¿POR QUÉ AUMENTA LA CORRUPCIÓN EN COLOMBIA?

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

Las últimas noticias sobre el aumento de la corrupción en el país son alarmantes. Y no se trata de una estrategia electoral de la oposición para desprestigiar al Presidente, pues las fuentes de las noticias son organismos nacionales e internacionales, por encima de toda sospecha antigobiernista.

Entre los observadores externos, la última encuesta de Transparencia Internacional, ONG dedicada al análisis de la situación de corrupción en el mundo, revela que cada vez hay un mayor número de colombianos que creen que se está perdiendo la lucha contra la corrupción, razón por la cual en el último año Colombia cayó cinco puestos en el ranking mundial y se raja con una calificación de 3,7 sobre 10 que reciben los países menos corruptos.

Es cierto que la calificación de Transparencia se refiere a la percepción que tienen los ciudadanos, la cual puede ser diferente de la realidad. Sin embargo, las declaraciones de los funcionarios encargados de combatir la corrupción indican que en Colombia la realidad puede ser peor que la percepción.

"La corrupción ha desbordado la institucionalidad", dijo el procurador Alejandro Ordóñez, al citar miles de casos que investiga incluyendo centenares de alcaldes y casi todos los gobernadores. Igual de pesimista se muestra el Fiscal encargado, Guillermo Mendoza, cuando dice que "en todas las áreas de la administración pública hay corrupción" y reconoce que "muchos de los casos" se quedan en la impunidad. El Zar Anticorrupción, nombrado por el Presidente para combatir este flagelo, comparte el diagnóstico de que la creciente impunidad ha aumentado la corrupción.

Son varios los análisis que han tratado de encontrar las causas de este aumento de la corrupción en el gobierno de un presidente que entusiasmó a los electores con sus promesas incumplidas de "lucha contra la corrupción y la politiquería". Una de ella, desestimada por su supuesto carácter moralista, es la tesis de que el mal ejemplo cunde, sobre todo cuando viene de los líderes de la sociedad.

La tesis es antigua como el Evangelio. "Si la sal se corrompe….", les decía Jesús a los apóstoles para recordarles la obligación que tenían de dar buen ejemplo como cabezas de su iglesia. Más recientemente, un líder político afirmaba que: "El padre de familia que da mal ejemplo esparce la autoridad sobre sus hijos en un desierto estéril. Para controlar a los violentos, el Estado tiene que dar ejemplo, derrotar la politiquería y la corrupción" y proponía que "los condenados por corrupción no puedan regresar al Estado por nombramiento, elección o contrato".

Abundan los casos del incumplimiento de estas normas. Los funcionarios corruptos que no sólo no son sancionados sino que, por ser "buenos muchachos" son nombrados en consulados y embajadas hasta que la Fiscalía los pone presos. Los senadores que critican al Ministro del AIS, pero que son 'arreglados' en un desayuno en el Palacio de Nariño para que no aprueben la moción de censura. El Presidente que pide a los congresistas elegidos con la ayuda de los 'paras' que le den sus voticos antes de que se vayan a la cárcel. Y, el peor de todos, el mal ejemplo de los altos funcionarios del Gobierno que compraron los votos de Yidis y Teodolindo para que se aprobara la primera reelección del Presidente.

¿Qué puede pensar el ciudadano del común cuando ve que en los más altos niveles del Estado impera la cultura del 'todo vale' para lograr objetivos políticos? ¿Con qué autoridad moral puede el Gobierno luchar contra la corrupción cuando usa métodos corruptos para defenderse de los críticos o para hacerse reelegir?

Nota bibliográfica: las afirmaciones sobre el mal ejemplo del Estado y la propuesta de castigo a los corruptos corresponden a los numerales 24 y 25 de los 100 puntos del programa del candidato Álvaro Uribe en el 2002.

Noviembre 22 de 2009.