EL SÍNDROME DE LA PÁGINA EN NEGRO
Por Juan Manuel López Caballero


Es usual que los columnistas alguna vez se quejen de la dificultad de encontrar un tema que les inspire para cumplir con la tarea de escribir por obligación algo que interese al lector. Lo llaman 'el síndrome de la página en blanco'.

Sufro de algo parecido, pero por contraste: pienso que sobran temas sobre los cuales debería escribir, pero no quisiera trasmitir más pesimismo, ni repetir como cantaleta lo negro que se ve el panorama nacional.

Las vivencias inmediatas son dicientes. El llamado vandalismo por los disturbios contra el trasmilenio implica mucho más que la necesidad de castigar a unos revoltosos. Se debe entender que expresa el problema de vida de los bogotanos. Es generado por el inconformismo con tener que pasar varias horas para transportarse al lugar del trabajo, por el costo de un mal servicio, por la rabia que da que alguien se beneficie exageradamente de eso; así el vandalismo es solo manifestación del problema y no se le puede dar solución reprimiéndolo y poniendo carteles de 'se busca' como si quienes usaron ese medio de expresión fueran delincuentes organizados. Vandalismo también -pero pacífico- es el de pintar símbolos en todo y cualquier espacio -ventanas, paredes, puertas, columnas- en las principales avenidas; y viéndolos ambos podrían presagiar una especie de 9 de abril en lo que sería una explosión generalizada de esa forma de protesta.

Pero la respuesta al vandalismo no está en la solución al Transmilenio; y no solo porque para éste no hay solución pues es imposible corregir una mala conceptualización -no era el sistema para una ciudad el tamaño de Bogotá-, un mal diseño -ni la técnica de las lozas, ni el remplazo de rutas ordinarias con la chatarrización del parque ordinario para remplazarlo por un sistema de alimentadores era posible-, y una mala ejecución -de 328 kilómetros de rutas previstos solo se han construido 84-.

Lo que pasa es que esto es solo una derivación del problema de la movilidad que se expresa no solo en el Transmilenio. Igual protestan los dueños de los vehículos que no pueden andar por el estado de las vías y por las congestiones que se forman; o quienes circulan por carreteras, porque ha aumentado exponencialmente el número de vehículos -especialmente el de carrotanques petroleros- sin que se haya aumentado proporcionalmente la malla vial; o los profesionales del transporte porque esos mayores tiempos y dificultades lejos de ir acompañados de un alivio en los costos lo que tienen es mayores tarifas de peajes y sobre todo de combustibles.

Y esto tampoco es el verdadero problema. Es a su turno solo parte de lo que produce un modelo de desarrollo inadecuado que se caracteriza por ese tipo de efectos. Y mal puede ser mostrando como indicador del desarrollo el aumento de la cantidad de vehículos que se venden que esto se soluciona, ya que los indicadores económicos cada vez coinciden menos con los indicadores de bienestar. Que Colombia sea al mismo tiempo el cuarto país más atractivo para la inversión y el de más desempleo del continente con la tercera desigualdad más grande del mundo no es contradictorio con lo que se espera del modelo sino su consecuencia lógica.

Y remontando aún más el origen de nuestro gran problema, tenemos que entender que es que o no se reconoce la inconveniencia de proseguir con el modelo o no hay la voluntad para cambiarlo

Santos cambió el estilo pero no las columnas vertebrales, los famosos 'huevitos'.

Confianza inversionista es atraer recursos del extranjero para volver la economía al primitivismo de extraer riqueza -la cual se va agotando- en vez de generarla. Y en nuestro caso el petróleo no es como el caso de Venezuela o Arabia Saudita, del orden de centenares de miles de millones de barriles de reservas sino de la centésima o milésima parte de eso, o, al ritmo esperado de producción, el abastecimiento de menos de diez años. Dar mayores gabelas que cualquier otro país permite acelerar su extracción pero, al tiempo que disminuye nuestra participación, deja en blanco lo que pasará después.

Seguridad democrática es seguir aumentando el pie de fuerza y negarse al diálogo con la expectativa de una victoria; más capturas y bajas guerrilleras, y más heridos, lisiados y muertos de las fuerzas oficiales lo que muestran es una decisión de más guerra y de la exclusión de cualquier opción diferente de un resultado que no se sabe cuándo se logra o en qué consiste, pero no indica ninguna voluntad de acercarnos más a la paz.

Y la cohesión social no se logrará mostrando falsas estadísticas alrededor de falsas expectativas, como la de decir que se logrará la reparación de las víctimas o la restitución de tierras, cuando la realidad es que de las 800.000 hectáreas con que el gobierno dice estar cumpliendo ese programa solo 16.000 son devolución y solo con 8.000 de las 400.000 familias censadas se ha avanzado en ese objetivo. O con la Ley de Primer Empleo, que es solo una distracción con la cual se olvida que no se ha obedecido la norma constitucional que obliga un estatuto laboral acorde con los tratados internacionales al respecto. Ni se acaba con la pobreza con presentaciones optimistas como que disminuye la pobreza porque con la revaluación del peso tenemos mejores ingresos al medirlos en dólares. Ni esa supuesta disminución del número de pobres subsana el problema de la desigualdad, la que va más allá de que el país pueda ser pobre o que genere poca riqueza, ya que muestra la indiferencia del modelo ante esa forma de injusticia.

Que estamos mejor que bajo el gobierno anterior y que por la forma de manejo hay un avance y se produce algo de alivio es indiscutible. Pero está muy lejos de cambiar lo negro del panorama. Como cuando se denunciaba la desinstitucionalización o lo descuadernado que se veía el país y pocos lo creían, hoy no hay tema que al ver el lado complementario a lo que se presenta como bueno no tenga un lado malo más grave o más grande. Eso sucede con lo social -las pensiones, la salud, o la educación, todas pendientes de reformas prometidas que no solo no llegan sino aún como propuesta poco satisfacen- ; con lo político, donde lo mismo pasa con la esperada reforma judicial o la reforma política; o con lo económico donde los efectos y el desorden en las explotaciones mineras traen más cuestionamientos que esperanzas para las regiones, y la crisis del sector agrario se ve cada vez más agravada por la negativa a reconocer lo que están viviendo los vinculados al sector.

Como columnista aquí no sufre uno por no saber sobre qué escribir. Sufre porque a pesar de la cantidad de temas que se pueden desarrollar, al profundizar para darles un contenido que diga algo más que el titular de la noticia, se encuentra uno con que es más lo que ésta desinforma que lo que informa, y que al denunciar esto pareciera ser uno ave de mal agüero. Sufre porque la insensibilidad ante la situación del país hace que a cualquier crónica roja -o lo que es peor, a cualquier nota de farándula o de deportes- se le dé más despliegue y más importancia que a indicadores y estadísticas que nos colocan en el liderazgo de los países en cuanto a injusticia, a violencia, a corrupción, etc.; es decir a que, en vez preocuparnos por lo cerca que estamos del estado de 'no viable', esto para nosotros sea lo normal.

Marzo 21 de 2012.