LLEGÓ LA HORA EN ECUADOR

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

Mientras en Colombia se consolida cada vez más un modelo de desarrollo económico que aumenta la desigualdad y la concentración del ingreso y la riqueza, y donde los frutos del crecimiento se quedan entre unos pocos privilegiados y no llegan a las mayorías que continúan viviendo en la pobreza, en el resto de América Latina se buscan caminos para construir sociedades más igualitarias, para superar las condiciones atávicas que durante siglos han mantenido en la miseria a millones de sus habitantes. El caso más reciente es nuestro vecino Ecuador donde su nuevo presidente, Rafael Correa, se ha comprometido a iniciar una "revolución ciudadana consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente, sistema perverso que ha destruido nuestra democracia, nuestra economía y nuestra sociedad."

En su discurso de posesión Correa presentó los cinco ejes en que trabajará para la construcción de "una democracia digna y socialista del Siglo XXI". El primero, es una revolución constitucional, con revocatoria del Congreso incluida, que es absolutamente necesaria ante el evidente colapso de la institucionalidad política de un país que ha tenido 16 presidentes en 22 años.

El segundo eje es la lucha contra la Corrupción, la cual tiene un enfoque muy novedoso porque no se ve sólo como un problema personal de funcionarios públicos deshonestos que se apropian de recursos del Estado, sino como un fenómeno social "resultado de modelos, políticas y doctrinas que ensalzaron el egoísmo, la competencia y la avaricia como el motor del desarrollo social". Además, señala y denuncia como claras manifestaciones de corrupción las maniobras del sector privado para lucrarse con recursos públicos -incluyendo la evasión de impuestos- y las leyes y reformas económicas que privilegiaron el servicio de la deuda financiera por encima de la deuda social.

Después viene el eje de la Revolución Económica, que parte de la constatación del fracaso total de las políticas neoliberales del Consenso de Washington, y plantea la búsqueda de una nueva estrategia de desarrollo enfocada al bienestar de la población, donde el Estado vuelva a tener un papel central en la planificación y en el restablecimiento del equilibrio social frente a las falencias del mercado. El desarrollo que se busca tendrá como objetivo central la creación de empleo y la dignificación del trabajo, de manera que se abandone el absurdo de querer competir internacionalmente sobre la base del deterioro de las condiciones laborales.

Entre los instrumentos anunciados para esta estrategia están la renegociación de la deuda pública, la revisión de la autonomía del banco central y la integración regional como la alternativa a la forma de globalización impuesta desde los países desarrollados y sus instituciones multilaterales. Este compromiso con la integración de "nuestra América" será otro de los ejes del nuevo gobierno, con compromisos tan concretos como el fortalecimiento de la CAN -para lo cual ha invitado a Venezuela a que regrese- y la creación del Banco del Sur.

Finalmente, el eje social se plantea como una revolución en educación y salud que aumente de manera significativa los recursos destinados a la inversión en capital humano, de atención prioritaria a los sectores más vulnerables de la población y permita revertir el drama de millones de ecuatorianos que tuvieron que abandonar el país por no tener oportunidades de trabajo. Lo novedoso del enfoque de Correa -y la gran diferencia con el caso colombiano- es que la política social se diseñará como parte fundamental de la política económica, y no con un criterio asistencialista para remediar los problemas que genera un modelo económico orientado a favorecer a los ricos y poderoso.

En América Latina muchos compartimos el anhelo de utopía que llevó a Rafael Correa a la Presidencia del Ecuador: "Mi sueño, desde la humildad de mi patria morena, es ver un país sin miseria, sin niños en la calle, una patria sin opulencia, pero digna y feliz, una patria amiga, repartida entre todos". Lo que no sabemos es cual sea el proceso para construir ese socialismo democrático del Siglo XXI, pero afortunadamente en la región se están ensayando simultáneamente varios modelos cuyos resultados serán muy útiles para encontrar el mejor camino. La excepción es Colombia, pero también nos llegará la hora.