CÓMO SE PLANEA UN GOLPE DE ESTADO Y SE FALLA EN EL INTENTO

Por Fernando Arellano Ortiz


Diez de la noche del 11 de noviembre de 1995 en Bogotá. La ciudad a esa hora comienza a militarizarse, hay movimiento en los cuarteles. El centro de la capital de la República donde están ubicadas las sedes de los poderes públicos se encuentran en calma, se ha reducido inclusive el flujo vehicular. Todo está listo para iniciar el denominado "Plan Rescate" inspirado por un grupo de conspiradores para sacar a la fuerza del Palacio de Nariño a Ernesto Samper Pizano, quien había asumido el poder el 7 de agosto de 1994.

A la diez en punto de la noche un pelotón de soldados de la Brigada XIII del Ejército irrumpe en el palacio presidencial y reduce al presidente Samper, a sus familiares y a los colaboradores que se encuentren con él a esa hora. Igual cosa sucede con los integrantes del equipo de gobierno en sus respectivas residencias.

Una vez desalojado el presidente Samper de Palacio, un oficial inmerso en la sublevación daría esta lacónica declaración: "Basta sólo un pelotón de soldados para salvar una civilización, la dignidad de Colombia y sus Fuerzas Armadas".

Inmediatamente asumía el poder en la Casa de Nariño una Junta Cívico-Militar de transición y emergencia nacional integrada por cinco miembros que ipso facto declararía clausurado el Congreso de la República y decretaría el estado de conmoción nacional.

Así se había planeado darle golpe de Estado al presidente Samper por parte de un grupo de conspiradores para, según ellos, hallarle una salida extraconstitucional a la crisis política en que se encontraba Colombia en 1995 y que se prolongó hasta finales de 1996.

Los pormenores de este macabro plan los relata el mayor (r) Gonzalo Bermúdez Rossi, quien inclusive escribió un libro (Pronunciamientos, conspiraciones y golpes de Estado en Colombia), en el que da a conocer mayores detalles de dicha "operación".


LOS CONSPIRADORES

El plan para conspirar contra Samper se "cocinó" durante varios meses de 1995, primero en reuniones de tipo social y luego cuando fue tomando fuerza y forma la idea, sus promotores invitaban a sesiones secretos en sitios como la Academia Bolivariana y de Historia Naval, Residencias Tequendama, Hotel Casa Medina, Hotel Bogotá Royal, Club Militar de oficiales, fincas localizadas en la sabana de Bogotá, o en alguna de las residencias de los conspiradores.

Entre quienes intervinieron en el diseño de la "Operación Rescate" figuran principalmente dirigentes conservadores y liberales del sector gavirista, inclusive en más de una reunión participó el fallecido ex presidente Víctor Mosquera Chaux. En la lista de conspiradores aparecen los nombres de los generales Harold Bedoya Pizarro, Camilo Zúñiga Chaparro (en ese momento comandante de la Fuerzas Militares), Luis Bernardo Urbina, Adolfo Clavijo, así como los de otros oficiales subalternos.

Los dirigentes políticos que azuzaban a los militares para que apoyaran su iniciativa de dar el golpe y quienes en realidad gestaron todo el proceso fueron: Ramiro de la Espriella, Álvaro Uribe Rueda, Hernán Echavarría Olózaga, Felio Andrade Manrique, Pablo Victoria Wilches, Marino Jaramillo, Hugo Escoba Sierra, Luis Carlos Sáchica, Miguel Santamaría Dávila, Hugo Mantilla, Hernando Reyes, Diego Tovar Concha, Gustavo Vasco, Jesús Bejarano, Raimundo Emiliani Román, Alberto Dangond Uribe, entre otros.

Este grupo comenzó a hacer contactos políticos para "vender" la idea de la "Operación Rescate" y comprometer a mucha más gente influyente en este país. Se escuchó a una delegación de oficiales del Perú en comisión en Colombia para que explicara los pormenores del autogolpe de Fujimori y poder tomar algunos elementos con miras a perfeccionar el plan.

