¿CUÁNDO FUNCIONAN LOS ESTADOS?
Por Juan Manuel López Caballero

 

En realidad debatir sobre si un Estado es viable no tiene mucho sentido, puesto que no existe la figura de ‘cerrar un Estado’ como quien cierra un establecimiento. Lo que puede ser pertinente es establecer una categorización respecto a cuándo un país funciona y cuándo no; el famoso ‘no importa el color del gato, sino si caza ratones’.


Parecería que la condición elemental sería que tuviera instituciones apropiadas, que correspondieran a algún modelo teórico; eso siempre y cuando además tuviera la capacidad de hacerlas funcionar. Pero son muy pocas las naciones que tienen esa fortuna; probablemente la mayoría de los llamados ‘avanzados’ (es en ese sentido que lo serían), pero son muy pocos en proporción al total de los que existen.


Una alternativa es la de Estados donde la institucionalidad no es la ideal (o no es reconocida como tal) pero que bajo sistemas diferentes definitivamente sí funcionan; sería el caso de ciertas dictaduras donde la capacidad coercitiva de las autoridades impone unas reglas las cuales la población conoce y acepta -o por lo menos a ellas se resigna-. Ejemplos podrían ser Cuba o lo que fue España bajo Franco.


Paradójicamente una alternativa podría ser un país con instituciones ideales aunque ellas no funcionen, pero a condición que la población se acostumbre a una forma que se podría denominar ‘prescriptiva’ de violarlas. Caso típico era la costumbre de la ‘mordida’ en México donde era normal una especie de peaje que se pagaba al oficial de tránsito que pillaba al conductor en una infracción, y que representaba en la práctica una parte de su remuneración. En casi todo Latinoamérica sucede esto, pero no contemplándolo como complemento del ingreso del funcionario. Otro ejemplo que caería en la misma categoría sería el de los intermediarios para sacar documentos oficiales, en los casos en que es en contubernio con los responsables de los despachos; o la relación entre la prensa y los juzgados pretermitiendo la reserva procesal.


El conjunto o binomio instituciones-cultura sería el que determina hasta dónde se puede decir que un país funciona. No es el tema de si por ejemplo el sistema educativo o de salud es público o privado sino si cumple su función o no.


La definición de los que no funcionan sería cuando falta completamente la institucionalidad –lo que también pasa cuando ésta está en permanente cambio- y la cultura o idiosincrasia de los nacionales gira alrededor de ‘sálvese quien pueda’ y ‘todo se vale’.


Pero al igual que cualquier medición, no hay que ver la fotografía del momento sino la película donde se muestra la tendencia.


Sería interesante estudiar y comparar la situación de los países latinoamericanos especialmente después de los grandes cambios que se han producido. Kirchner montonero, Pepe Mojica tupamaro, Daniel Ortega sandinista, llegaron a presidentes de sus países; Evo Morales, Chávez y Correa se declararon mandatarios revolucionarios; en Chile y Brasil mujeres que fueron torturadas y sufrieron por su militancia subieron al poder. Todos por la vía electoral.
La tendencia sería a decir que así se podría evaluar la bondad de las orientaciones de izquierda; pero interesante es que también permitiría evaluar si el camino para hacer más funcionales los países son las elecciones, y hasta dónde –como parece creerse- entre más se realicen, mejores resultados se logran.


Septiembre 16 de 2011.