UNA APROXIMACIÓN AL FRACASO

POR OCTAVIO QUINTERO

El distinguido colega, Manuel Prado, apunta que Juan Manuel Santos cumple muchos años en las cumbres del poder, es decir, mucho tiempo de entrenamiento y responsabilidad ejecutiva en las causas estructurales del caos social que se le ha salido de las manos como jefe de Estado que, gracias a su privilegiada experiencia, prometió buen gobierno y prosperidad para todos.

¿Cómo es posible que un hijo del Estado, nacido y criado para presidir "un buen gobierno", esté en las que está? Bueno, en primer lugar, no hay que caer en el amaño de ciertos analistas, que ya tienen convencida a buena parte de la opinión popular, que Santos es el caos… No, Santos es la gota que desbordó el vaso. Es la tempestad de unos vientos que comenzaron a soplar con fuerza desde "el revolcón" de Gaviria, agitados en los sucesivos gobiernos posteriores: Samper, Pastrana y Uribe (¡Oh, Uribe!).

Es decir, la agitación social que se registra hoy, no es un hecho sobreviniente sino la consecuencia de un modelo económico, político y social que le explota en las manos.

¿Qué, entonces, puede achacarse a Santos? Su pragmatismo: "Solo los imbéciles no cambian cuando cambian las circunstancias", es la filosofía predominante en Santos. El pragmatismo puede ser un buen medio para ascender en política. Pero, devenida en gobierno una carrera política, el pragmatismo pudiera llevar a prender una vela a Dios y otra al Diablo, terminando, echado del cielo y rechazado del infierno.

Nadie niega, abstracción hecha de la moral y la ética- que Santos fue un político de éxito. No se logra atravesar por gobiernos tan discutidos socialmente, como estos neoliberales, sin romperse ni marcharse. Para eso se necesita, astucia.

Sin embargo, el gobernante necesita más que ardid y engaño para alcanzar gobernabilidad; al gobernante se le piden resultados, al político no (no, al menos en nuestro medio).

A tres años de gobierno, Santos sigue hablando de paz y haciendo la guerra; prometiendo prosperidad para todos y concentrando la riqueza; amigo de Maduro y anfitrión de Capriles… Y así en todo, es su estilo.

Cuando empezaron a medirle el aceite a través de los paros, acudió a su vicepresidente Angelino Garzón (exsindicalista), a endulzarle el oído a la gente con promesas que nunca se cumplieron; y cuando arreció la protesta, acudió a otro Garzón (Lucho), también exsindicalista, experto en reducir lo serio a chiste, y nada más. Al fracasar sus dos "genios", entra él directamente a decir lo que le dijeron los garzones: "ese paro no existe", simplemente porque no era organizado por ellos o por ese títere que tienen hoy en día presidiendo la CGT: Julio Roberto Gómez.

Parece que a Santos entró en el "fin del fin" de su doble juego, y lo malo es que, al otro lado de la moneda, asoman la cara dos fascistas: Uribe (conocido de autos) y, Vargas Lleras (más grave el remedio que la enfermedad).

Fin de folio: Puedes engañar a todo el mundo, algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo: Abraham Lincoln.

30 de agosto de 2013.