A las autoridades de la Unión Europea
y al FMI más que cobrar la deuda griega les interesa sentar un
claro precedente de hasta dónde están dispuestos a llegar
para someter al gobierno que se atreva a poner en tela de juicio las
actuales reglas de juego. Se trata de enviar un mensaje claro a posibles
gobiernos de la región que, como Podemos en España, querrían
imitar a Grecia oponiéndose al modelo neoliberal o al menos ensayando
alguna reforma que mitigue sus manifestaciones más perversas
tales como recorte de pensiones, más reducciones de salarios,
desmantelamiento del movimiento sindical, mantener un sistema fiscal
que favorece al capital, aumento del IVA, privatización de lo
público, etc., acompañado además de nuevas leyes
que convierten las protestas ciudadanas en actos criminales. Es precisamente
lo que exige la Troika y Atenas rechaza.
El modelo actual de la construcción europea resulta ya casi diametralmente
opuesto a la idea original que fue en su momento el resultado del acuerdo
capital-trabajo impulsado por gobiernos socialdemócratas-democristianos
con el respaldo de un fuerte movimiento obrero y popular y gran protagonismo
de sindicatos y partidos de izquierda (comunistas y socialistas, sobre
todo). Se ha ido desmantelando poco a poco ese pacto social y en su
lugar se impulsa la "americanización" de la UE, la
ley de la selva en las relaciones políticas, la cultura de la
competencia sin límites y del egoísmo a ultranza como
valor primero en las relaciones sociales y, para culminar el proyecto,
el regreso al militarismo, las guerras imperialistas y un renacer del
colonialismo en sus formas más groseras. El extremismo islámico,
que Occidente propició, le sirve ahora de magnífica coartada.
Con independencia del realismo que puedan tener las propuestas de gobiernos
como el de Grecia o el posible de Podemos en España de reformar
el sistema con fórmulas keynesianas, quienes gobiernan la UE
y el FMI consideran que el solo intento debe ser sofocado; ni siquiera
es aceptable para la Troika la reforma parcial del actual modelo neoliberal
para aliviar la suerte de los colectivos sociales más afectados
por la crisis (ya no solo en Grecia sino en todo el continente). Ni
los llamados a la sensatez de quienes ven los riesgos enormes de llevar
las cosas al límite y piden dar un respiro a Atenas han servido
para ablandar a los banqueros alemanes (principales protagonistas del
drama). Evidentemente se trata de hundir a Grecia y sentar así
un precedente.
El pueblo griego irá a las urnas este domingo para apoyar o rechazar
la fórmula que la Troika intenta imponer. Nada más democrático,
nada más ajustado al respeto a la soberanía de un pueblo,
a su derecho a decidir su propio destino. Y si de pagar una deuda se
trata, se podría empezar por exigir a la propia Alemania que
cancele sus propias deudas; aún debe a Grecia las indemnizaciones
por la agresión a su país durante la Segunda Guerra Mundial.
Una deuda ésta mucho más elevada que aquella que Atenas
debería saldar a los banqueros de Frankfurt.
30 de junio de 2015.