EL
CLIENTELISMO ES POLÍTICA DE ESTADO EN COLOMBIA Jorge Enrique Robledo Castillo |
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Al común de los colombianos pudo sorprenderlos que Juan Manuel Santos presentara como normal y deseable entregarles tres billones de pesos a sus mayores barones electorales para que definieran en qué gastarlos y a cambio de votar por él, política que implica cohechos, gasto público ineficiente, corrupción y constreñimiento clientelista al elector. El aire inocente con el que se atrevió a presentar semejante despropósito sale de su insondable cinismo y de que él y sus compadres, del sector público y privado, han conformado una sociedad cuyo nivel de tolerancia a las corruptelas hasta amenaza con deshacerla. Pero el descaro presidencial en nada sorprendió a quienes en Colombia saben por dónde va el agua al molino, y menos a los promotores y beneficiarios de un régimen político en el que el clientelismo en todas sus variantes no es una falla excepcional del sistema sino la estrategia acordada para ganar las elecciones y arroparse con una falsa respetabilidad democrática. Según Alejandro Gaviria, quien tiene por qué saberlo, las cosas operan así. "Desde los años sesenta al menos, un arreglo pragmático, un pacto implícito, ha caracterizado el ejercicio del poder en Colombia: los partidos políticos tradicionales han permitido o tolerado un manejo tecnocrático y centralizado de la macroeconomía a cambio de una fracción del presupuesto y la burocracia estatal, de auxilios parlamentarios, partidas regionales y puestos. Para bien y para mal, el clientelismo ha sido el costo pagado por la ausencia de populismo", y populista es como estigmatizan cualquier orientación económica y social que no haya sido definida en Washington y que pueda perturbar los intereses de los nativos que ganan con este arreglo perverso. Y Rudolf Hommes, otro que sabe de estas verdades, agrega: "El clientelismo ha sido una decisión consciente de las élites, y es un mecanismo que se utiliza para comprar respaldo, preservar el sistema y debilitar a los adversarios políticos ( ) el clientelismo puede verse como una forma deliberada de extraer recursos para la élite y sus colaboradores" (https://db.tt/R1nliOn4). El propósito principal del clientelismo y la corrupción
electoral no es, entonces, la corrupción del político
en sí misma -aunque el interés en ella no es despreciable-,
sino el poder conseguirse los votos necesarios para ganar la dirección
del Estado y, desde allí, imponer un determinado tipo de modelo
económico y social. En concreto, Santos usa los recursos públicos
para comprarse a los congresistas y para que estos a su vez adquieran
los votos necesarios para elegirse, todo a cambio de reelegirlo y aprobarle
en el Congreso cuanta medida definan en la Casa de Nariño, así
sea la más contraria al progreso de Colombia y a los ciudadanos
que los eligen. Las "élites" hicieron "un arreglo
pragmático"-según Hommes y Gaviria- para poder gobernar
de la peor manera, es decir, a favor del excluyente beneficio de los
magnates extranjeros y de sus intermediarios nativos y, de todos modos,
ganar las elecciones. Que no vengan los que saben pero que se hacen los locos, como sucede cada cuatro años, a "descubrir" el clientelismo de los chivos expiatorios tras los cuales ocultan que estos no son la excepción del sistema político sino la norma, al tiempo en que también se sirven de ciertos figurones para ocultar que es el clientelismo el que garantiza el éxito de las listas que encabezan. Y que tampoco vengan ciertos cínicos favorecidos por el régimen a justificar con un falso ropaje académico este sistema tramposo que anquilosa y hambrea a Colombia y a utilizar como "prueba" de la legitimidad de las políticas del Consenso de Washington el que sus ejecutores en el país "tengan el respaldo ciudadano", porque los hechos prueban exactamente lo contrario. Bogotá, 29 de marzo de 2014. |
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