La Historia

POR RODRIGO BORJA

Es, en su definición más simple e ingenua, el relato escrito, fidedigno y sistemático de los hechos humanos. Comenzó con la invención de la escritura, aproximadamente seis mil años antes de la era cristiana, y dejó a la posteridad importantes testimonios historiográficos. La etapa anterior fue la prehistoria, plasmada en los vestigios de la vida de los hombres y grupos primitivos que, por no conocer la escritura, no pudieron dejar testimonios fehacientes.

Según el filósofo inglés Arnold Toynbee la historia nace de la relación “reto-respuesta”, es decir, de la reacción fecunda de los grupos humanos ante los desafíos, obstáculos y dificultades que la naturaleza les interpuso en su camino, la mayor parte de los cuales fue de índole geográfica y climatológica.

La historia es no solamente la menos inocente de las ciencias puesto que, como muchas veces se ha dicho, la escriben —o la borran— los vencedores, sino también la más inconfiable de ellas porque es muy difícil narrar los hechos del pasado tal y como sucedieron. El conocimiento de los hechos sólo es posible “recreándolos” en la mente del historiador. Y, aunque éste no inventa el pasado —como el novelista—, no puede dejar de imprimir en su relato la impronta de su modo de entender las cosas y de interpretar los hechos. Por eso cada suceso y cada pueblo tienen su propia historia, que refleja sus peculiares puntos de vista y sus conveniencias. La historia, para ciertos pueblos, es una suerte de droga heroica que, acomodando los acontecimientos, desnaturalizando las cosas, distorsionando las cifras, creando mitos y forjando héroes convencionales, pretende fortalecer la autoestima nacional, fomentar nacionalismos o alentar en los pueblos optimismos infundados.

Y nada hay peor que la historia escrita bajo la presión de complejos o sentimientos de inferioridad que conducen a inventar héroes, abultar hasta el ridículo ciertos episodios, deprimir otros, enaltecer unos personajes e ignorar otros. La historia, narrada así, es una droga alucinógena que crea mundos de fantasía para sus adictos y que exacerba el chovinismo de las comunidades nacionales.

En realidad, el tiempo transcurrido y la perspectiva histórica obstaculizan el relato de los hechos tal y como ocurrieron. Ellos tienen muchas zonas de penumbra. La historia está llena de recovecos. Y la interpretación del pasado no siempre puede estar al margen de las subjetividades.

Hubo muy importantes cultores de la historia a lo largo de los tiempos, desde Herodoto de Halicarnaso, Tucídides, Polibio y Tito Livio en la Antigüedad hasta los exponentes de la llamada “nouvelle histoire”: Kark Lamprecht, James Harvey Robinson, Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel y otros en los siglos XIX y XX.