LA SORPRESA SALARIAL

POR MAURICIO CABRERA GALVIS



¿
Sabe usted cuáles son los dos presidentes que han puesto como uno de sus objetivos prioritarios para el 2014 un aumento salarial en sus países? Uno de ellos busca un alza generalizada de manera que todas las empresas suban los salarios de sus trabajadores; el otro se concentra en el salario mínimo, pero propone un enorme aumento del 40%.

Algunas pistas para adivinar quienes son estos mandatarios: son países que en lugar de una inflación acelerada enfrentan el riesgo de la deflación, es decir una caída de precios, o sea que no se trata de Nicolás Maduro o Cristina Fernández. Tampoco son países emergentes sin problemas de inflación pero gobernados por líderes de izquierda por lo que hay que descartar a Brasil y Ecuador.

Se trata nada menos que del presidente Obama y de Shinzo Abe, el primer ministro del Japón. Obama propuso en su discurso al Congreso que el salario mínimo subiera el 40% pasando de 7,50 a 10,10 dólares la hora, y Abe pidió a las empresas y los sindicatos que negociaran aumentos salariales que revirtieran la caída del 11% que han tenido los salarios en Japón desde el año 2000.

Son dos los argumentos utilizados para sustentar sus propuestas. El primero se refiere a la equidad en la distribución del ingreso, pues ambos mandatarios parten de constatar que han caído los ingresos de los trabajadores mientras que ha habido un gran incremento en las utilidades de las empresas, y que los frutos de la recuperación económica después de la Gran Recesión se han quedado en muy pocas manos. Es un hecho innegable.

El segundo argumento es más controversial pues es toda una herejía para los economistas neoliberales: que el aumento de los salarios sirve para generar más empleo. Abe afirman que se trata de "poner en movimiento un círculo virtuoso ascendente, mediante el cual los aumentos salariales conducirán a un crecimiento más sólido (…) pues solo cuando se recupere el vínculo entre la rentabilidad corporativa y los salarios, la inversión en vivienda, automóviles y otros bienes durables y el consumo de los hogares sacarán al Japón finalmente de la deflación y pondrán su economía en la senda del crecimiento sostenido".

Obama los dice de una manera más sucinta: el aumento del salario mínimo "ayudará a las familias más pobres y les dará a las empresas consumidores con más plata para gastar". En contra de la ortodoxia que piensa que los salarios solo deben subir cuando aumente la productividad, Obama cita el caso de varias grandes empresas que han comprobado lo contrario, es decir que subir los salarios es un 'camino inteligente' para aumentar la productividad.

Lo significativo de este argumento es que se aparta de la visión tradicional del salario como costo que disminuye la competitividad de las empresas y enfatiza la visión keynesiana del salario como determinante de la capacidad adquisitiva de los trabajadores y, por lo tanto, del consumo y la demanda interna.

La estrategia de Japón no es competir con las exportaciones de China y Vietnam con salarios de hambre sino fortalecer el mercado interno y aumentar la competitividad mediante el ajuste de la tasa de cambio, que se ha devaluado un 30% desde que Abe ganó las elecciones.

En Estados Unidos dice Krugman que el aumento del salario mínimo no afecta la competitividad porque la mayoría de los trabajadores que lo ganan están en el sector de venta de alimentos y comercio, y los norteamericanos no van a ir a comprar sus hamburguesas a China.

3 de febrero de 2014.