VENTAJAS DEL APLAZAMIENTO DEL TLC

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

La decisión del Congreso norteamericano de congelar indefinidamente la aprobación del TLC es una noticia mala en lo político, pero buena en lo económico.

Desde el punto de vista político y diplomático, el resultado es una clara derrota para los gobiernos de Bush y Uribe que se la jugaron toda a la aprobación del tratado. Pero más allá del prestigio de los presidentes, lo negativo para el país son las razones aducidas por el Partido Demócrata, pues siguen reforzando la imagen de un país cuyo Estado no hace lo suficiente para proteger los derechos humanos y siguen ocurriendo hechos como los asesinatos de sindicalistas y las ejecuciones extrajudiciales. No es bueno que nos sigan mirando como un paria internacional.

Es cierto que estos argumentos pueden ser sólo una justificación de los demócratas para infligir una derrota a los republicanos en el complejo ajedrez de la campaña electoral norteamericana, pero lo grave para el Gobierno colombiano es que en esa pelea se ubicó del lado perdedor al pensar que su apoyo incondicional a las políticas de Bush y millones de dólares gastados en cabildeo eran suficientes para lograr el TLC. Ahora nos están cobrando esa equivocación con un mensaje muy claro sobre el cambio de prioridades políticas de las nuevas mayorías del Congreso.

En lo económico las consecuencias son más positivas que negativas. Ante todo, hay que decir que es falso de toda falsedad que sin el TLC se cierra el acceso de nuestras exportaciones al mercado norteamericano. Hoy Colombia ya tiene las preferencias arancelarias del Atpdea, que son las mismas que nos daría el TLC, pero con la ventaja que son unilaterales y no nos exigen hacer costosas concesiones recíprocas. Si es cierta toda la retórica del gobierno de Bush de que Colombia es el mejor aliado de EE.UU., que merece un trato preferencial, así como el discurso de los demócratas que sí quieren ayudar a Colombia, entonces debe ser fácil para el Gobierno colombiano tratar de extender esas preferencias.

De otra parte, el aplazamiento del TLC nos va a evitar varios costos económicos que serían muy significativos en la actual coyuntura. Por ejemplo, se va a evitar la reducción de los ingresos tributarios que se tendría con la reducción de los aranceles a las importaciones norteamericanas; según algunos analistas esta reducción podría ser hasta de unos US$600 millones anuales y el mismo Ministerio de Hacienda calculaba que este efecto aumentaría el déficit fiscal en un 0,4% del PIB, que en algún futuro se compensaría con el mayor crecimiento económico.

Otro efecto positivo es sobre la cuenta corriente de la Balanza de Pagos, pues con el TLC iban a aumentar más rápido las importaciones que las exportaciones: en cinco años se esperaba un déficit adicional de US$1.850 millones en el comercio de bienes y de US$1150 millones en el de servicios. Con el precio del dólar por debajo de $1.800 y un déficit externo creciente, es muy oportuno evitarnos este costo del TLC.

Contrario a las lamentaciones de los dirigentes gremiales y funcionarios del Gobierno, los agentes del mercado no piensan que el fracaso del TLC sea perjudicial para la economía. La prueba reina de su tranquilidad frente a la decisión del Congreso norteamericano es que después de conocerla, la tasa de cambio del dólar siguió cayendo y se mantuvo por debajo de $1.800. Si el mercado creyera que la falta del TLC sería perjudicial para las exportaciones colombianas o para la inversión extranjera, esperaría una caída en los ingresos de divisas que empujaría la devaluación del peso frente al dólar, pero lo que ha sucedido es exactamente lo contrario.

Colombia tiene que continuar su integración a los mercados mundiales, pero el aplazamiento del TLC nos permite recuperar el tiempo perdido en estos últimos años en el desarrollo de la Agenda Interna, por ejemplo, de infraestructura (carreteras, puertos, etc.), que es indispensable para competir exitosamente en esos mercados.