EL FIN DE LA GUERRA


Por Juan Manuel López Caballero

Para el mundo es claro que el fin -en el sentido de 'el objetivo'- de la incursión de sus fuerzas armadas americanas en Irak nunca tuvo que ver con Osama Bin Laden, ni con unas supuestas armas de destrucción masiva.

No queda hoy duda que el interés era el petróleo, aunque flota aún algo de duda sobre si la decisión de Bush fue pensando en su nación, para controlar esa fuente de suministro y debilitar a la OPEP y así reducir la vulnerabilidad del país en esa materia; o si fueron más sus altos funcionarios y sus vínculos con las empresas y las inversiones petroleras los que lo motivaron.

Se presenta ahora una nueva inquietud a la opinión pública, también respecto al fin de esa guerra, pero entendiéndose la palabra en el sentido de 'el momento en que se acaba'.

En efecto, una vez resuelto el pulso de poder con el Congreso, y habiendo aceptado éste que no se condicionaran los recursos para las tropas a una fecha concreta de retiro, queda la incertidumbre sobre cómo y qué determinará que la invasión termine.

Es claro que no depende de una 'victoria' puesto que en principio no existe forma de concretar en que consistiría la derrota de un enemigo que no está definido; adiós al Bush disfrazado de Snoopy que declaraba desde un Portaviones el éxito de 'la misión'!

Con el cuento de que 'el enemigo es el terrorismo' Bush aspira que se llegue a las próximas elecciones evitando tener que aceptar durante esta administración el fracaso de esa aventura. Y eso lo respaldan los grupos que con esa guerra ganan. Es decir que el futuro de la ocupación y las desgracias que sufrirá Irak estarían determinadas por la política interna y se continuaran hasta que termine la presidencia de Bush: no dependen de ninguna racionalidad diferente de una especie de inercia, motivada por la obstinación del actual gobernante en no reconocer errores ni corregirlos.

Algo parecido puede estar ocurriéndonos como escenario de la 'guerra contra el narcotráfico'.

Es evidente que la expectativa de eliminar en forma total el tráfico bajo el principio de 'tolerancia cero' no es realista. Por el contrario entre más persecución más rentable es el negocio. Y es claro que además hay beneficiarios en Estados Unidos de su continuidad, desde los políticos que como cartel de la moral salen elegidos por ella, pasando por la inmensa burocracia que vive de ella -como la DEA-, e incluidos lo que sería la competencia de otros vicios y drogas -v. gr. tabaco o alcohol-.

También es evidente que nuestro conflicto interno y nuestros desordenes de corrupción se alimentan y se mantendrán mientras cuenten con los recursos que provienen de esa actividad.

Y que por lo tanto la prolongación de esos problemas depende de una voluntad y una decisión ajena -especialmente mientras la sumisión a ella sea la política que prevalezca-.

Ante el fracaso del Plan Colombia y para el debate en el Congreso Americano sobre el envío de más recursos, los argumentos que ahora se esgrimen se asemejan peligrosamente a las justificaciones de Bush para seguir en Irak en esa situación sin salida: Que no se puede dejar la tarea a mitad de camino; que si se abandona la 'ayuda' a Colombia el país cae en el caos; que por la democracia y contra el terrorismo Estados Unidos debe seguir financiando a las autoridades que siguen esa línea, etc… Tal vez sería hora de preguntarnos y de preguntar ¿cuál es el fin de esta guerra?