ha mandado.
Agosto 20 de 2009.