¿Mayo de 1968? ¡Llevo tres
meses viviendo solo -con otros estudiantes- en un apartamento en Bogotá!
Ingeniería en los Andes, matemáticas 0105 con Parra,
un profesor que hizo época, y no propiamente por simpático.
Cómo pasarme a arquitectura era el problema. ¿Las jornadas
de Francia? Algo salió en El Tiempo. Quienes militaban en la
izquierda me cuentan que aquí ese movimiento, en esos días,
apenas conmovió a pequeños círculos de intelectuales.
El mayo francés, con sus semejanzas y diferencias, sería
en Colombia el movimiento estudiantil de 1971.
Pero no pueden entenderse los dos movimientos, inspirados y dirigidos
por la izquierda, sin tener en cuenta lo que en todas partes empujaba
a jóvenes, intelectuales y trabajadores a desafiar regímenes
que consideraban detestables.
Entre los hechos que alentaron esas luchas por un mundo mejor, porque
parecía que esa posibilidad estaba al alcance, estuvieron los
cambios de China y Europa Oriental, que sumados a la Unión
Soviética dejaron más gente en el socialismo que en
el capitalismo en el mundo; la crisis final del colonialismo en Asia
y África, la misma que Francia intentó impedir con más
guerra en Indochina y Argelia y en la que el pueblo francés
confirmó con sus muertos la naturaleza rapaz de los gobernantes;
el derrocamiento de la oprobiosa dictadura de Fulgencio Batista en
Cuba, revolución que puso en su sitio a los imperialistas de
Washington y proclamó el socialismo, ¡y a pocas millas
de Miami!, y, por remate, los presagios de victoria del heroico pueblo
de Vietnam sobre los supuestamente todopoderosos invasores norteamericanos.
Otros dos sucesos, en apariencia de signo contrario, también
conmocionaron al mundo de la izquierda. Primero: los cambios que se
intentaron en Checoslovaquia a partir del 5 de enero de ese año,
que luego fueron aplastados por las tropas del Pacto de Varsovia bajo
las órdenes del Kremlin, acto que apoyó Fidel Castro
y que le dio fin a la unanimidad con que este contaba dentro de la
izquierda. Y segundo: la acusación de Mao Zedong a los jefes
soviéticos de traicionar los postulados revolucionarios y convertir
a la URSS en una potencia social-imperialista.
Tres grandes antecedentes en Francia también estimularon a
universitarios y obreros, los otros grandes actores de estos sucesos
y sin cuya presencia la lucha seguramente no hubiera llegado a tanto.
Desde el año anterior huelgas de trabajadores reclamaban contra
el alto desempleo, los míseros salarios y la falta de garantías
laborales. Los estudiantes padecían una universidad con normas
autoritarias heredadas del siglo XIX. Y los demócratas se sentían
asfixiados por el gobierno del general Charles de Gaulle.
El movimiento francés se caracterizó por lo intenso
y amplio de los debates. Se discutía en los salones y en los
patios de las universidades, en los cafés, los andenes y las
barricadas, a todas las horas y sobre lo divino y lo humano, en un
hermosísimo afán por entender mejor las cosas y cómo
cambiarlas, con esa pasión propia de los jóvenes cuando
todavía no los han adiestrado en la mezquindad. Y se inspiraron
en todas las concepciones de izquierda -sin faltar las de derecha-,
incluidas las anarquistas. "Prohibido prohibir" fue una
de las consigas más famosas. Con más de diez millones
de trabajadores en huelga, paros y enormes marchas estudiantiles y
barricadas en las calles se respaldaron las exigencias, se desafió
la brutalidad policial y se hizo temblar al gobierno.
Pero hay que reiterar que en ese momento el mayo francés se
sintió poco en Colombia, por lo menos por sus efectos políticos
inmediatos y directos, cosa que es explicable si se mira la conmoción
que se vivía aquí. Para esas calendas, ya operaban tres
grupos guerrilleros con simpatías en ciertos sectores y el
sacrificio de Camilo Torres inspiraba a jóvenes revolucionarios.
Desde la Habana, con su gran influencia, se alentaba y respaldaba
la lucha armada, Moscú era generoso con cualquiera que le ayudara
en su disputa con Washington por el control del mundo y Regis Debray,
un francés más influyente en América Latina que
todos los parisinos de las jornadas de mayo, publicó "Revolución
en la revolución", libro en el que, malinterpretando lo
que había ocurrido en Cuba, planteó la teoría
del foco guerrillero, especulación según la cual bastaba
con que un pequeño grupo de valientes se alzara en armas para
arrastrar tras de sí a la población entera.
Bien difícil fue defender en la izquierda colombiana la idea
de que la lucha armada le estorbaba al objetivo de lograr que las
mayorías se movilizarán hacia una nueva e indispensable
transformación democrática del país, y más
porque también se sufría el Frente Nacional, esa especie
de dictadura constitucional que nutrió a los corruptos y les
quitó los derechos políticos a quienes no militaban
en los dos partidos responsables del atraso y la pobreza nacionales.
En el ambiente señalado atrás, sin faltar las rebeldías
del hipismo, se incubó el movimiento estudiantil de 1971, lo
más parecido que haya habido en Colombia a las jornadas de
mayo en Francia, cuyas influencias en ese momento se sintieron más.
A lo largo de ese año, y en parte de 1972, los universitarios
libraron la lucha más masiva y prolongada de su historia, características
que en parte se explican porque en ellas se planteó con mucha
claridad la defensa de la soberanía y la democracia -con su
rechazo, por ejemplo, al plan educativo de Rudolph Atcon, definido
en Washington, y en pro del gobierno democrático de estudiantes
y profesores en las universidades públicas. Al orden del día
estuvieron también otros reclamos que mantienen su vigencia,
como la autonomía universitaria y el logro de una educación
pública, universal y gratuita, al igual que la imperiosa necesidad
de respaldar un desarrollo científico que le dé bases
al progreso del país y de su pueblo.
Como ocurrió con el mayo francés en todo el mundo, las
influencias de lo ocurrido en 1971 siguen vivas en Colombia. Así,
estudiantes y profesores mantienen la exigencia de la adecuada financiación
de la educación pública, para que pueda llegarle a la
totalidad de los colombianos y, además, ser de alta calidad,
condición esta última sin la cual debilita su gran capacidad
para aportarle al progreso del país. Y siguen los jóvenes
dando ejemplo de movilización por la soberanía y la
democracia, enfrentando también el "libre comercio",
a la vez que confirman el carácter civil de su resistencia.