REVALUACIÓN CONTRA LA INFLACIÓN

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

¿Por qué el Banco de la República y el Ministro de Hacienda no quieren usar los controles de capitales para combatir la funesta revaluación del peso? ¿Por qué se rehúsan a usar una herramienta de política que están usando países vecinos como Brasil, Chile o Perú, y que inclusive el ortodoxo FMI está recomendando como una posibilidad para frenar el ingreso de capitales golondrina que tanto daño le hacen a la economía?

Intentar responder estas preguntas y comprender que pasa por las mentes de nuestras autoridades monetarias es un ejercicio de psicología económica, indispensable si se quiere prever qué va a pasar con el precio del dólar, pues la tasa de cambio depende de la interacción de las fuerzas del mercado y las decisiones de política.

Sería absurdo pensar que el rechazo a los controles de capitales se deba a que las autoridades son ciegas y no ven que el impresionante aumento de los ingresos de capitales privados es la principal causa de la revaluación. En efecto, con un creciente déficit en la balanza cambiaria del comercio exterior de bienes y servicios (en los cuatro primeros meses de este año fue negativa en más de US$3.500 millones, mientras que el año pasado sólo era US$1.600 millones), son los ingresos de capital los que están creando un exceso de oferta de dólares.

Hace unos años, era el endeudamiento del sector público la principal fuente de ingreso de capitales, pero desde finales del 2009 es el sector privado el responsable. El cambio no se debe a la inversión extranjera, que en el neto mantiene niveles similares, sino a la deuda privada y las inversiones de corto plazo. Hasta abril, estas últimas aumentaron cerca de mil millones de dólares respecto del año pasado, mientras que la deuda externa privada de corto plazo registra un crecimiento explosivo: el año pasado pasó de US$3.600 a US$7.500 millones, es decir que se duplicó.

Tampoco se puede pensar que la Junta del Banco y el Ministro tengan la certeza de que los controles de capitales no sirven. Es cierto que hay un debate sobre su grado de efectividad, pero hasta los estudios técnicos del Banco reconocen que tienen algo de utilidad, sobre todo cuando se aplican de manera simultánea con las compras de dólares por parte del Banco Central. Aún aceptando que el debate es válido, entonces la pregunta sería ¿por qué no intentarlos y dar la señal al mercado de que el Banco está comprometido a fondo con la lucha contra la revaluación?

Un posible explicación es que en el fondo el Banco está contento con la revaluación porque es el mejor instrumento que tiene en sus manos para controlar la inflación. Es la estrategia de usar la tasa de cambio como ancla antiinflacionaria, como ya lo hizo en la década los noventa con los desastrosos resultados de la recesión del fin de siglo.

Con las ventas del comercio creciendo a un impresionante 13.8% anual, se corre el riesgo de que se recaliente la economía y se acelere la inflación. Tratar de controlar ese exceso de demanda con las tasas de interés requeriría subirlas por lo menos 10% dada la baja elasticidad del crédito de consumo al alza de tasas. Entonces la alternativa es desviar una parte de esa demanda a la compra de bienes importados, bajando el precio del dólar y los aranceles. Por eso las importaciones, que crecieron 16% el año pasado, aceleraron su crecimiento a un más impresionante 38% en febrero de este año; por eso los precios de los bienes importados bajan mientras todos los demás suben.

La revaluación si sirve para controlar la inflación. Pero tiene grandes costos. Por ejemplo que en febrero la producción industrial sólo creciera 2.3%, o que en el último año las exportaciones no tradicionales hayan caído 3.3%. ¿Quién paga los platos rotos por la revaluación?

Mayo 1 de 2011.