A DOS AÑOS DE SU MUERTE: CHÁVEZ COMO EDUCADOR POPULAR

POR ATILIO A. BORON


Mucho se ha hablado y se seguirá hablando de Chávez. Su figura abre un período excepcional en la historia de Nuestra América. Fue el gran Mariscal de Campo de la derrota del ALCA en el 2005. Sin él, sin su concepción estratégica de la lucha anti-imperialista, de profundas raíces bolivarianas y martianas; sin su irresistible capacidad de persuasión y de concreción, que le permitió convencer a Lula y a Néstor Kirchner de que era posible derrotar a George W. Bush y sus lugartenientes en Mar del Plata; y sin su arrollador activismo aquella cumbre presidencial habría consagrado la definitiva sujeción de los países de América Latina y el Caribe a la hegemonía estadounidense. El paso de Chávez por este mundo dejó una estela inextinguible, marcando un antes y un después no sólo en su Venezuela natal sino en todo el continente. Su partida, aún envuelta en el misterio, ha sido un golpe del cual todavía las fuerzas populares y revolucionarias del continente no se terminan de reponer. No es casual que el imperialismo haya redoblado brutalmente su ofensiva con la desaparición física del Comandante. Sabe que sin el talento político y militar del líder bolivariano los siniestros planes del imperio van a encontrar una resistencia no menor pero sí más dispersa y desorganizada.

A dos años de su siembra se podría hablar horas y horas sobre las enseñanzas y los múltiples legados de Chávez. Quiero marcar por ahora sólo uno: su vocación pedagógica, su profunda convicción de que las masas populares sólo podrían redimirse genuinamente si accedían sin restricciones a las expresiones más elevadas de la cultura, condición necesaria para tomar conciencia de su opresión y explotación y, a su vez, de la absoluta e impostergable necesidad de la revolución para derrocar al capitalismo y cambiar un estado de cosas inmoral, injusto y que conduce a la humanidad hacia su autodestrucción. Chávez y el libro formaron una unidad indisoluble. Como Fidel, el bolivariano era un obsesionado por la lectura, y un predicador incansable que iba siempre con su morral cargado de libros, e invitando a niños, jóvenes y no tan jóvenes a leer, sin pausa, siempre. Fiel al apotegma martiano que decía que "ser cultos es el único modo de ser libres" en las 378 emisiones de su "Aló Presidente" Chávez recomendó la lectura de unos 550 libros y textos de diverso tipo. Como todo lo que hacía, leía con pasión, casi con bravura. Y dialogaba con los libros, los estudiaba minuciosamente, resaltando con diversos colores los pasajes que le llamaban la atención, o que merecían su aprobación, suscitaban su rechazo o despertaba su curiosidad para profundizar en el tema. Además, en los márgenes iba dejando sus reflexiones. Abrir cualquiera de los libros que leía era encontrarse de golpe con una inteligencia superior que interactuaba permanentemente con el autor. No era una lectura pasiva sino un constante ida y vuelta que quedaba reflejado en los subrayados y las notas marginales que, con letra prolija, Chávez anotaba en cada página. Esa obsesión por la cultura lo llevó a emprender una temprana y exitosa batalla que le permitió erradicar el analfabetismo en Venezuela, y montar un masivo programa editorial que puso el libro al alcance del pueblo. Desafío al lector o la lectora a encontrar algún otro presidente que hubiera hecho lo mismo, que recorriera su país y el mundo entero llevando siempre, como privilegiada compañía, un buen número de libros y un pequeño arsenal de resaltadores, bolígrafos y lápices para trabajar con ellos. Y que le dijera a los pueblos, con la fuerza y la perseverancia que Chávez lo hizo, que para romper sus cadenas y conquistar su autoemancipación precisaban de la ayuda de los libros, de los buenos libros, por supuesto, que los guiarían hacia la tierra prometida. Como Lenin y Fidel, Chávez encarnó al líder político integral, cuya función de dirección política era inseparable de su misión educadora. Gramsci anotó con razón la indisoluble unidad que debía existir entre ambas tareas y Chávez fue el ejemplo más notable de esa fusión entre el líder político y el educador de masas. Por eso pudo cambiar la conciencia de los pueblos de Nuestra América, y su marca en la historia será imborrable, más allá de cualquier otro mérito que pudo haber tenido -¡y tuvo muchos!- en tantos otros terrenos de la vida social.

Buenos Aires, 5 de marzo de 2015.