Falleció el sociólogo peruano Aníbal Quijano, destacado referente del pensamiento crítico latinoamericano

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Este 31 de mayo, a la edad de 90 años, falleció en Lima el sociólogo, investigador, docente e intelectual peruano, Aníbal Quijano Obregón, cuya destacada y prolífica trayectoria intelectual lo sitúa como uno de los más importantes exponentes de las corrientes del pensamiento social crítico latinoamericano. Su activa participación en las corrientes críticas de los debates de la Dependencia en las décadas de los 60 e inicios de los 70 del siglo XX se prolongó y actualizó posteriormente con sus reflexiones teóricas sobre problemáticas de gran importancia para los pueblos de Nuestra América: el imperialismo, la marginalidad, los procesos de urbanización, las estructuras sociales latinoamericanas y las izquierdas en América Latina, entre otras.

Quijano Obregón, nacido en Yanama, provincia de Yungay, departamento de Áncash tuvo una dilatada carrera académica, fue docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde 1986 se desempeñó como profesor de la Universidad de Binghamton, de Nueva York. En 2010 fundó y dirigió la Cátedra «América Latina y la Colonialidad del Poder», en la Universidad Ricardo Palma, en Lima. Residió en el exterior desde la década del cuarenta, dos períodos en Santiago de Chile: el primero cuando realizó sus estudios de maestría en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y el segundo entre 1965 y 1971 como investigador de la División de Asuntos Sociales de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), además de un año exiliado en México en 1974, cuando fue profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Su estimulante inconformismo intelectual le permitió formular hacia fines del siglo XX una novedosa y provocadora perspectiva teórica para leer e interpretar la problemática del poder, no solo en América Latina, sino también, respecto al conjunto del patrón de poder globalmente hegemónico. Es en ese sentido que la formulación de la perspectiva de la Colonialidad del Poder desarrollada por Aníbal Quijano constituye un punto de inflexión de trascendental importancia en el pensamiento social crítico. Su comprensión de la colonialidad como contracara de la modernidad, es decir, como dos procesos simultáneos y tributarios, resulta decisiva para entender la reproducción de las formas de dominación en el sistema mundo capitalista. La originalidad de sus ideas y de sus aportes teóricos se reflejó en el reconocimiento internacional de su figura, tal como lo señalaron, entre otros, Immanuel Wallerstein y Boaventura de Sousa Santos.

La propia acción y el compromiso de este intelectual-militante proyectaron la influencia de su pensamiento más allá del ámbito académico. Sus ideas son desde hace años fuente de debate e inspiración de numerosos movimientos sociales y populares de América Latina que luchan contra la opresión, el patriarcado y la explotación capitalista. Con ellos Quijano entabló diálogos y forjó relaciones de reciprocidad y de fraternidad. Su compromiso político e intelectual con los oprimidos y a favor de la emancipación social de los pueblos de Nuestra América le costó a fines del siglo XX la injusta y arbitraria exclusión de la Universidad Mayor de San Marcos (Lima, Perú).

La generosidad, la solidaridad, la humildad, el compromiso social y la honestidad intelectual fueron valores que forjaron su personalidad y que cultivó y transmitió en la formación de generaciones de investigadores sociales y militantes populares. El reconocimiento a estos principios y a sus contribuciones teóricas le valieron el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que le otorgó la Facultad de Ciencias Sociales en el año 2009.

Pensamiento

Desde que dio inicio a su producción intelectual en los años sesenta, Quijano ha abordado diversos temas de estudio relativos a la realidad social e histórica latinoamericana, elaborando una gran variedad de escritos en donde han destacado como elementos comunes el análisis profundo de la realidad latinoamericana -y sobre todo la peruana- sin caer en la ortodoxia teórica; la crítica constante a las relaciones de explotación económica, social y cultural del capitalismo; y una preocupación ética por la verdadera democratización de las sociedades latinoamericanas.