Una vez concebida la estrategia se contactó al jefe conservador Álvaro Gómez Hurtado, a quien se le expuso el plan con "pelos y señales". A Gómez le quedó "sonando" la idea y comenzó a asistir a algunas reuniones conspirativas.


NEGATIVA DE FRECHETTE

En desarrollo de la perfección del plan para derrocar a Samper se pensó por parte de algunos integrantes del grupo político-militar viajar a Washington para buscar el respaldo de las autoridades norteamericanas. El grupo conspirador estaba convencido de que la administración Clinton iba a dar el visto bueno al golpe e inclusive daría apoyo logístico y de inteligencia a través de la CIA y los agentes de la DEA que trabajan en Colombia.

Como primera medida se acordó contactar al controvertido embajador gringo Myles Frechette, quien amablemente recibió a una comisión del grupo integrada tanto por civiles como por militares, quienes le expusieron detalladamente el "Plan Operación Rescate".

Frechette rechazó diplomáticamente el "Plan" y mostrando un ejemplar de la Constitución Política de Colombia, manifestó: "Señores oficiales y caballeros, la salida de Samper está aquí".

La respuesta del embajador gringo cayó como balde de agua fría a los conspiradores, pues ellos daban como un hecho la aprobación del golpe por parte de Washington. Sin embargo no se detuvieron en hacer un análisis de la realidad geopolítica del continente latinoamericano y la postura política de Estados Unidos frente a ésta su zona de influencia después de la Guerra Fría. Inclusive, antes de finalizar el conflicto Este-Oeste, por influencia de Washington el 2 de diciembre de 1985, en Cartagena de Indias, se reformó la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA) y en el preámbulo se institucionalizó que "la democracia representativa es condición indispensable..." para el desarrollo y estabilidad de los pueblos que hacen parte de la región. De esta manera se cerró el capítulo de las dictaduras y los régimenes despóticos en América Latina.

LA POSTURA DE ÁLVARO GÓMEZ

Pero además de la negativa de Frechette a la "Operación Rescate", el grupo conspirador se enfrentó a la actitud dubitativa de Álvaro Gómez Hurtado, a quien se había escogido como el probable presidente de la Junta Cívico-Militar que tendría a su cargo, además de cerrar el Congreso, convocar elecciones dentro de los dos meses siguientes al derrocamiento de Samper y aplicar de inmediato la extradición de los jefes de los carteles del narcotráfico.

Igualmente, esta junta planteaba hacerle un juicio sumario en el país al presidente Samper y buscaría por todos los medios condenarlo.

Álvaro Gómez, al comienzo le entusiasmó la idea, pero luego de analizarla detenidamente y observar las aristas de lo que conllevaba este proceso conspirativo comenzó a echarse para atrás, más aún cuando él había sido escogido para liderar la Junta Cívico-Militar de cinco miembros que asumiría transitoriamente el poder.

Según Hipólito Hincapié Roldán, experimentado periodista y columnista político del diario El Nuevo Siglo y muy cercano a la familia Gómez Hurtado, Álvaro Gómez comenzó por indagar sobre la composición de la Junta Cívico-Militar. Ese fue, según dice Hincapié, el primer punto en que Gómez comenzó a cuestionar, pues se había previsto que dicha junta la integrarían tres militares y dos civiles, ya que gracias a algunos altos oficiales del Ejército se realizará el golpe de Estado y de alguna manera había que retribuirles la decisión y la responsabilidad que iban a asumir.

Gómez Hurtado propuso que la junta estuviera integrada al contrario, es decir, tres civiles y dos militares. Ese fue un tema que, definitivamente, enredó al grupo conspirador.

