PELIGRO: INFLACIÓN BAJANDO

POR MAURICIO CABRERA GALVIS


E
l pasado mes de octubre se marcó un nuevo récord en la economía colombiana: en ese mes la variación en el índice de precios al consumidor (IPC) fue negativa en -0.26%, lo cual es la mayor caída mensual de precios registrada por el Dane. Como consecuencia, la tasa de inflación anual fue solo 1.84%, que es la menor inflación de la historia reciente y se ubica muy por debajo de la meta del Banco de la República.

Para los que vivimos en los períodos inflacionarios de los años 70 y 80 del siglo pasado, y para todos los que fueron educados en la creencia de que la inflación era el mayor peligro que podía afrontar un país, este comportamiento de los precios debería ser una magnífica noticia.

Sin embargo, fuera de unos cuantos trasnochados monetaristas, nadie más parece alegrarse con la noticia; antes por el contrario, es sorprendente ver como se multiplican las voces de alarma ante las perspectivas de "deflación", es decir la caída de los precios que se está experimentando en Colombia y en muchos países del mundo.
Sorprende, por ejemplo, ver que uno de los tradicionales bastiones de la lucha anti-inflacionaria, la ortodoxa revista inglesa The Economist, dedique el editorial de la semana pasada a alertar sobre los peligros de una inflación demasiado baja, al constatar que en Europa la variación anual del IPC ha caído de 2.5% en el 2012 a solo 0.7% este año, y que en EE. UU. la caída ha sido de 2.2% a 1.2%. La revista dice que le sigue preocupando el riesgo de inflación, pero que hoy le preocupa mucho más, e inclusive le asusta, la caída de los precios.

Frente a esta realidad, la discusión que se está dando en el mundo entero es si los bancos centrales no deberían cambiar sus objetivos y tomar medidas para aumentar (sí, ¡aumentar!) la inflación, tal como lo está haciendo el superortodoxo Banco Central del Japón. El New York Times publicó el mes pasado un debate entre notables economistas norteamericanos en la que un alto exfuncionarios del FMI, el profesor Kenneth Rogoff, llegó a proponer que había que subir (sí, ¡subir!) la meta de inflación en ese país hasta el 6%.
En Colombia también empieza a darse de manera tímida ese debate, e inclusive uno de los codirectores del Banco de la República, Carlos Gustavo Cano, se atrevió a plantearlo en un reciente foro académico en Medellín. Lástima que su intervención tenga la usual advertencia de que "Las opiniones expresadas en esta presentación son responsabilidad del autor y no comprometen al Banco de la República ni a su Junta Directiva", porque sería muy bueno para el país que esta sí fuera una posición oficial de las autoridades.

En cuanto a las explicaciones de la caída de los precios en Colombia, también hay que volver al siglo pasado cuando un analista de la época solía decir que el precio de la papa era el mejor indicador de la inflación colombiana. En octubre los precios del tubérculo cayeron 17% y junto con la reducción de precios de las frutas contribuyeron con la mitad de la caída mensual del IPC. En la variación anual también contribuye el precio del arroz que ha bajado 11%.

El caso de estos productos básicos de la canasta familiar muestra claramente porque la deflación debe preocupar a las autoridades. El beneficio para los consumidores es una pérdida para los productores que, sin lugar a dudas, ha sido uno de los combustibles de las protestas de los campesinos.

17 de octubre de 2013.