ARMAS Y DROGAS

POR MAURICIO CABRERA GALVIS


El presidente Santos puso el dedo en la llaga cuando en la cumbre de la Celac-Europa en Chile, les dijo a los mandatarios europeos que el mundo, y en especial los países desarrollados que son los grandes productores de armas, debían buscar un control más estricto al comercio de armas, y recordó que el tráfico ilegal de drogas está íntimamente ligado al tráfico ilegal de armas y que los dos están generando problemas crecientes de violencia en nuestras sociedades.

Armas y drogas son dos negocios estrechamente relacionados; más aún se puede decir que en buena parte son las dos caras del mismo negocio, pues las utilidades que hacen los narcotraficantes vendiendo drogas en Estados Unidos y Europa son las que utilizan para comprar armas en esos mismos países. Además las rutas y canales por los que sale la droga de países como Colombia y México son las mismas por las que ingresan las armas.

Pero en un caso típico de doble moral e hipocresía, el mundo tiene dos posturas diferentes ante estos dos negocios: la producción de drogas se califica como delito y se le continúa en una guerra que ya fracasó (eso sí, el consumo se tolera) mientras que la producción y el comercio de armas es un próspero negocio legal que hasta elige presidentes y congresistas.

El colmo de esa doble moral se da en Estados Unidos, donde los grupos conservadores son los más radicales prohibicionistas y opuestos a la legalización de las drogas, y a la vez son los más fanáticos defensores de la venta libre de armas.

El negocio de la muerte es próspero y creciente. La organización internacional Small Arms Survey estima que el mundo circulan unas 875 millones de armas livianas y pequeñas, de las cuales el 75% está en manos de particulares; el comercio registrado de estas armas mueve unos 8.500 millones de dólares al año y hay más de 1.200 empresas de manufactura, producción, comercialización, importación y exportación de armas ligeras, municiones y equipo, que cada año producen unos 8 millones de armas y 16.000 millones de municiones.

Como Jalisco, los países desarrollados nunca pierden. Se quedan con las utilidades de las ventas de armas pues son los mayores productores, y también se quedan con la mayor parte de las utilidades del narcotráfico, pues allá está el consumo y allá empieza el lavado de dinero. Además hay que recordar que las ganancias del narcotráfico se generan es por la prohibición decretada por esos países, pues si las drogas no fueran prohibidas no habría mafias ni tráfico ilegal.

La relación de este comercio con la violencia y el narcotráfico es evidente. En Colombia el 97% de las armas entregadas o incautadas a los paramilitares son de origen extranjero y la tercera parte proviene de países europeos.

En México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, el problema es más grave. Allá circulan unos 20 millones de armas ilegales, la mayoría de las cuales han sido compradas legalmente en EE.UU. por personas que reciben de las mafias de narcotraficantes hasta 500 dólares por cada arma comprada legalmente. Según datos oficiales, en el último lustro se incautaron 94.00 armas a organizaciones criminales, de la cuales 64.000 fueron adquiridas en distribuidores autorizados de EE.UU.

La guerra contra las drogas aumenta los muertos en nuestros países, mientras que en los países consumidores incrementa las utilidades de los narcotraficantes y las de los productores de armas. Es hora de replantear toda la estrategia: liberalizar las drogas y limitar el comercio de armas.

3 de febrero de 2013.