POR JUAN MANUEL LÓPEZ CABALLERO
No es muy claro ni muy seguro que la
democracia electoral produzca la verdadera democracia social o económica.
Por el contrario, lo que estamos viendo es que el sistema de elegir
gobiernos por mayoría de votos representa cada vez menos los
intereses de la población y simplemente se ha convertido en
parte del sistema de mercado, donde se impone quien más poder
de compra -más recursos económicos- logra reunir.
Esto por supuesto está más que a la vista en Colombia,
pero no es un caso excepcional sino más bien la regla. Las
elecciones en Estados Unidos lo demuestran y el fallo de su Corte
Suprema en el caso 'United Citizen' (que en la práctica vuelve
ilimitada la cantidad de recursos que se pueden dedicar a una campaña)
lo volvió la nueva regla del juego: hoy a los candidatos interesan
más las contribuciones a través de organizaciones paralelas
que las coincidencias con otros dirigentes políticos.
Pero parece estar muy lejos el día en que se descarte este
sistema y esta visión de la forma de manejo político
de una sociedad.
No sucede así con propuestas como la del 'déspota ilustrado'
que supondría entregar los poderes dictatoriales a un individuo
que, además de las capacidades administrativas y académicas
para resolver los problemas de un país, tendría el desprendimiento
total para hacer de ese manejo la única dedicación y
el único propósito de su vida. Esa posible modalidad
de gobierno no es pensable hoy ni para orientaciones o modelos de
izquierda ni para los de derecha.
Lo que la humanidad ha consolidado adicional al rechazo a las formas
autoritarias o despóticas de gobierno es la propuesta de que
el derecho de las mayorías a imponer su criterio le permite
hacerlo de cualquier manera. O que basta tener el poder parlamentario
o electoral para sacar adelante un proyecto de gobierno para que este
quede legitimado.
No es del caso dudar que Pinochet, o Fujimori, o los generales argentinos,
tuvieron el poder y el respaldo suficiente para adelantar sus gobiernos.
Pero también es cierto que terminaron algo más que cuestionados.
Y aunque los cargos judiciales contra ellos son por acciones personales,
no cabe duda que es una forma de sancionar las políticas que
adelantaron como gobernantes.
Porque, ya no solo hablando de la 'defensa de la democracia', si el
mundo descartó los modelos de izquierda por ineficientes, con
igual o mayor vehemencia ha ido repudiando las propuestas de extrema
derecha, tanto en relación a los objetivos en razón
de la falta de atención a lo que genéricamente se entiende
por 'justicia social', como a las vías utilizadas, por el lado
del poco respeto en su accionar por los derechos humanos.
Las políticas que justifican los medios por los resultados
que producen, o que consideran que el Derecho nace de la capacidad
de imposición por la fuerza, tuvieron defensores bajo los régimenes
fascista y nazi, pero hoy ningún teórico defiende tales
premisas.
Y, lo que es más importante, las diferentes culturas y la humanidad
en general tampoco las aceptan.
Tarde o temprano sus promotores acaban recibiendo el correspondiente
castigo.
El orden que reconoce que una comunidad requiere para prosperar -o
para sobrevivir en épocas remotas- que el poder se centralice
en torno a los más fuertes fue una etapa que la humanidad ha
superado; paso el tiempo de las cavernas y el liderazgo que hoy se
reconoce como deseable es el que defiende a los mas débiles
y los más necesitados, no el que da mejores condiciones para
que los privilegiados (por cualquier razón que sea) se aprovechen
de su condición.
Si los mandatarios que han optado por ese camino hoy son descalificados
no es por su actuación personal -puesto que son solo representantes
y voceros de quienes respaldan esas propuestas- sino porque son el
símbolo de las mismas.
En Colombia estamos viviendo una etapa de transición en que
se persigue a todos los que de una forma u otra (por convicción
o por 'corrupción') adhirieron en el pasado inmediato a esa
visión de la política, pero sin pronunciarnos sobre
el rechazo a la misma. Las cifras de respaldo a Uribe cambian y seguramente
cambiaran aun más. Pero esperemos que también tarde
o temprano entendamos que el rechazo a lo sucedido durante esos 8
años depende de un juicio en cabeza de él, como símbolo
de su gobierno.
Julio 30 de 2012.