POR IMMANUEL WALLERSTEIN
La ideología de la globalización
neoliberal ha estado en boga desde principios de los años 80.
No era, de hecho, una idea nueva en la historia del sistema-mundo moderno,
aunque reivindicó serlo. Más bien era la muy vieja idea
de que los gobiernos del mundo debían dejar de estorbarle a las
grandes y eficientes empresas en sus esfuerzos por prevalecer en el
mercado mundial. La primera implicación de política pública
era que los gobiernos, todos los gobiernos, debían permitir que
estas corporaciones cruzaran libremente todas las fronteras con sus
bienes y su capital. La segunda implicación de política
pública era que los gobiernos, todos los gobiernos, debían
renunciar ellos mismos a cualquier papel de dueños de estas empresas
productivas, y privatizar así todo lo que poseyeran. Una tercera
implicación era que los gobiernos, todos ellos, debían
minimizar, si no eliminar, todos y cada uno de los diferentes pagos
de transferencia por seguridad social a sus poblaciones. Por ciclos,
esta vieja idea siempre ha estado de moda.
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Immanuel Wallerstein
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En los años 80, estas ideas fueron propuestas para contrarrestar
a las también viejas visiones keynesianas y/o socialistas que
habían prevalecido en la mayoría de los países
del mundo: que las economías deberían ser mixtas (el Estado
más las empresas privadas); que los gobiernos deberían
proteger a sus ciudadanos de las corporaciones cuasi monopólicas
propiedad de extranjeros; que los gobiernos deberían intentar
ecualizar las oportunidades de vida transfiriendo beneficios a sus residentes
menos afortunados (especialmente en los niveles de educación,
salud y garantías de ingreso a lo largo de la vida), lo que requeriría,
por supuesto, fijarle impuestos a los residentes más acomodados
y a las corporaciones.
El programa de globalización neoliberal sacó ventaja del
estancamiento mundial de ganancias que vino tras el largo periodo de
expansión global sin precedentes posterior a 1945 y que abarcó
hasta principios de los años 70, el cual impulsó la visión
keynesiana o socialista de dominar las políticas públicas.
El estancamiento de ganancias creó problemas en el balance de
pagos para un número muy grande de gobiernos en el mundo, especialmente
en el Sur global y en el llamado bloque socialista de naciones. La contraofensiva
neoliberal fue encabezada por los gobiernos de derecha de Estados Unidos
y Gran Bretaña (Reagan y Thatcher) más las dos principales
agencias financieras intergubernamentales -el Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial-, y estas instancias, juntas, crearon e impusieron
lo que vino a ser conocido como Consenso de Washington. El lema de esta
política conjunta fue acuñada por la señora Thatcher:
TINA, siglas para "There Is No Alternative" (No hay alternativa).
El lema intentaba transmitirle a todos los gobiernos que tenían
que cumplir con el lineamiento fijado por las recomendaciones de política
pública, o ser castigados con un lento crecimiento y la negación
de toda ayuda internacional ante cualquier dificultad que pudieran enfrentar.
El Consenso de Washington prometió un crecimiento económico
renovado para todos y una salida del estancamiento global de ganancias.
A nivel político, los proponentes de la globalización
neoliberal tuvieron mucho éxito. Gobierno tras gobierno -en el
Sur global, en el bloque socialista y en los fuertes estados occidentales-
privatizó las industrias, abrió sus fronteras al comercio
y a las transacciones financieras, y recortó el Estado benefactor.
Las ideas socialistas, aun las keynesianas, fueron desacreditadas en
la opinión pública y las elites políticas renunciaron
a ellas. La consecuencia visible más dramática fue la
caída de la Unión Soviética y los regímenes
comunistas de Europa central y del este, más la adopción
de políticas amigables con el mercado por parte de la todavía
denominada China socialista.
El único problema con este gran éxito político
fue que no pudo igualarlo el éxito económico. Continuó
el estancamiento de ganancias en las empresas industriales del mundo.
La repentina alza en los mercados bursátiles en todas partes
no se basó en ganancias de la producción sino en las manipulaciones
especulativas financieras. La distribución del ingreso a escala
mundial y en los diferentes países se volvió muy asimétrica,
un incremento masivo en el ingreso de 10 por ciento superior y en especial
de uno por ciento más elevado de la población mundial,
y una caída en el ingreso real para el resto de las poblaciones
mundiales.
La desilusión con las glorias del "mercado" sin restricciones
comenzó a ser visible a mediados de los 90. Esto pudo observarse
en varios planos: en muchos países regresaron al poder gobiernos
más orientados hacia el bienestar social; hubo nuevos llamados
-especialmente por parte de los movimientos laborales y las organizaciones
de trabajadores rurales- a que los gobiernos emprendieran políticas
proteccionistas; creció a escala mundial un movimiento altermundista
cuyo lema es "otro mundo es posible".
La reacción creció lenta pero constantemente. Entretanto,
con el régimen de George W. Bush, los proponentes de la globalización
neoliberal no sólo persistieron sino que incrementaron su presión.
El gobierno de Bush pujó simultáneamente por una distribución
del ingreso más distorsionada (mediante grandes recortes fiscales
para los más acaudalados) y por una política exterior
de militarismo unilateral macho (la invasión de Irak). Financió
esto mediante una fantástica expansión de préstamos
(un endeudamiento) con la venta de bonos del Tesoro estadunidense a
quienes controlan las existencias mundiales de energía y las
instalaciones de producción a bajo costo.
Se veía bien en el papel, si sólo se fijaba uno en las
cifras de los mercados bursátiles. Pero era una burbuja de crédito
superlativo condenada a estallar, y ahora está estallando. La
invasión de Irak (más Afganistán y Pakistán)
está demostrando ser un enorme fiasco político y militar.
La solidez económica de Estados Unidos cae en el descrédito,
lo que ocasiona una radical caída del dólar. Y los mercados
bursátiles del mundo tiemblan conforme confrontan el pinchazo
de la burbuja.
¿Así que cuáles son las conclusiones de política
pública que extraen los gobiernos y las poblaciones? Parece haber
cuatro en curso. La primera es el fin del papel que tenía el
dólar estadunidense como divisa de reserva para el mundo, lo
cual hace imposible continuar la política de superendeudamiento
del gobierno de Estados Unidos y de sus consumidores. La segunda es
el regreso a un alto grado de proteccionismo, tanto en el Norte como
en el Sur globales. La tercera es el regreso a la adquisición
estatal de las empresas que fracasan y la implementación de medidas
keynesianas. La última es el retorno a políticas redistributivas
más enfocadas al bienestar social.
La balanza política oscila de regreso. De aquí a 10 años
se escribirá acerca de la globalización neoliberal como
un oscilamiento cíclico en la historia de la economía-mundo
capitalista. La cuestión real no es si esta fase terminó
sino si el retorno pendular podrá restaurar, como en el pasado,
un relativo equilibrio en el sistema-mundo. ¿O se habrá
hecho ya demasiado daño? ¿Estaremos en un caos más
violento en la economía-mundo y como tal en el sistema-mundo
como un todo?
La Jornada de México
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