En realidad debatir sobre si un Estado
es viable no tiene mucho sentido, puesto que no existe la figura de
cerrar un Estado como quien cierra un establecimiento. Lo
que puede ser pertinente es establecer una categorización respecto
a cuándo un país funciona y cuándo no; el famoso
no importa el color del gato, sino si caza ratones.
Parecería que la condición elemental sería que
tuviera instituciones apropiadas, que correspondieran a algún
modelo teórico; eso siempre y cuando además tuviera la
capacidad de hacerlas funcionar. Pero son muy pocas las naciones que
tienen esa fortuna; probablemente la mayoría de los llamados
avanzados (es en ese sentido que lo serían), pero
son muy pocos en proporción al total de los que existen.
Una alternativa es la de Estados donde la institucionalidad no es la
ideal (o no es reconocida como tal) pero que bajo sistemas diferentes
definitivamente sí funcionan; sería el caso de ciertas
dictaduras donde la capacidad coercitiva de las autoridades impone unas
reglas las cuales la población conoce y acepta -o por lo menos
a ellas se resigna-. Ejemplos podrían ser Cuba o lo que fue España
bajo Franco.
Paradójicamente una alternativa podría ser un país
con instituciones ideales aunque ellas no funcionen, pero a condición
que la población se acostumbre a una forma que se podría
denominar prescriptiva de violarlas. Caso típico
era la costumbre de la mordida en México donde era
normal una especie de peaje que se pagaba al oficial de tránsito
que pillaba al conductor en una infracción, y que representaba
en la práctica una parte de su remuneración. En casi todo
Latinoamérica sucede esto, pero no contemplándolo como
complemento del ingreso del funcionario. Otro ejemplo que caería
en la misma categoría sería el de los intermediarios para
sacar documentos oficiales, en los casos en que es en contubernio con
los responsables de los despachos; o la relación entre la prensa
y los juzgados pretermitiendo la reserva procesal.
El conjunto o binomio instituciones-cultura sería el que determina
hasta dónde se puede decir que un país funciona. No es
el tema de si por ejemplo el sistema educativo o de salud es público
o privado sino si cumple su función o no.
La definición de los que no funcionan sería cuando falta
completamente la institucionalidad lo que también pasa
cuando ésta está en permanente cambio- y la cultura o
idiosincrasia de los nacionales gira alrededor de sálvese
quien pueda y todo se vale.
Pero al igual que cualquier medición, no hay que ver la fotografía
del momento sino la película donde se muestra la tendencia.
Sería interesante estudiar y comparar la situación de
los países latinoamericanos especialmente después de los
grandes cambios que se han producido. Kirchner montonero, Pepe Mojica
tupamaro, Daniel Ortega sandinista, llegaron a presidentes de sus países;
Evo Morales, Chávez y Correa se declararon mandatarios revolucionarios;
en Chile y Brasil mujeres que fueron torturadas y sufrieron por su militancia
subieron al poder. Todos por la vía electoral.
La tendencia sería a decir que así se podría evaluar
la bondad de las orientaciones de izquierda; pero interesante es que
también permitiría evaluar si el camino para hacer más
funcionales los países son las elecciones, y hasta dónde
como parece creerse- entre más se realicen, mejores resultados
se logran.
Septiembre 16 de 2011.