La posesión y las declaraciones
del Presidente Chávez motivaron toda clase de "análisis"
sobre su carácter, sus intenciones, sus estrategias, etc.,
y en particular su comparación con Fidel Castro.
Posiblemente el parecido también podría ser con Perón
y su Argentina, en la medida que ese "dictador" también
contó con el respaldo de las masas porque para cambiar la estructura
social de su país utilizó sin restricción alguna
lo que llamó "los lingotes de oro con los que uno se tropieza
en las arcas del Banco Central" (o sea, en su caso, los multimillones
de divisas que le generó la exportación de carne y trigo
a la Europa hambreada e improductiva del final de la segunda guerra
mundial).
Si medio siglo después de su muerte su partido sigue gobernando
es porque, pese a crisis y fallas en el manejo económico, reestructuró
las relaciones sociales dando participación al ciudadano no
solo en los recursos del país sino también en las decisiones
políticas.
Sin embargo la tendencia es a entender a Chávez y las reacciones
que produce bajo la perspectiva o clasificación que desarrolló
Jeanne Kirkpatrick cuando era la embajadora de Estados Unidos ante
la ONU en un documento de guía interno destinado a explicar
el trato diferencial que daba su país a los gobernantes de
otros países.
El punto es distinguir no en base a la forma de acceso al poder o
de gobierno sino a si sigue los lineamientos del Gobierno de Washington,
y, si es un mandatario autocrático, cuándo se le considera
simplemente autoritario, o cuándo debe tratarse como un régimen
"totalitario".
En el primer caso existiría una situación de motivación
personal, cuyo objetivo sería acumular poder, o fortuna, o
ejercer venganza, o cualquier propósito por el cual estuviera
dispuesto a renunciar a los objetivos políticos abstractos.
Serían gobiernos y dirigentes de naturaleza racional y en consecuencia
con seres pragmáticos, dispuestos a negociar y transar para
alcanzar esa satisfacción personal que los mueve. En otras
palabras sus acciones políticas son instrumento para lograr
otros fines, y como eso mismo describe su forma de actuar, son susceptibles
de ser "trabajados" con la zanahoria y el garrote, (especialmente
con lo primero).
Los segundos en cambio sí tendrían objetivos esencialmente
políticos y por lo tanto normalmente con grandes compromisos
tanto subjetivos o sea, -ante sí mismos-, como objetivos con
quienes comparten la ideología y la organización que
los llevó al poder.
.Este tipo de líderes caen en el idealismo y eventualmente
en el fundamentalismo, de tal manera que siguen sus propósitos
sin importar las consecuencias que produzcan, en particular sin medir
lo que significa un enfrentamiento o distanciamiento de la visión
del mundo americano; estos no son transables o negociables y por el
contrario tienen la horrible tendencia a cumplir sus promesas y a
desarrollar sus planteamientos, en consecuencia ante ellos no hay
alternativa diferente de acabarlos.
Bajo esta categorización se comprende bastante bien la opinión
sobre Chávez, pues aunque sus opositores consideren que es
"demagogia" o "populismo" lo que está haciendo,
lo cierto es que buena o mala sí adelanta una revolución
que sin lugar a dudas respaldan los hasta ahora excluidos, y que su
modelo es contrario al americano y a los intereses de quienes quisieran
que ese siguiera prevaleciendo.