MOVILIZACIÓN
CAFETERA: EXPRESIÓN DEL INMENSO SUFRIMIENTO QUE PADECE EL SECTOR Jorge
Enrique Robledo Castillo
Intervención en el
debate sobre la situación cafetera, plenaria del Senado de la República,
Bogotá, 14 de agosto de 2012.
Cae la producción y cae el precio. 560 mil familias en 600 municipios,
que no se ganan ni el salario mínimo. 70% del consumo interno
es café importado. La revaluación le roba a cada cafetero
30 pesos de cada 100. Responsables del desastre, el gobierno y la cúpula
de la Federación. No más impuestos a los cafeteros.
En el día de ayer hubo una enorme marcha de caficultores a la
ciudad de Manizales. Creo que casi todos los colombianos se enteraron.
Esta marcha no es la primera vez que se hace, pero hacía muchos
años no se hacía. Desde la profunda crisis de la década
del 90 no había una protesta de caficultores como esta. Asistieron
unos 20 mil productores, de Caldas, Risaralda, Antioquia, Quindío,
Valle, Cauca, Tolima, Huila y Santander y hasta Cesar, un sitio bien
remoto, vino una pequeña delegación. Se hicieron presentes
indígenas, campesinos, obreros agrícolas y empresarios.
Fue un fenómeno de unidad del sector. Y esa marcha la acompañamos,
aunque no la organizamos, algunos congresistas, incluido yo. Estuvimos
acompañándola ocho congresistas de distintos sectores
políticos. Hubo tres congresistas huilenses que no alcanzaron
a llegar por problemas de aviones. Pero resalto que esa marcha es una
especie de convergencia nacional con buenos propósitos, diría
que mejores que los de la unidad nacional. Eso fue lo que se expresó
allí como un fenómeno interesante de resaltar.
Cuando uno oye al gobierno o los dirigentes de la institucionalidad
cafetera tradicional, cabría sacar la conclusión de que
los caficultores se volvieron locos, es decir, que las cosas no justifican
una movilización de ese calibre. Quiero llamarles la atención
al gobierno y a quienes tienen la responsabilidad oficial de dirigir.
Esas movilizaciones son la expresión del inmenso sufrimiento
que hay en el sector. Si los recursos fueran mayores, habrían
ido cuatro o cinco veces más, pero no tienen con qué,
porque en general todos iban financiándose por cuenta propia
de una u de otra manera. Entonces la primera idea que quiero transmitir
es que hay un problema gravísimo en el mundo de la caficultura
colombiana, tan grave que exige ser atendido con todo rigor y seriedad.
Estamos hablando de 560 mil familias en 600 municipios. Buena parte
del consumo nacional sale de ahí. Su pobreza no es solo la de
ellos, sino la de mucha gente que de manera indirecta vive también
del negocio cafetero. No están locos, el gobierno verá
si atiende su clamor con toda seriedad y hace verdaderos esfuerzos para
poder resolver el problema o si lo deja de ese tamaño.
¿Cuáles son las causas del fenómeno? Una primera
tiene que ver con la caída de la producción cafetera.
No solo de 12 a 8 millones de sacos, como se señala, sino que
viene cayendo desde casi 17 millones de sacos que alcanzó a producir
en los años noventa. Son esos mismos cafeteros los que han sufrido
la caída primero a 12 y ahora a ocho, desde una producción
de casi 17 millones de sacos al año. Ese es un sector con una
crisis que ya puede estar durando 20 años. Gentes que vendieron
un pedazo de sus fincas, un pedazo de sus casas, que sacaron a sus hijos
del estudio. El área de las fincas viene reduciéndose.
Un sector que mueve mucha plata, colombianos, pero que cuando se analiza
en detalle tiene particularidades. Mueve mucha plata sumada, pero son
560 mil familias y resulta que el 95 por ciento de los cafetales colombianos
tiene menos de cinco hectáreas, es un sector estructuralmente
débil, estructuralmente pobre. Si se hacen las cuentas, una buena
proporción de esas familias no se saca ni siquiera el salario
mínimo si se suman todos los ingresos del año.
Hay otro fenómeno, la caída del precio interno, particularmente
en el último año. Digamos que de ocho meses hacia atrás
se tuvo la fortuna de un precio internacional menos malo, no diría
que bueno, y algo palió la caída de la producción.