Ramón Pajuelo identifica tres etapas o momentos «temático-cronológicos» principales en la trayectoria intelectual de su pensamiento: las reflexiones en torno de la Teoría de la Dependencia, a lo largo de los años 60 y 70, durante los cuales hizo parte de la pléyade de intelectuales latinoamericanos que la formularon. Un segundo momento cubre de manera especial los temas de identidad, modernidad, Estado y democracia, sobre todo durante los años 80. El tercero se inicia en la década de los 90, prolongándose hasta el presente, y comprende sus reflexiones sobre eurocentrismo, colonialidad, nación y globalización.

De estos estudios, la formulación de la Teoría de la «Colonialidad del Poder» (TCP, en adelante) en la década de 1990, es sin duda alguna la mayor contribución de índole teórica por parte de Quijano para las ciencias sociales y el pensamiento crítico latinoamericano. Dentro de la propia historia intelectual del autor, la TCP significó un viraje fundamental, ya que en ella se reorganizan y radicalizan elementos presentes previamente en sus escritos anteriores, otorgándoles un sentido y una potencialidad teórica completamente nuevas.

De acuerdo con Rita Laura Segato, la TCP representa un punto de quiebre dentro de las ciencias sociales, pues sus postulados ofrecen una nueva manera de concebir e interpretar la historia, no solo a nivel latinoamericano, sino mundial, ejerciendo una creciente influencia entre destacados intelectuales críticos de la realidad contemporánea, tales como Immanuel Wallerstein, Enrique Dussel, Antonio Negri y Boaventura de Sousa Santos; siendo Walter Mignolo uno de sus principales divulgadores dentro del universo académico. ​

Segato ubica la formulación de la TCP dentro del contexto de cambio epocal en la historia política de finales del siglo XX, marcado por la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría, puesto que, a la par que eran desmontados los sistemas políticos producidos por el «socialismo realmente existente», también se desmontaba el paradigma setentista de las ciencias sociales, enclaustrado en la pugna capitalismo-comunismo.

La idea de Raza

Otro de los aportes de Quijano fue el de la idea de raza como primera categoría social de la modernidad, la cual ha desempeñado un papel central dentro de las nuevas identidades geoculturales globales que se constituyeron con el colonialismo hispánico a principios del siglo XVI, articulándose posteriormente con otras formas de clasificación social basadas en las ideas de clase y de género/sexualidad.

Con la formación de América se establece una categoría mental nueva, la idea de raza. Desde el inicio de la conquista, los vencedores inician una discusión históricamente fundamental para las posteriores relaciones entre las gentes de este mundo, y en especial entre europeos y no-europeos, sobre si los aborígenes de América tienen alma o no; en definitiva si tienen o no naturaleza humana. La pronta conclusión decretada desde el Papado fue que son humanos. Pero desde entonces, en las relaciones intersubjetivas y en las prácticas sociales del poder, quedó formada, de un parte, la idea de que los no-europeos tienen una estructura biológica no solamente diferente de la de los europeos; sino, sobre todo, perteneciente a un tipo o a un nivel inferior. De otra parte, la idea de que las diferentes culturas están asociadas a tales desigualdades biológicas y que no son, por lo tanto, producto de la historia de las relaciones entre las gentes y de éstas con el resto del universo. Estas ideas han configurado profunda y duraderamente todo un complejo cultural, una matriz de ideas, de imágenes, de valores, de actitudes, de prácticas sociales, que no cesa de estar implicado en las relaciones entre las gentes, inclusive cuando las relaciones políticas coloniales ya han sido canceladas. Ese complejo es lo que conocemos como racismo. ​

En el patrón de poder de la colonialidad, la idea de raza y el complejo ideológico del racismo, impregnan todos y cada uno de los ámbitos de existencia social y constituyen la más profunda y eficaz forma de dominación social, material e intersubjetiva. Es por ello que la posición subalterna de los pueblos sometidos por este específico e histórico patrón de dominación, será vista no como el resultado de un conflicto de poder sino como la derivación lógica de una inferioridad esencial en su naturaleza.