EL TEMA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL PUEDE QUE NO TERMINE TAN FÁCIL
Por Juan Manuel López Caballero

 

El tema del movimiento estudiantil puede que no termine tan fácil, y sobre todo no debería terminar tan fácil. Ya está claro que el tema no es la privatización de la educación, y ni siquiera únicamente la reforma a la Ley 30.

Puede que no termine en parte por la desconfianza de los participantes y líderes en la decisión y la capacidad del Gobierno de echarse de verdad para atrás. En cuanto al retiro del proyecto porque eso ni depende del gobierno ni basta con que lo solicite el Presidente. El trámite de una ley puede continuar hasta tanto el Congreso no tome una decisión sobre ella. El precedente de lo que pasó con el tema del fuero militar -dónde el gobierno retiro el punto propuesto y el Congreso lo revivió y prácticamente aprobó (solo falta un debate)- muestra lo poco confiable que el simple retiro puede ser.

En cuanto a que no se presentará un nuevo proyecto sino después de ser consensuado con todos los actores, es un compromiso que, aunque da derecho de veto a cada uno, acaba siendo fácil de cumplir o en todo caso difícil de negar que se cumplió una vez se inicien los diálogos. Aquí el problema es de tiempo puesto que se ha argumentado que, de no aprobarse en esta legislatura, se quedaría la universidad pública sin el aumento de recursos que necesita (manes de la ley 30).

Por otro lado los estudiantes fuera de estar 'envalentonados' se pusieron una camisa de fuerza al condicionar la suspensión del paro al retiro de la fuerza armada de los predios universitarios. Bastante más fácil es para el Gobierno aceptar que lo hagan echar para atrás una propuesta de ley que someterse a que le den el ultimátum de desalojar la fuerza pública de donde se supone que está porque la autoridad considera que es necesario.

Lo que realmente llevaría a no prolongar el paro y no mantener vivo el movimiento sería la perspectiva que de no hacerlo prácticamente todo el estudiantado perdería el semestre.

Pero lo deseable sería que el movimiento como tal no perdiera su fuerza y además de la concertación alrededor de la educación tuviera después la posibilidad de sentar al gobierno (y a otros estamentos) a tratar lo que realmente han deseado expresar, es decir debatir sobre el modelo y el sistema que hoy cuestionan (y no solo aquí sino todos los diferentes 'indignados' de otras partes del mundo).

El cómo se financia la educación es un tema mayor para un modelo que se centra en que el Estado es sobre todo un administrador de la economía; por eso la controversia sobre quién provee los fondos -si el sector público o el sector privado-, cuánto se requiere, o cómo se asignan, copa las discusiones. Pero la economía es un tema menor que solo se convierte en 'lo más importante' en el momento en que deja de ser tratado como medio o instrumento y se convierte en el fin mismo. Es decir, cuando se busca la optimización de los recursos de la sociedad para un resultado económico -o de 'desarrollo'- y se olvida el tema principal del bienestar de los individuos. El debate es sobre si la responsabilidad del Estado debe ser principalmente el manejo de la economía en función del desarrollo o si debe ser más 'política', es decir la de organizar y tratar de armonizar la vida ciudadana.

En últimas esta protesta -aquí y en el mundo- lo que se plantea es eso. Y por eso lo deseable sería que, independientemente de que se concierte la reforma, el movimiento estudiantil continúe para que sea un dinamizador del cambio de orientación que exige nuestra sociedad.

Noviembre 14 de 2011.