Pero resulta que se nos juntó la baja de la cosecha con la caída
del precio. Hoy el precio está pagando con mucha dificultad los
costos de producción en el caso de los productores que tienen
en mejores condiciones sus cafetales y su negocio. Hay una proporción
muy grande de productores que no está sacando ni los costos de
producción. Esa es la realidad. Aquí podrá decirse
que ha habido tiempo peores y que las tablas dicen no sé qué,
pero lo cierto es que en la combinación producción-precio
lo que hay es un desastre.
Quiero enfatizar y me devuelvo un poco al tema de la producción
y es que Colombia está importando cerca del 70 por ciento del
café que consumimos. De este café que me estoy tomando
aquí el 70% es café importado. Es realmente un espectáculo
bochornoso. Mientras otros países, como Vietnam, han disparado
su producción, Malasia, el propio Brasil, la producción
cafetera colombiana está sufriendo un desastre. Es un debate
que está por hacerse a fondo. ¿Por qué otros países
pueden prosperar en el mundo cafetero y Colombia, que tiene condiciones
positivas, tanto que fue el segundo productor en el mundo por muchos
años, va en caída libre?
Diría que no es culpa de los caficultores, ni de los campesinos,
ni de los indígenas ni de los empresarios, sino de la orientación
cafetera. Una parte de la responsabilidad corre por cuenta de la Federación
Nacional de Cafeteros y me refiero particularmente a su cúpula,
y la otra de los gobiernos nacionales, porque al final quien decide
en el Comité Nacional de Cafeteros son los ministros y el propio
presidente de la República a través de ellos.
Por el tiempo tan escaso, voy a dar un ejemplo no más de malas
orientaciones. Hoy hemos oído al ministro de Agricultura y al
ministro de Hacienda, y seguramente lo va a decir el gerente de la Federación,
que ha habido una importantísima renovación de cafetales
en los últimos años y se viene un futuro mejor. Ojalá
haya un futuro mejor. Me alegraría muchísimo que mejoraran
las cosas, porque están muy mal. Pero ese ufanarse de una renovación
grande lo que dice es que no hicieron bien las cosas antes y dejaron
envejecer la caficultura. Porque cualquiera que esté en los asuntos
cafeteros sabe que un cafetal bien mantenido, y es verdad para la finca
o para un país, debe renovarse en una quinta parte todos los
años o si no, el cafetal se envejece. Y si se envejece es obvio
que el esfuerzo para recuperarlo será mayor y el impacto del
envejecimiento ya está hecho. Entonces cuando aquí el
gobierno y la Federación nos dicen: hemos renovado muchas hectáreas
de café en los últimos años, ojalá así
sea, pero también digamos que sucede porque dejaron envejecer
el parque cafetero colombiano.
Se dice que ahora se está renovando con variedades resistentes
a la roya, un fenómeno que lleva más de veinte años.
Que se ufanen ahora, pregunto, ¿qué pasó en los
años anteriores, qué pasó con las variedades que
se diseñaron en Cenicafé que se suponen eran resistentes
a la roya y que ahora resultó que no? Lo señalo simplemente
para mostrar que aquí hay una responsabilidad inmensa de cuenta
de quienes han dirigido el aparato y la orientación cafetera
colombiana, distinto de lo que sucedió en otros países
como Vietnam y Brasil, por ejemplo, donde la producción ha avanzado
bastante en los últimos años.
Se dice que el gobierno está contribuyendo con 300 mil millones
de pesos este año. La cifra podrá ser importante, pero
sin duda es por completo insuficiente. Y estemos seguros de que si en
otros países va mejor, es porque el Estado ha contribuido de
mejor manera, porque está demostrado hasta la saciedad que agro
sin respaldo del Estado no progresa en ninguna parte del mundo. El que
crea en ese cuento del neoliberalismo de que los subsidios son indeseables
no tiene ni idea de que está hablando. Y si aplica esa fórmula,
destruye su aparato económico. No es posible desarrollar el agro,
ni aquí ni en ninguna parte del mundo, sin respaldo del Estado.