Pero, adicionalmente, Álvaro Gómez se hizo otra reflexión que tenía que ver con sus principios políticos y se podría decir que con la historia y la posteridad. Gómez pensó, señala Hincapié, que si él era protagonista del derrocamiento de Ernesto Samper, estaría justificando política e históricamente el golpe de Estado que el general Gustavo Rojas Pinilla dio a su padre, el ex presidente Laureano Gómez Castro, el 13 de junio de 1953. Este análisis hizo desistir definitivamente a Gómez Hurtado de acompañar al grupo conspirador en el "Plan Rescate".

ZÚÑIGA DELATA

Cuando ya se había decidido poner en marcha la operación para derrocar a Samper y habían comenzado los contactos con el embajador Frechette, el comandante de la Fuerzas Militares, Camilo Zúñiga Chaparro, tras un pormenorizado examen de la situación y de las circunstancias políticas y militares del país, determinó contarle todo al propio presidente Samper, con lo cual puso en alerta al gobierno, frustrando entonces la conspiración.

El lema de "lealtad, discreción y silencio" que había adoptado como regla el grupo de los conspiradores se vino al suelo y cada uno de éstos asumió la postura del "sálvese quien pueda", ya que se atemorizaron de las posibles represalias que pudiera tomar el gobierno en su contra. Varios de los conspiradores salieron a negar enfáticamente el diseño del plan como Álvaro Uribe Rueda y Ramiro de la Espriella. Otros más asustados como Hugo Mantilla se fueron a esconder a sus fincas. En fin, se produjo la desbandada.

Zúñiga, por su parte, una vez que pasó a uso de buen retiro fue recompensado por el presidente Samper con un alto cargo diplomático.

Por su parte, el general Harold Bedoya si bien estaba dentro del grupo de los conspiradores nunca jugó papel preponderante en el plan. Si bien era respetado al interior de las Fuerzas Militares su liderazgo no daba para tanto porque en ese entonces simplemente era general de división. Por eso y con razón, la Primera Dama de la época, Jacquin Strouss de Samper en un polémico reportaje que concedió a la revista Semana en su edición del 1 de septiembre de 1977 sostuvo que "Bedoya no tiene la inteligencia para dar un golpe de Estado".

Luego de que los conspiradores vieron sus proyecciones frustradas vino un gran traspié para su propósito de reagruparse con miras a continuar con sus planes de perturbación al gobierno de Samper una vez bajada la marea. El 2 de noviembre de 1995, nueve días antes de la fallida ejecución del golpe, Álvaro Gómez es asesinado. Este hecho, como es natural y obvio, llenó de confusión al país y, además, puso punto final a los intentos de derrocar a Samper.

Sobre el asesinato de Gómez hay varias tesis relacionadas con el golpe de Estado que están descritas con lujo de detalles en el libro El presidente que se iba a caer de los periodistas Mauricio Vargas, Edgar Téllez y Jorge Lesmes, según las cuales ese magnicidio se habría llevado a cabo como represalia a la negativa del destacado dirigente conservador a seguir adelante con la "Operación Rescate". Pero ese es tema para otro análisis.


TRISTE CAPÍTULO

Todo el relato anterior no deja de ser un triste capítulo de la crisis política que afrontó Colombia durante el gobierno de Samper. Por fortuna para el supuesto y caricaturesco Estado de Derecho de este país no se consumó el golpe de Estado que se había previsto realizar el 11 de noviembre de 1995, de lo contrario habría sido peor el remedio que la enfermedad.

Hay que reconocer, en honor a la verdad, que el controvertido ex embajador Myles Frechette les dio una gran lección a los conspiradores al señalar que la única salida que había a la crisis institucional y de gobierno en ese momento, era la vía democrática. Por fortuna para los colombianos no se escribió otro nefasto capítulo en la ya tragicómica historia de este país tropical.

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Este texto hace parte del libro Crónicas Negras del Poder (Editorial Cartas a Theo, Bogotá, Julio de 2002) cuyo autor es Fernando Arellano Ortiz.