PODRÍA SER EL MOMENTO…


Por Juan Manuel López Caballero

Existe consenso respecto a que los inmensos recursos que genera el tráfico de drogas multiplican todos los problemas de Colombia. Las posiciones respecto a cómo atacar este cáncer han sido menos unánimes.

La política de 'tolerancia cero', o sea la idea de que desaparezca del mundo el problema de los narcóticos, nunca ha sido un objetivo real -puesto que a nadie se le ocurre que eso pueda suceder- sino un pretexto para beneficio de sus promotores (algunos 'imperialistas' a quienes les sirve de justificación para intervenir en otros países, los congresistas que deben su elección a esa retórica, la burocracia y los usufructuarios del poder de la DEA, o quienes viven de otros vicios -alcohol, tabaco, fármacos- que les compiten).

La estrategia de crear la 'guerra contra las drogas', y trasladarla -con sus consecuencias- a los países como el nuestro, se vendió con el argumento fácil de que la forma de desaparecer el consumo allá era acabando con el suministro -o sea la producción acá-.

A esta opción adhirieron aquí todos los sectores impregnados de la visión americana, sea porque tenían intereses en común, sea porque habían sido formados dentro de esa interpretación del mundo, o sea porque los medios de comunicación así se lo habían trasmitido.

Del otro lado estaba la propuesta de buscar acabar con la rentabilidad de esa actividad quitándole la 'prima de la ilegalidad' (es decir el incentivo del lucro que nace del hecho de ser un delito), siempre descartada sobre la base de que Colombia no podría imponer esta decisión al mundo, y que en cambio, en su calidad de primer productor y exportador de cocaïna, sería declarado enemigo de la humanidad.

Hoy el fracaso del programa de erradicación es un hecho aceptado en los Estados Unidos, sobre todo por quienes acceden al poder. La decisión de reducir la 'ayuda' en un 10% y cambiar parte de la destinación de esos recursos para 'proyectos alternativos' pareciera irracional, en la medida que significa seguir la misma política que se reconoce fallida, pero con menos apoyo, o sea con aún menos posibilidades de éxito.

Nuestro gobierno insiste en rogarles que sigan financiando nuestra condición de campo de batalla de esa guerra sin sentido ni expectativas, no se sabe si por seguir apoyando a Bush para tener condiciones de reciprocidad, o por simple ceguera.
¿No sería éste el momento de proponer un cambio de política? la regularización para darle el mismo tratamiento que a otras drogas respondería a todos los propósitos que se buscan: 'corresponsabilidad' de países consumidores, con restricciones legales como las que hoy tienen el tabaco o el alcohol (obligación de publicidad preventiva, utilización limitada a determinados sitios y a partir de ciertas edades, etc.); desestímulo a la demanda con altos precios que se obtendrían con fuertes impuestos que trasladarían a las arcas del Estado (sobre todo el americano) los ingresos que hoy reciben las mafias; si de verdad se desea disminuir el consumo, esos ingresos -adicionados al ahorro de no financiar la guerra aquí- los podrían destinar a campañas disuasivas allá (seguramente con mucho mejor resultado); y para los productores se convertiría en un ingreso legal, desapareciendo el problema ambiental de las fumigaciones, y acabando con esa vía de financiación de nuestras diferentes formas de violencia.