Hay un aspecto de la responsabilidad del gobierno nacional sobre el
cual quiero detenerme, que es la mencionada revaluación de la
moneda. Un miembro del Comité Nacional de Cafeteros señalaba
por estos días que, por cuenta de la revaluación, hoy
del orden del 30% -Colombia es el país más revaluado del
mundo-, se han perdido el valor de dos cosechas cafeteras. Es como hacer
de cuenta que en los dos últimos años no se ha producido
ni una pepa de café, todo por cuenta de la revaluación.
¿Saben ustedes lo qué significa sacarle a un sector dos
años enteros de su ingreso? Es que la revaluación le roba
a cada cafetero 30 pesos de cada 100. Es un problema gravísimo
y no es tampoco responsabilidad de los cafeteros. Estados Unidos y Europa
están dedicados a la labor irresponsable de falsificar dólares
y euros con el propósito de envilecer sus monedas y revaluar
las nuestras para acabarnos de destruir con las políticas del
libre comercio.
Pero también sostengo que no es cierto que el gobierno y el Banco
de la República estén haciendo todo lo que se puede hacer.
Aquí hay un problema grave y de fondo y es que ha habido un cambio
del modelo económico, como dice Aurelio Suárez. Un país
que se debía desarrollar por el agro y por la industria lo quieren
desarrollar por la minería. Les importa un pepino que se acaben
el agro y la industria. En estos días le dijeron al ministro
Echeverri, doctor, se están arruinando el agro y la industria,
¿y saben qué dijo? Que entre las dos solo producen el
20 por ciento del Producto Interno Bruto y tenemos carbón y tenemos
petróleo. ¿Saben ustedes cuánto pesa en Estados
Unidos el agro en el Producto Interno Bruto? El 2%, nada, y sin embargo,
hay que ver todo lo que respaldan a su agro, no porque los gringos sean
estúpidos, sino porque ellos saben que el agro y la industria
generan los encadenamientos que no genera la minería.
Aquí hay entonces un pleito con el modelo económico y
es la reflexión que los colombianos tenemos que hacernos. El
gobierno del presidente Juan Manuel Santos y del ministro de Hacienda,
doctor Echeverri, se la ha jugado a la minería para que sea esta
la que resuelva todos los problemas. Y se los podrá resolver
a unos cuantos, a las trasnacionales y a los sectores parasitarios de
la economía nacional, pero a la industria y al agro y al empleo
nacional por supuesto que no.
Termino contándoles que quienes estuvimos en Manizales nos comprometimos
con esos 20 mil cafeteros a llevarle una carta al presidente de la República.
Espero que los amigos del gobierno se encarguen de conseguir la cita.
Se trata de explicarle al jefe del Estado qué es lo que se está
planteando. En resumen, qué es lo que piden los cafeteros: que
no pueden ser abandonados a su suerte; que así se cacaree mucho,
es insuficiente por completo el respaldo oficial tal como está
hoy; que se necesita un precio interno más alto, bastante más
alto, si se quiere que este trago amargo se supere de manera positiva.
Hay un grave problema de créditos. A unos no les prestan y otros
no son capaces de pagar. Parece paradójico y contradictorio,
pero esas son las realidades, y se necesitan las dos cosas, que haya
créditos suficientes, pero que además se atiendan los
problemas de deudas de cafeteros que están entrampados. Que se
dé solución al lío de las plagas. Es casi inconcebible
que a estas alturas de la vida todavía las plagas azoten como
lo hacen. Y está la situación de los precios de los insumos,
en fin, todo un cúmulo de problemas graves de costos que golpean
la capacidad productiva.
Ojalá el ministro Restrepo, el presidente de la República,
todas las autoridades cafeteras, se borren de la cabeza la idea de aumentar
los impuestos cafeteros, la llamada contribución, un impuesto
particular, pero impuesto en la medida en que se lo sacan a la gente
del bolsillo, así tenga sus particularidades. Hablar en este
momento de aumentarles a los caficultores sus gravámenes es como
echarle sal a la herida de un sector empobrecido, estructuralmente pobre
y débil. Entonces, mi llamado muy cordial al gobierno nacional
es a que le ponga la cara a la brisa y asuma las responsabilidades que
le correspondan.
Y decirles a mis queridos amigos cafeteros que no dejen de movilizarse.
Urge que desarrollen el movimiento por la dignidad cafetera. No están
pidiendo limosnas, están pidiendo con toda dignidad y con todo
el valor civil que el gobierno, el único que puede, les atienda
sus grandes necesidades.